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Reportaje:LUCHA CONTRA EL TERRORISMO | Error de la policía británica

"No se puede ir disparando por la calle"

Los amigos del brasileño muerto por la policía en el metro de Londres rechazan la versión oficial

Guillermo Altares

Gesio d'Avila, de 37 años, estuvo esperando en la estación de metro de Kilburn, al norte de Londres, a Jean Charles de Menezes durante bastante tiempo. Como se retrasaba mucho, algo completamente inhabitual, y llegaban tarde a un trabajo, empezó a llamarle al móvil, pero no respondía. Pensó que su amigo lo había perdido. Se fue preocupado. Lo que no podía imaginar, y no lo descubriría hasta la una de la mañana, es que sólo unos minutos antes, el electricista brasileño había sido tiroteado por la policía en la estación de metro de Stockwell, al sur de la capital británica, porque los agentes lo habían confundido con un terrorista suicida durante la operación para capturar a los cuatro responsables de los atentados fallidos contra Londres del jueves.

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Bajo una intensa y persistente lluvia, unos 30 brasileños se congregaron ayer ante el Parlamento británico y, posteriormente, ante la sede de Scotland Yard para protestar y pedir justicia por la muerte de Menezes, de 27 años, nacido en el estado brasileño de Minas Gerais, que llevaba tres años en Londres. D'Avila, instalador de alarmas antiincendio, era compañero de trabajo y uno de sus mejores amigos. Reconoce que todavía no puede creerse el motivo por el que Menezes nunca llegó a esa cita.

"Le estuve llamando al móvil durante todo el día, pero no había forma de encontrarlo. En la noche del viernes al sábado, en torno a la una de la madrugada, me llamó la policía y me preguntó si yo había realizado numerosas llamadas a ese número. Al poco tiempo se presentaron dos agentes, un superintendente y un inspector. Me preguntaron por qué había intentado ponerme en contacto reiteradamente con un sospechoso de terrorismo y les respondí que era imposible, que no podía tratarse de la misma persona, que yo estaba llamando a un amigo electricista. Me enseñaron la foto de Jean Charles y entonces me dijeron: 'Puede que la persona de la que estamos hablando esté muerta", relata D'Avila.

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Menezes había recibido cinco disparos en la cabeza a las diez de la mañana en un andén de la estación de Stockwell tras una breve persecución policial y murió en el acto. En un principio, el jefe de Scotland Yard, Ian Blair, indicó el viernes por la tarde que "el tiroteo" estaba relacionado con la "operación antiterrorista en marcha" y que los agentes dispararon contra un hombre "que se negó a seguir sus órdenes". El sábado por la tarde, la Policía Metropolitana emitió un comunicado en el que reconocía su "trágico error" y aseguraba que Menezes no tenía nada que ver con el intento de atentado del 21 de julio ni con los ataques del 7-J, que provocaron 52 muertos, además de los cuatro suicidas.

"El hombre salió de una casa en Tulse Hill que se encontraba bajo vigilancia y que estaba relacionada con la investigación del jueves 21 de julio. Fue seguido por agentes de vigilancia hasta el metro. Sus ropas y su comportamiento acrecentaron sus sospechas", agrega el texto policial. Una visita al barrio donde vivía Menezes deja muchas preguntas en el aire.

Situada en Tulse Hill, en el barrio de Brixton, la urbanización donde vivía el electricista brasileño estaba siendo vigilada por la policía dentro de la operación de caza y captura de los cuatro terroristas fugados. Allí han sido detenidas tres personas durante la investigación. Es una urbanización bastante grande, con apartamentos situados en amplias casas de dos alturas, que se encuentra actualmente acordonada por las fuerzas de seguridad. Menezes comenzó a ser seguido, pero no fue directamente al metro, porque está muy lejos, sino que, como hacía habitualmente, se subió a un autobús de la línea 2 que pasa primero por la estación de Brixton y luego por la de Stockwell.

Es un trayecto de unos 10 minutos. Pero, como se preguntó Alex Pereira, un primo de Menezes, en declaraciones a la BBC, "¿cómo es posible que permitan subirse a un autobús a alguien de quien sospechan que puede ser un terrorista suicida cargado de explosivos?". La persecución comenzó al bajarse del autobús: fue entonces cuando la policía dice que Menezes empezó a correr tras negarse a obedecer sus órdenes. Fue abatido de cinco tiros en la cabeza cuando, según relató un testigo a la BBC, se encontraba reducido en el suelo.

Tras lamentar profundamente lo ocurrido, un portavoz de Scotland Yard aseguró ayer: "Supongo que éstas son el tipo de preguntas que los responsables de la investigación se harán, pero es algo sobre lo que no podemos pronunciarnos ahora". Como ocurre siempre que alguien muere a manos de la policía, los hechos están siendo investigados por una comisión independiente y por las propias fuerzas de seguridad.

Las personas que conocían a Menezes aseguran que no tenía ningún motivo para huir de la policía, que sus papeles estaban en regla -el Ministerio del Interior británico no ha hecho ningún comentario sobre su estatuto legal- y que había vuelto a entrar en el país hace unos seis meses, después de unas largas vacaciones. Sonia María Oliveira, una estilista brasileña de 48 años que veía bastante a Menezes, asegura: "La explicación que han dado no es convincente. No se puede ir corriendo por la calle con pistolas y disparando a la gente".

Otras personas presentes en la concentración aseguran que en Brasil, si aparecen varios hombres armados gritando -los policías iban vestidos de paisano-, lo normal es salir corriendo. También señalan que las sospechas que levantó la gabardina larga que llevaba son absurdas: la mañana de los hechos podían ser templada para un londinense, pero era bastante fría para un brasileño. "Sencillamente, no acepto su versión de los hechos", afirma Caid Caiado, de 37 años, otro amigo de Menezes.

Los padres de De Menezes muestran la foto de su hijo en su casa de la localidad brasileña de Gonzaga.
Los padres de De Menezes muestran la foto de su hijo en su casa de la localidad brasileña de Gonzaga.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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