El vino del Penedès
En los últimos días de agosto y hasta finales de octubre, a la hora del crepúsculo, se pueden ver en el Penedès colas de tractores rebosantes de uvas recién vendimiadas que van camino de las bodegas. Es la época más importante del año. Le seguirán fiestas, ferias y catas para promocionar los caldos que saldrán de esas uvas. El proceso dura todo el ciclo anual y se controla cualquier detalle que pueda estropear el resultado final, cuando se descorcha la botella y uno tiene el placer de beber un cava o uno de estos vinos.
Desde tiempos ancestrales, civilizaciones distintas han vivido en las tierras del Penedès y todas han mantenido la tradición de cultivar la vid. Documentos varios y un gran número de piezas que se conservan en el Museo del Vino de Vilafranca, tales como ánforas púnicas y grecorromanas, dan prueba del paso de culturas que dejaron su huella y su saber. Pero la verdadera evolución del vino se produjo en el siglo IV a.C., con el paso de mercancías por la Vía Augusta, que cruzaba el Penedès, desde el puente del Diablo de Molins de Rei hasta el arco de Barà de Tarragona. En la Edad Media se mantuvo la producción, que disminuyó con la invasión árabe. Con la llegada del orden del Císter y los benedictinos se planteó la necesidad de cultivar la vid a fin de obtener el vino necesario para las celebraciones eucarísticas.
Las viñas de la comarca son pequeñas, pasan de padres a hijos y sirven para que cada bodega elabore su propio vino
Los primeros brandies se destilaron en el siglo XIV, siguiendo las fórmulas secretas del médico y ocultista Arnau de Vilanova. En 1872 nacía el vino espumoso que daría fama mundial a esta comarca. Pasada la filoxera, se renovaron las cepas y se empezó a elaborar cava de gran calidad, que pronto conquistó los mercados. La influencia del mar y del sol, el clima suave y el cuidado exquisito de los productores, tanto en el campo como en la elaboración de caldos, hacen que el resultado sea inmejorable.
La geología del Penedès es muy variada y con escasa superficie. Son tierras profundas, que dejan filtrar el agua de lluvia fácilmente; son pobres en materia orgánica, calcáreas y poco fértiles. Los campos quedan protegidos de los vientos fríos, pero la comarca queda abierta al mistral y a los vientos de poniente. En verano sopla la virazón (marinada) y en otoño y primavera los campos pueden estar cubiertos por una espesa niebla, que, junto con la escarcha del verano, favorece la humedad de la vid, aunque puede dar paso a las invasiones de mildiu.
El Penedès puede llegar a altitudes de 800 metros, lo que hace que estas viñas sean unas de las más altas de Europa. Allí se cultiva la variedad blanca tradicional de la zona, parellada, que produce vinos aromáticos de graduación moderada y aroma fresco. Los vinos de aguja y los rosados son de gran fragancia y en los últimos años se elaboran tintos con cuerpo y gran aroma. En el Penedès predominan las explotaciones pequeñas que han pasado de padres a hijos. La mayor parte de sus bodegas elaboran los vinos de sus propias viñas. Esta peculiaridad favorece el resultado final porque el viticultor controla todo el trabajo y crea su propio estilo.
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