Marcianos del DF en Buenos Aires
LAS CIUDADES, como los bosques, no se nos entregan jamás: en sus misterios somos siempre aprendices. Su geografía nunca promete certezas, pero garantiza la intensidad del desvelo, mitologías a repetición y temas sin fin para la mesa del bar. De estos amuletos -fantasmas, rarezas, despistes y estrategias de supervivencia urbana- hablaron a comienzos de septiembre los escritores latinoamericanos Juan Villoro, Alan Pauls y Mario Bellatin en Buenos Aires, durante una de las mesas redondas del primer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano, organizado por la Vicejefatura de Gobierno de la capital. Dos días de debates que convocaron a pensadores, arquitectos y artistas para reflexionar sobre la ciudad, esa inmensa máquina simbólica, que en los últimos 50 años ha absorbido más de dos tercios de la explosión demográfica mundial.
El autor de El testigo abrió el juego leyendo un texto desopilante sobre la fantasmagoría urbana del DF, una megalópolis caótica de 19 millones de habitantes en la cual, recitó Villoro de un tirón, "todo el mundo viaja tres o cuatro horas diarias para llegar a cualquier parte"; la mayoría de la población aspira a que su ciudad sea "plataforma de bienvenida para marcianos" y "para ser taxista alcanza con no saber dónde se está y hablar sin parar". A fin de contribuir un poco más a la confusión general, "existen 283 calles que se llaman Zapata en distintos barrios", contó. Distancias infinitas y retenciones eternas marcan la vida de los mexicanos, que han registrado esa sensación de ser barcos encallados incluso en sus frases populares: "No hay pasión que llegue a Ciudad Satélite, dicen los del sur. El erotismo termina en el Viaducto que está en el medio de la ciudad", explicó Villoro. Una realidad que modela cotidianidad y deseos: "En el DF la velocidad se ha descartado del horizonte" y lo que vale es "la utopía del pasajero detenido", quien anhela "que la ciudad se mueva en su beneficio" y que los servicios mejoren al punto de lograr, por ejemplo, que "los vendedores ambulantes te vendan sushi en el metro".
Esta sensación de vivir entre un "bastión de sedentarios" y "especialistas nómades" expresada por el mexicano no es ajena a Buenos Aires. Aunque con otra fórmula ("portátiles móviles" y "portátiles fijos"), Pauls la reflejó en su exposición, bitácora del vagabundeo intelectual de un escritor que confiesa su insobornable desorientación al llegar al cruce de algunas calles. Para el autor de El pasado esas "zonas síntoma" nos devuelven a un estado infantil y evidencian cierta indefensión ante el callejero, las fisuras de la mejor deriva. Pauls destacó cambios entre la Buenos Aires de 2005 y la de hace 20 años, que se filtran en la producción artística: la pérdida de la "sensación de unidad, de continuo" ("hoy salgo de mi barrio y siento que voy a otra ciudad, a otro país; da un poco de miedo") y una nueva "dimensión olfativa", cierta "pestilencia". "Antes la ciudad no olía; hoy, los olores hacen de Buenos Aires una ciudad mucho más material, más corporal, más latinoamericana".
Para cerrar una noche en la que los marcianos del DF se perdieron y tan a gusto en la avenida de Corrientes (sede del encuentro y calle que sigue teniendo el encanto de convocar librerías de trasnoche para insomnes, una oferta teatral que siempre ofrece alguna opción y pizzerías de antología), Mario Bellatin hizo una suerte de "lectura-instalación", reproduciendo un texto grabado, acompañado de diapositivas que recrearon su relato Perros héroes. Su protagonista, "el hombre inmóvil", es un tetrapléjico que vive rodeado de 20 perros pastores belga malinois a los que adiestra "para matar a cualquier intruso de un solo mordisco en la yugular". "Mi idea era ilustrar el viaje a través de la ciudad, usando el periódico Segunda Mano, gracias al cual encontré a este hombre", explicó. El escritor halló un aviso en el cual se ofrecía permutar un teléfono móvil por un perro, llamó y quedó fascinado por el personaje. "Nadie podía creer que fuera real y uno de los desafíos fue demostrar que no había en el relato ni un ápice de ficción". Metáfora del mentiroso sueño de hipercomunicación urbana o síntesis del autismo global, el perro que Bellatin se llevó a casa se llama Nokia.
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