Un obispo contra un trasvase
Luis Flávio Cappio amenaza con volver a la huelga si Brasil no frena el proyecto
Un grupo de indios de las tribus trucá y tumbaiaiá dieron abrigo día y noche al obispo Luis Flávio Cappio durante sus 11 días de huelga de hambre, en protesta contra el proyecto de trasvase de las aguas del río San Francisco. Los indios hacían ritos tribales alrededor de la capilla con cantos y danzas. Cuando hasta allí llegó el jueves pasado Jaques Wagner, ministro de Lula, para negociar con el obispo. Los indios, antes de dejarle entrar en la capilla, lo envolvieron en círculo con sus ritos. Asustado, el ministro preguntó a los periodistas: "¿Puedo ya salir de aquí?". Salió sólo cuando los indios decidieron que estaba ya purificado para abordar a monseñor Cappio.
El obispo en huelga de hambre, un religioso franciscano, licenciado en Economía, mantuvo en todo momento su sonrisa de hombre de paz, pero también su voluntad inquebrantable de ayunar hasta morir, como había dejado constancia ante un notario. Lo habían entendido muy bien desde el papa Benedicto XVI -que intervino enseguida para que el religioso desistiese de su gesto "en pro de su vida"- hasta el presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, que movilizó a toda su diplomacia para convencer al obispo de desistir de su ayuno.
El trasvase de las aguas del río San Francisco, que levanta polémicas desde hace 20 años, estaba proyectado como la obra que dejaría huella en el Gobierno del primer presidente norestino y de orígenes humildes. Las obras que estaban para comenzar hubiesen ayudado a la imagen positiva de su Gobierno en un momento de fuerte crisis política y de escándalos de corrupción. Y no quería que el ayuno de un obispo dispuesto a morir pudiera echárselas abajo.
La condición del obispo era bien clara: sólo desistiría si Lula le prometía por escrito que iba a desistir del proyecto, hasta que tuviese lugar un gran debate nacional y hasta que quedara claro que la obra faraónica, en caso de realizarse, iba a ayudar sobre todo a las poblaciones más pobres del noroeste en vez de ser, como él llamó al proyecto, un "hidronegocio" para los más ricos.
La decisión tomada por el obispo Cappio, el jueves, de suspender la huelga de hambre, "en favor de la vida", tras recibir al ministro de Lula no fue, sin embargo, tan definitiva como pareció en un primer momento. En su encuentro con el ministro, el obispo y sus colaboradores habían entendido que Lula aceptaba suspender el inicio de las obras durante todo el tiempo necesario para abrir un debate nacional. Por eso interrumpió el ayuno.
Cuando el ministro Wagner salió de la capilla, interrogado por los periodistas dijo: "¿Quién ha hablado de suspender las obras?". El obispo conoció más tarde las palabras del ministro y su reacción fue tajante: "Si él afirmó eso, no está diciendo la verdad". Y añadió: "Si ellos no cumplen lo prometido, yo me vuelvo a Cabrobó y reanudo la huelga de hambre".
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