El 'corralito' italiano
El mercado financiero italiano no está entre los más brillantes de Europa. Su escasa eficiencia es legendaria y los clientes, italianos o extranjeros, pagan las consecuencias de servicios deficientes, retrasos, informatización insuficiente o abusos en los cobros de tasas y comisiones. Con ser esto malo, lo peor es que es un coto cerrado, fuertemente controlado política y empresarialmente, que se niega a mejorar su gestión, bien sea por iniciativas internas -que no existen- o copiando modelos exteriores. El proteccionismo italiano y su tendencia a mantener cerrado su corralito financiero han podido más que las intenciones del BBVA de comprar la Banca Nazionale del Lavoro (BNL). El banco español anunció ayer su renuncia a lanzar una OPA, una vez comprobado que con su oferta no podía conseguir más del 50% del capital. El BBVA ha tirado la toalla y el contrapacto formado en torno a Unipol (una aseguradora dieciséis veces más pequeña que la entidad española) mantendrá sin amenaza de contagio la ineficacia financiera del país transalpino.
Estamos ante un fracaso de las operaciones bancarias transfronterizas y ante una nueva prueba de que algunos mercados europeos siguen protegidos por las instituciones políticas -la actitud del gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, ha ido abiertamente en contra de la oferta del BBVA-, que contradicen la libertad de operaciones en el espacio de la UE. Las autoridades deberían actuar drásticamente contra este tipo de resistencias e intervenciones nada encubiertas.
El BBVA no ha podido vencer las resistencias políticas. Mientras su competidor, el SCH, ha conseguido controlar un gran banco europeo (el Abbey, el sexto del Reino Unido), no ha podido hacer lo propio con el BNL y no logra acrecentar su valor bursátil hasta los 50.000 millones, como pretendía. Además, conocía hasta dónde podía llegar la resistencia política contra su oferta, por lo que cabe deducir que su aproximación al problema del proteccionismo italiano ha sido insuficiente. El fracaso puede verse endulzado por las plusvalías -unos 520 millones de euros, siempre y cuando Unipol cumpla con la legalidad y lance una OPA sobre BNL-. Pero el futuro pinta peor para BNL. No sólo porque dejará de beneficiarse de procedimientos que habrían mejorado su solvencia y ratings, sino también porque queda en manos de un grupo financiero mucho más pequeño, con una capacidad dudosa de gestión y que tendrá que hacer frente a los compromisos financieros obligados de una OPA.
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