Política líquida

¿Por qué los políticos no hablan claro? ¿Por qué tanto malentendido? Zapatero se ve con Mas y saca unas conclusiones que no coinciden con lo que dice Moncloa; Mas se ve con Maragall y cree que ha llegado a un acuerdo que el presidente catalán niega; Rajoy ve a Zapatero y sale diciendo que aún no sabe por qué ha sido convocado. Y así sucesivamente. Con Felipe González, con José María Aznar, con Jordi Pujol estas cosas no pasaban: todo el mundo entendía cuándo decían "sí" o cuándo decían "no". Eran políticos de la vieja usanza, de los que todavía creían en cierta superioridad del Estado. ¿Cómo hay que entender este desplazamiento hacia la confusión? Quizás sea una consecuencia del paso a un universo pospolítico. En la medida en que el poder cada vez está más en otras partes, la política se hace retórica y confusa. De alguna manera hay que disimular la impotencia. Pero la política es palabra y cuando la palabra no es clara es difícil saber dónde estamos. Nadie se atreve a marcar los límites de lo posible, porque la política también es líquida, es decir, de perímetro variable. Lo que ayer no valía hoy vale o viceversa. Así estamos a 24 horas de la votación final del Estatuto catalán: tratando de buscar palabras que permitan a las dos partes decir que dicen lo que quieren que digan aunque no lo digan. Hasta que, en algún momento, ahora o en las Cortes, alguien diga "no". Y se hable de catástrofe. Quizás, entonces, la política salga de su ensoñación.