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El PT teme que el escándalo salpique también a Lula

El presidente de Brasil asegura que las élites no le van a obligar "a bajar la cabeza"

Juan Arias

La nueva dirección del Partido de los Trabajadores (PT), en el poder en Brasil, teme que el escándalo de corrupción que en las últimas semanas se ha llevado por delante a la cúpula del partido, salpique también al presidente brasileño y líder de la formación, Luis Inácio Lula da Silva. El PT ya prepara la estrategia para proteger a Lula tras las revelaciones que han abierto interrogantes sobre la actuación de alguno de sus amigos e incluso de uno de sus hijos.

Que la crisis no va a respetar a Lula lo demuestra el hecho de que la nueva dirección del PT estuvo el sábado reunida ocho horas a puerta cerrada para tratar la estrategia a seguir en el caso que se llegue a una moción de censura contra Lula. El nuevo presidente del partido, Tarso Genro, ha expuesto la necesidad de "refundar" la formación a partir de sus escombros.

El problema es que los escándalos de corrupción se están confirmando día tras día, con una lista que afecta a más de 100 políticos que habrían sacado dinero del Banco Rural, en el que operaba el empresario de la publicidad Marcos Valerio, a quien el PT adeuda 90 millones de reales (unos 30 millones de euros). Los escándalos ya no se restringen al PT, sino a muchos miembros del Gobierno y cada vez se estrecha más el cerco en torno a Lula: el ex tesorero del partido Delubio Soares, considerado el centro de la distribución de dinero a los diputados, es amigo del presidente, a quien ha acompañado en viajes al extranjero.

Además, los documentos que van llegando a la Comisión de Investigación del Parlamento están confirmando que no hubo sólo un delito electoral, como insinúa el PT, que rechaza que se trate de un caso de corrupción, sino que se ha comenzado a sospechar que los movimientos de las tarjetas de crédito del ex tesorero del partido podrían haber favorecido a alguno de los hijos de Lula y hasta cancelar deudas personales del presidente. Se trata de hechos aún no comprobados y que la presidencia de la República no ha querido comentar.

No obstante, para agravar las cosas, el ex líder del Partido Laborista Roberto Jefferson, quien desató el escándalo al denunciar que el PT pagaba a diputados de grupos aliados, ha amenazado con apuntar directamente a Lula: ha hecho saber que, ante el temor de que pueda perder su acta de diputado, quizá se acuerde ahora "de algunas cosas que no contó sobre el presidente Lula".

Según los amigos más cercanos al presidente, Lula está en un estado a medio camino entre la depresión y la indignación con su partido. Por eso ha emprendido una línea de defensa de su mandato, al parecer aconsejado por su asesor Duda Mendoza, quien creó durante las elecciones el lema de "Lulinha, paz y amor" para quitarle a la clase media el miedo a un Lula con fama de sindicalista implacable contra los ricos.

Lula, que ha nombrado ministro de Trabajo al presidente de la CUT (Central Única de los Trabajadores), se encontró la semana pasada con varios grupos de trabajadores, entre ellos sus antiguos compañeros metalúrgicos de ABC de São Paulo, ha comido con ellos y les ha arengado como en sus tiempos de sindicalistas con discursos inflamados que han preocupado a la clase empresarial.

Ante los gritos y aplausos de más de 1.000 obreros, Lula dijo que él era hijo de unos padres analfabetos que le habían enseñado que tenía que ir por la vida "con la cabeza erguida", y que por eso "las élites del país" no le van "a obligar a bajar la cabeza". Y añadió: "Entre los 180 millones de brasileños aún tiene que nacer quien sea capaz de darle a él lecciones de honradez y de ética". Los sindicalistas le dijeron a Lula que si alguien intentase derribarle del poder, ellos "saldrían a la calle a defenderle". La crisis ha empezado a afectar a la economía, hasta ahora inmune a la polémica: el real perdió ayer el 2,9% con respecto al dólar y la semana pasada tuvo la mayor caída de todo el año, informa Reuters.

Un hombre traslada los restos de un coche quemado y abandonado en Río de Janeiro.
Un hombre traslada los restos de un coche quemado y abandonado en Río de Janeiro.REUTERS

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