Incompetencia y engaño
Las autoridades policiales de Londres reconocieron que la muerte a tiros del brasileño Jean Charles de Menezes, confundido con un terrorista un día después de los atentados fallidos del pasado 21 de julio en la capital británica, se debió a "un trágico error". Lo fue sin duda, pero ahora se sabe también que la versión oficial de las circunstancias que rodearon el hecho contenía varias falsedades. Error por incompetencia más mentira destinada a disimularla forman una combinación fatal para la credibilidad de las autoridades implicadas. Precisamente cuando más la necesitan frente a la amenaza del nuevo terrorismo de masas.
La filtración a una cadena de televisión de grabaciones en vídeo y otros elementos que maneja la Comisión Independiente de Investigación ha desmentido lo esencial de la versión que presentaba la muerte del brasileño como resultado de las actitudes de la víctima. Ni llevaba una larga gabardina tras la que podría ocultar explosivos, ni desobedeció las órdenes de los agentes echando a correr y saltándose la barrera del metro. Las grabaciones no muestran evidencia alguna de los "comportamientos sospechosos" de que hablaron los responsables policiales, sino todo lo contrario: un hombre que viste una cazadora corta, camina tranquilamente, se entretiene en recoger un periódico gratuito y toma asiento en el vagón de metro en el que lo matarían.
Es cierto que los atentados de masas con ejecutores suicidas plantean problemas dificilísimos a los encargados de evitarlos. Pueden obligar a tomar decisiones de vida o muerte en segundos, con el riesgo de que el terrorista active su mortífera carga. De ahí las disposiciones más permisivas sobre el uso de armas por la policía que entraron en vigor en el Reino Unido tras los 56 muertos del 7 de julio. Incluso en un país en el que la mayoría de sus agentes van desarmados, la opinión pública puede aceptar esas disposiciones ante la gravedad del desafío. Pero a condición de que se utilicen con responsabilidad.
En este caso, la investigación revela incompetencia profesional, antes de los disparos, y deseo de taparla, tras ellos: el policía que siguió al brasileño dice que no pudo verle bien porque cuando salió de la casa vigilada él estaba orinando; y no se entiende que si se sospechaba que llevaba explosivos no le detuvieran antes de que subiera al autobús o entrara a la estación de metro. Y luego de matarlo, mintieron. La experiencia indica que en situaciones extremas la opinión pública puede llegar a perdonar el error y hasta la incompetencia policial; pero es mucho más difícil que acepte ser engañada.
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