José Corredor-Matheos gana el Nacional de Poesía con 'El don de la ignorancia'
El poeta manchego afincado en Barcelona muestra su devoción por la literatura asiática
La economía siempre ha sido un valor totémico para José Corredor-Matheos (Ciudad Real, 1929). La economía de medios expresivos, se entiende, que le ha hecho componer poemas incluso un día en que fue a hacer la declaración de la renta. "Me vino el impulso", dice desde Barcelona este profesor y crítico de arte, autor de más de 15 poemarios desde que publicara el primero en 1953, y que ayer ganó el Premio Nacional de Poesía -dotado con 15.000 euros- por El don de la ignorancia (Tusquets), una obra en la que la admiración del autor por la tradición del Extremo Oriente resuena en cada página.
José Corredor-Matheos no concibe que la voluntad y la razón sean la materia prima de los poemas. "Sirven para moldearlos, pero la poesía surge de un impulso", asegura el escritor. Un impulso que él ha ido atemperando con una admiración infinita por escritores chinos ancestrales como Li Po, Tufu o Wang-Wei, pertenecientes a la dinastía Tang. Del primero tomó prestada su voz para Carta a Li Po, uno de sus libros de iniciación, toda una declaración de intenciones que jamás ha estado sujeta a las modas: "No es que los admire ahora, que está en boga todo ese gusto por lo oriental, los admiraba ya cuando a nadie le interesaban, cuando lo que se hacía era poesía social, así que imagínese", dice Corredor-Matheos.
Esa manía suya de ir por libre se ha visto recompensada ayer con el Premio Nacional de Poesía, que otorga el Ministerio de Cultura, con un jurado compuesto por Luis Mateo Díez, de la Real Academia Española; Basilio Losada, de la Real Academia Gallega; Lourdes Otaegi, de la Real Academia de la Lengua Vasca; Carles Miralles, del Instituto de Estudios Catalanes; Luciano Rodríguez, de la Asociación Española de Críticos Literarios; Juan Mollá, de la Asociación Colegial de Escritores; Antonio Hernández, Joaquín Verdú de Gregorio, Carmen Revilla, Amalia Iglesias y Chantall Maillard, autora galardonada en la edición anterior.
Corredor-Matheos atendía ayer con paciencia, incluso con carcajadas, el teléfono impertinente, que no dejó de sonar en todo el día desde que le comunicaran el fallo, a la una de la tarde. Pero el premio era lo de menos. Él tenía cuerpo de hablar de poesía, de su poesía. "Busco la esencialidad, la desnudez, además de mi admiración por los poetas chinos, japoneses, coreanos, estoy en esa línea occidental que han desarrollado San Juan de la Cruz, Garcilaso, Bécquer, Juan Ramón Jiménez", aseguraba.
De todos ellos exprime Corredor-Matheos un compromiso con la esencia. De otros admira el amor por la naturaleza. "La naturaleza es una constante en mi obra, lo mismo que los animales, en mis libros hay muchos animales", cuenta. Y una limpieza de expresión, de lenguaje, de recursos, que cree que ya es consustancial y no simple influencia. "Eso espero, me he dado cuenta de que eso ha sido una constante en mi obra ahora que he reencontrado poemas míos de cuando tenía 15 y 16 años y respondían a eso mismo".
No pone títulos, lleva siempre una libreta a mano y un bolígrafo, por si le asaltan las ganas. "Escribo en los trenes, en los aviones y un día, cuando fui a hacer la declaración de la renta, se me ocurrió uno y lo hice", confiesa. "Fue en el mes de mayo, que es cuando se hacen esas cosas espantosas y se me ocurrió mirando por la ventana a los árboles desde aquel sitio horrible". ¿Y le salió positivo o negativo? "Positivo, creo", dice partiéndose de risa.
Pero no sólo de poesía come espiritualmente Corredor-Matheos, que publica desde 1953, cuando apareció Ocasiones para amarte, su primer libro. "El arte es fundamental en mi vida", asegura el escritor y profesor de Historia del Arte, académico de San Fernando. "Si tuviera que equiparar mi poesía a un movimiento artístico me quedo con el expresionismo abstracto", afirma. Y con un pintor: "Mark Rothko", dice sin dudar.
Babelia
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