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Las tendencias neoyorquinas inciden en el lujo y el ornamento

La Semana de la Moda de Nueva York se cerró ayer con un balance que ha oscilado entre la continuidad y el tránsito: líneas suaves, el color blanco y el deseo del lujo, son constantes que se llevan bien con el adorno, la variedad cromática y las previsiones de temporada. El viernes por la noche, los desfiles de Calvin Klein, Custo Barcelona y Zac Pozen, entre otros tradicionales de la cita neoyorquina, dieron paso a la recta final de una edición que esta vez ha reducido sus desfiles.

La Olimpus Fashion Week coincidía esta vez con la Asamblea General de las Naciones Unidas: lo que dejaba una ciudad tomada para garantizar, aún más si cabe, la seguridad. Gran parte del centro estaba cerrado al tráfico rodado, y Times Square no se libraba de sufrir, por reflejo, esos atascos monumentales. El resultado inmediato es que todo empieza tarde y con nervios, lo que se va borrando a medida que ese poder fantástico de la moda, va bordando una vida paralela, efímera y fantástica. La pasarela de Bryan Park no es solamente un escaparate virtual sino una estudiada amplificación de vectores o rumbos del Mercado en este país y con una influencia creciente en el ámbito europeo. La presencia de Custo Barcelona, desde hace nueve temporadas, es una muestra de ello. Los exitosos desfiles de Nueva York han hecho lo suyo en la amplificación internacional de Custo y su implantación por todo el mundo.

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Tras el desfile de Calvin Klein, basado en el color blanco, el camisero y sus variantes, Custo Barcelona llenó la pasarela con un desfile muy orgánico y más custom que nunca, volviendo a las raíces de su estilo después de devaneos no demasiados afortunados. Su verano de 2006 será con rayas anchas de presidiario en combinaciones insólitas (limón y verde; fresa y naranja: sin miedo), una protofemineidad sensual y expuesta a través de la silueta, el regreso a una gráfica potente, propia y hasta irónica, ningún miedo a los brillos, los adornos ni al recamado, y sobre todo, al patrón complejísimo de cortes, con texturas ajenas que se encajan para dar un dibujo maestro (una especie de tetris del traje) que desde hace tiempo ha hecho las forjas de su estilo.

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