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Columna
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El vino del Montsant

El Montsant es una montaña rocosa espectacular que cambia de color según la hora y que en su día sirvió de refugio a muchos eremitas, buscando silencio y paz. Los vinos que provienen de esta zona podrían confundirse con los del Priorat por su aproximación, pero la variedad de la tierra -pizarra, arenisca, arcilla y calcárea-, los microclimas y la diferencia de altitud entre una terraza y otra los hacen únicos. Ulldemolins, Cornudella, La Figuera, Cabacés, El Masroig, Pradell, Capçanes... son parte de los 14 pueblos apiñados en esta zona vitícola. Aunque desde algunos apenas se divisa el Montsant, todos forman parte de la DO Montsant -antes DO Tarragona, subzona de Falset-.

Desde la llegada de los romanos a la provincia Tarraconense, en el 218 a. C., se creó en estas tierras una manera de vivir tal como lo hacían en Roma. El consumo de vino era fundamental, como pueden atestiguar los restos de ánforas encontrados en Marçà. En un principio eran para el consumo propio, pero durante el siglo I d. C. se exportaba el vino de la Layetana. La gran expansión del vino de los pueblos del Montsant tuvo lugar durante la Reconquista, cuando muchos cristianos se establecieron en esta montaña en busca de paz. A finales del siglo XIX, antes de la filoxera, no quedaba en esa tierra ni medio metro sin una cepa. La plaga dejó los campos vacíos y no fue hasta mediados del siglo XX cuando se empezó a replantar la vid, pero sólo una quinta parte de las viñas originales. En el año 2001 se creó la denominación propia que revalorizó los vinos del Montsant. Ahora se pueden encontrar en cualquier restaurante de prestigio.

En los últimos años, la DO Montsant ha experimentado un gran cambio en el proceso de elaboración de sus vinos

En los últimos años, la DO Montsant ha experimentado un gran cambio en el proceso de elaboración de sus vinos. Jóvenes enólogos controlan desde las cooperativas que las cepas estén en condiciones, que la vendimia y el transporte sean correctos... El resultado es un vino de un color intenso y una graduación elevada que, por ejemplo, enamoró a un rabino en la feria del INCAVI que se celebró en París en 1995. Desde entonces la comunidad judía compra sus vinos en la cooperativa de Capçanes, bajo la supervisión del rabino.

La variedad de la uva es la garnacha, que, junto con la cariñena, da carácter a sus vinos. Uno de los grandes valores de sus cepas es que muchas de ellas son centenarias, lo que ha provocado que los payeses veteranos se replanteen una manera nueva -más cuidada- de vendimiar. Estas cepas producen poco, pero van muy buscadas porque producen vinos de gran calidad. Es lo que podríamos llamar "la revolución del vino", algo que empezó en el Priorat y que, vistos los buenos resultados, ha animado a sus vecinos a renovar y cuidar hasta el último detalle para que la producción sea mucho más que un vino de garrafa o el vino que se vendía en otras bodegas para aumentar el grado.

Fue el cambio definitivo que catapultó los vinos de estos pueblos, el 80% de los cuales se exportan a Alemania y Estados Unidos. La riqueza del suelo, la luz, el color de los campos y el arte del payés y el enólogo se traducen en la riqueza de los vinos del Montsant, como si parte de este paisaje se concentrara en cada botella.

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