Fracaso lingüístico
Según se informaba en las páginas de educación el 17 de octubre, sólo el 33% de los alumnos del modelo B y el 68% de los que estudian en el modelo D superan al final de la secundaria (16 años), un examen de euskera similar al First inglés. La pregunta que se impone es: ¿cómo han aprendido los conceptos fundamentales de matemáticas, historia, geografía, tecnología o religión ese altísimo porcentaje de escolares que apenas entiende o malentiende la lengua vasca en la que el profesor transmite sus explicaciones?
¿Y será mejor el dominio del castellano? Se nos dice que esto no se evaluó, aunque el consejero de Educación afirma en el mismo reportaje que no se crea por esto que los alumnos del modelo A tienen mejor conocimiento del español que los del D. Vamos a ver, si a la escuela le corresponde la tarea de enseñar a hablar, leer y escribir correctamente, ¿cómo es que un importante porcentaje de los alumnos que reciben el 95% de sus horas lectivas en euskera y el 5% en castellano, dominan mejor esta lengua que los castellanoparlantes que realizan casi toda su escolaridad en su lengua materna? Si fuera así habría que extender la inmersión en lengua vasca al resto de España para mejorar la calidad de la lengua española.
Todo con tal de no reconocer el gran índice de fracaso escolar de los llamados modelos de inmersión. Estos modelos tuvieron éxito en Quebec (Canadá), para alumnos anglófonos pertenecientes a familias culturalmente favorecidas que educaban a sus hijos en la lengua dominante, el francés. Pero fracasaron en las escuelas públicas de California con los chicanos a los que, sin dominar por completo la estructura idea-forma-concepto de su lengua materna española (8-9 años) se impuso una inmersión prematura en inglés, que tuvo como resultado que esos niños no llegaran a dominar bien ni el español ni el inglés. Y al quedar inválidos para otros estudios, se convirtieran en mano de obra barata. Por cierto, repare el lector que tanto el actual consejero de Educación, Tontxu Campos, como el rector de la UPV, Juan Ignacio Pérez, ambos con brillantes carreras y futuro profesional, aprendieron la lengua vasca en su juventud.
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