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Reportaje:INFORME

Muerte y esperanza en Níger

Eneh, una mujer de 47 años que aparenta 20 más, levanta el brazo derecho y saluda con el pulgar a la tropa de periodistas que se acercan al Centro Nutricional de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Maradi. "¡Lafia lau!" ("¡Buena salud!"), "¡Rainke idede!" ("¡Larga vida!"), exclama en la lengua de los hausas, una de las tribus mayoritarias en Níger. Las dos frases parecen dardos porque, con el otro brazo, Eneh sostiene a su nieto, un bebé de 11 meses cuyo peso no llega a los tres kilos.

Al igual que los otros niños que ocupan la tienda de cuidados intensivos, el bebé tiene muchas probabilidades de morir en los próximos días. "Mi hija murió poco después de dar a luz y yo he tenido que hacerme cargo de él. Está enfermo y soy muy vieja para amamantarlo. El año ha sido muy malo para la cosecha y no hemos tenido dinero para alimentarnos bien", comenta.

La escasez de alimentos afecta a 3,6 millones de habitantes de los 12 de Níger. Unos 800.000 pueden morir de hambre en cuestión de semanas
Con el mijo a precios prohibitivos, se preparan potajes con hojas y frutos poco maduros que causan diarrea al mezclarse con agua en mal estado
Sólo un 4% de la tierra de Níger es cultivable, lo que convierte a este país en uno de los más pobres del mundo, sólo por detrás de Burkina Faso
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África tiene hambre y sed

El nieto de Eneh es uno de los 800.000 niños que pueden morir de hambre en las próximas semanas en Níger (12 millones de habitantes), donde la escasez de alimentos afecta a 3,6 millones de habitantes. Los médicos de la ONG internacional no quieren reconocerlo abiertamente, pero sus caras reflejan pesimismo cuando se les pregunta si los alimentos que están llegando estos días desde Occidente podrán cambiar la suerte de los más graves. "Para éstos quizá sea demasiado tarde. Si están en cuidados intensivos es porque sufren de malnutrición aguda, es decir, que ya no pueden ingerir. El problema es que la mayoría de ellos padece además una enfermedad, probablemente causada por la malnutrición", explica Ernesto Paredes, un médico de la organización. Aun así, asegura que las sacas de alimentos podrán salvar las vidas de aquellos que aún no han entrado en esa fase crítica.

Maradi, muy cerca de la frontera con Nigeria, es una de las zonas más castigadas por la hambruna. Allí, el hospital de campaña levantado por MSF acoge cada día a unos 300 niños menores de cinco años que se distribuyen en grandes tiendas según su grado de desnutrición. Las madres, muchas de ellas enfermas, pasan todo el tiempo pegadas a sus hijos, mientras esperan la visita de las enfermeras que revisan las gráficas donde se controla el peso de los niños.

Siempre vitaminas

Los ingresados en la fase 1, de urgencia, reciben ocho raciones diarias de un preparado de leche y vitaminas. "Cuando conseguimos que pesen 7,5 kilos durante dos días seguidos los consideramos recuperados. Entonces se pueden ir a casa con sus familias", señala Paredes. En ese momento, los niños reciben una pasta de cacahuetes y vitaminas que les ayudará a sobrevivir.

Para evitar que los adultos de las familias, formadas normalmente por unos ocho miembros de media, se coman la ración del niño, las organizaciones de ayuda les distribuyen sacos de arroz y botellas de aceite. "Los pequeños son los más vulnerables", comenta el médico.

La crisis alimentaria de Níger se ha agravado, pero ya era seria. Fuentes de MSF señalan que la organización ha atendido a 12.000 niños en lo que va de año. El año pasado atendieron a 10.000. Es evidente que la sequía y la crisis han agravado un problema que ya existía.

La subida de los precios del mijo, el alimento base en la dieta de los nigerinos, ha hecho aún más difícil la situación. El saco de 100 kilos cuesta hoy más de 22.000 francos CFA (unos 33,50 euros), en lugar de los 10.000 francos (unos 15 euros) que costaba antes de la crisis.

Con el mijo a precios prohibitivos, las familias se han dedicado a preparar potajes con hojas y frutos poco maduros que al mezclarse con agua en mal estado han provocado diarreas y la consiguiente pérdida de peso. En algunas villas cerca de Maradi, sus habitantes se han visto obligados a robar el grano de los hormigueros para poder comer.

Sólo un 4% de los 1.267.000 kilómetros cuadrados de la superficie de Níger -algo más de tres veces España- es terreno cultivable. Eso convierte al país en uno de los más pobres del mundo, sólo precedido por Burkina Faso, según la clasificación de la ONU. En el Informe sobre Desarrollo Humano elaborado por la organización internacional en 2004, Níger aparece a la cola en todas las clasificaciones: tasas de alfabetización muy bajas, poco compromiso con el desarrollo de la mujer, falta de tecnología, pobres redes de saneamiento y agua... Todos esos obstáculos impiden el desarrollo de este país, que hace poco ha visto condonada su deuda internacional junto con otros países africanos, cuya esperanza de vida al nacer es de 46 años.

La carretera que va desde Maradi hasta Niamey, en el sureste del país, es una procesión de personas famélicas de todas las edades. Cada vez que un coche aminora la marcha al paso por uno de los pueblos de adobe que se encuentran en el camino, decenas de niños acuden con fiambreras de plástico esperando que los ocupantes del vehículo las llenen con limosna.

El futuro lejano de Níger pasa por aprovechar la condonación de la deuda para establecer las bases de un desarrollo que no permita que las plagas o las sequías diezmen la población. Pero eso importa ahora poco. La preocupación inmediata de la gente es sobrevivir a agosto, el mes en el que más casos de malaria se dan, y que este año puede aniquilar a todo aquel que no tenga las suficientes defensas en su organismo para hacer frente a la enfermedad.

Pese a ello, los nigerinos siguen regalando saludos cargados de buenos deseos: "¡Lafia lau!", "¡Rainke idede!". Siempre hay una sonrisa de hospitalidad para cualquiera que pase por allí. En Níger sobran fiambreras en las manos y faltan dientes en las bocas.

Niños de Níger con sus madres reciben alimentos en un centro especializado en nutrición de Maradi.
Niños de Níger con sus madres reciben alimentos en un centro especializado en nutrición de Maradi.AP

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