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Crítica:ESTRENO | 'Wilby wonderful'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Anticuada independencia

Javier Ocaña

Detrás de la apacible vida de un pueblo, por mucho que su entrada esté adornada por un enorme cartel que rece sus maravillas con la frase Wilby wonderful, se esconden las habituales miserias de la sociedad contemporánea. Con la particularidad de que, como todo bicho viviente se conoce, cualquiera sabe al dedillo quién es el cornudo, el suicida, la promiscua, el homosexual y hasta el corrupto de la localidad. A lo largo de la última década y media, el cine independiente americano, sobre todo el estadounidense, se ha dedicado con pasión a retratar este ambiente pueblerino en películas con más o menos hallazgos, pero con semejantes planteamientos estilísticos y de fondo. La canadiense Wilby wonderful, segunda obra de Daniel MacIvor (autor inédito en España), reincide en esta tipología, un cine que ya hace tiempo que agotó su capacidad para sorprender.

WILBY WONDERFUL

Dirección: Daniel MacIvor. Intérpretes: Callum Keith Rennie, James Allodi, Sandra Oh, Paul Gross. Género: comedia dramática. Canadá, 2004. Duración: 103 minutos.

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'Wilby wonderful' muestra los claroscuros de la vida sencilla

Los prolongados silencios; los personajes un tanto excéntricos; las miradas esquivas; los sueños apagados; los encadenados musicales cargados de canciones de pop melancólico que siguen el quehacer diario de los protagonistas, el pausado ritmo... Señas de identidad que podrían hacer intercambiables las secuencias de Wilby wonderful y las de filmes como Simple men (Hal Hartley, 1992), La historia del Spitfire Grill (Lee David Zlotoff, 1996) o The station agent (Thomas McCarthy, 2003), por poner sólo un puñado de ejemplos.

MacIvor huye de lo terrible y evita trastornar al espectador con desenlaces dramáticos que, sin embargo, hubieran sido consecuentes con lo mostrado hasta entonces a lo largo de la historia. La intención del director y guionista es acariciar la piel de sus criaturas y pellizcarlas de vez en cuando, pero nunca provocarles el dolor que, sin duda, conllevan casi siempre los sucesos que les ha tocado vivir. Así, bajo un manto de excentricidad introducida un tanto a destiempo y de un sentido del humor en ocasiones demasiado ingenuo, MacIvor culmina su relato con un esperanzador final feliz tan legítimo como artificioso.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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