_
_
_
_
Reportaje:

El deseo de ser otro

La locura por la cirugía estética arrasa hasta tal punto en España que somos ya los primeros en el 'ranking' de operaciones en Europa. Un libro repasa la historia de esta práctica quirúrgica, describe técnicas y gustos, entrevista a expertos y desvela el futuro del moldeado del cuerpo a la carta.

Lola Huete Machado

El primer protagonista de este libro, titulado simplemente Cirugía estética, es uno mismo. Abres la cubierta, ilustrada con parte de una fotografía de David LaChapelle (Makeover: surgery story), y lo que encuentras es tu propia imagen. Las guardas (hojas que cubren la parte interior de las tapas y la primera y última página de los libros) son aquí plateadas. Y no es casual: se convierten en improvisado espejo donde mirarse, donde contemplarse uno mismo difuminado y preguntarse, quizá, si se gusta así o desea convertirse en otro. Porque nunca antes fue tan fácil mudar de apariencia como ahora. La magia del bisturí. Basta sajar, levantar y estirar la piel de la frente, por ejemplo; o cortar esas protuberancias de la nariz; o dejarse rellenar y enderezar el pecho; o eliminar las grasas de la barriga y los muslos; o alargar el pene… O todo a la vez. Lifting, corrección del arco cigomático, mamoplastia de aumento, liposucción, faloplastia… Éstos, quirúrgicos, y otros muchos, no quirúrgicos (inyecciones de Botox, de ácido hialurónico, colágeno o Goretex), son términos cotidianos de un negocio boyante en todo el mundo. En España crece a un ritmo del 15% y factura ya más de 1.100 millones de euros.

Objeto de consumo. La cirugía estética, convertida en bien de consumo, con clientela femenina mayoritaria (la liposucción y el pecho arrasan) y al alcance de todos los bolsillos. "Es posible que el aumento en las cifras absolutas de personas (los hombres se suman cada vez más) que se someten a operaciones de estética en todo el mundo haga que, en una década, aquellos que no se operen sean una minoría", se lee. Un ejemplo al otro lado del Atlántico: "Entre los asiático-americanos de California, la cirugía del párpado doble se ha convertido en el regalo de los padres a los hijos para celebrar el final de los estudios". Otro a este lado y muy reciente: "La asociación El Defensor del Paciente (Adepa) ha remitido una carta a la titular del Ministerio de Sanidad, Elena Salgado, en la que le pide la prohibición de operaciones de cirugía estética a menores que no tengan un motivo físico importante, como quemaduras, malformaciones o defectos que les afecten psicológicamente". Tal es la avalancha. Y el peligro.

Moldearse el cuerpo en un quirófano, convertirlo en un vestido nuevo según los patrones movedizos de una época, a manos de expertos o quizá no tan expertos: en España, 6.000 médicos practican este tipo de cirugía, pero sólo el 10% son especialistas titulados oficialmente; la mala práctica y el intrusismo afloran, y también las consecuencias, incluso mortales. Adepa informa regularmente del aumento de quejas (casi un millar en 2002). "Uno de los grandes problemas de nuestra especialidad es el incremento acelerado en el número de demandas judiciales", asegura la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre) en su recién publicado Libro blanco de cirugía plástica, estética y reparadora.

El valor exterior. "La belleza es una promesa de felicidad", dejó escrito Stendhal, mientras Dostoievski afirma que ella será la que salve el mundo… Teorías sobre el alto valor de lo físico hay muchas. Y crecen geométricamente gracias al empuje de la publicidad. Ahora bien, ¿está la belleza manipulada, artificial, a la altura de estas tareas? Ésta es la pregunta que movió a Angelika Taschen a editar una obra-compendio sobre la cirugía estética que pretende mostrar lo que significa operarse: así, con todas sus letras, incisiones, cicatrices y consecuencias, buenas y malas. Desde las famosas imágenes del antes y el después de las intervenciones (que algunos países, como Alemania, intentan prohibir porque dan "esperanzas irreales" y "atraen a la gente mostrando algo que sólo se logra en una de cada 10 intervenciones") hasta las de la operación misma, con la sangre que fluye en los quirófanos, y que aquí no se oculta.

"Intentamos arrojar algo de luz sobre la historia y los condicionantes étnicos de la cirugía plástica, y al tiempo responder a varias cuestiones: ¿por qué una persona se somete a una operación estando sana?, ¿por qué someterse a una intervención innecesaria?, ¿qué sienten los cirujanos?, ¿cómo se definen a sí mismos y a sus atribuciones?…", se pregunta, antes de dar paso a 440 páginas sobre la evolución artística, histórica, médica y social de esta práctica quirúrgica que la Secpre define como la rama de la cirugía dedicada a la reparación de las deformidades y la corrección de los defectos funcionales.

Lo histórico ayuda a dar respuestas. La moda del corte y confección corporal fue, en su origen, masculina; cosa de hombres: de la sífilis, la emigración y las guerras. Y de la filosofía, que la hizo asunto de derecho individual. Rehacer el propio yo para encontrar la felicidad. Ese afán tan del siglo XIX se convertiría -sin saberlo- en el motor de este boom que vivimos en el XXI, y que nos convierte a los españoles en líderes. Somos los primeros en operaciones de cirugía estética en Europa: unas mil personas se someten a este tipo de intervenciones cada día, según la revista Consumer; los cuartos en el mundo, tras el trío imbatible formado por Brasil, Venezuela y EE UU (donde se practican 10 millones de operaciones al año), en este orden.

"La cirugía estética es un fenómeno verdaderamente moderno [de la era moderna] que exigió no sólo un conjunto de innovaciones técnicas específicas en cirugía, sino también el presupuesto cultural de que uno tiene el derecho inalienable de modificar, rehacer, controlar, aumentar o reducir su cuerpo con la ayuda de un cirujano", escribe Sander L. Gilman, profesor de ciencias y arte en la Universidad de Atlanta (EE UU) y autor de dos de los 10 capítulos del libro: el más histórico, y otro, importantísimo, relacionado con la etnicidad.

Avanzaron en el XIX las ciencias, la tecnología, la medicina; se descubrió la anestesia; se controlaron las infecciones asociadas hasta entonces a las operaciones…, y la manipulación corporal global vio el cielo abierto. "El miedo que da la capacidad de modificar el cuerpo, igual que ocurre con la clonación, se basa no sólo en los debates teológicos sobre la vida natural, sino también en los conceptos culturales sobre la transparencia del cuerpo. Si éste se modifica, el individuo pierde capacidad para interpretarlo", reflexiona Gilman sobre las dudas que despierta esta práctica quirúrgica. Pero ya antes de ese arranque del XIX hubo precedentes muy importantes (se encuentran técnicas plásticas incluso en papiros egipcios de hace 5.000 años y en la medicina china de hace 7.000, por ejemplo) y avances que se hicieron, sobre todo, por narices.

"Una persona sin nariz está abocada a ser infeliz", afirmaba un hombre fundamental, Gaspare Tagliacozzi (1545-1599), de la Universidad de Bolonia, el primero en documentar e ilustrar una intervención nasal en 1597. ¿Y quiénes no la tenían? Los enfermos de algunos males: la tuberculosis, el lupus, la sífilis. "La misión de la nueva chirurgia decoratoria era reconstruir la nariz de los sifilíticos a fin de que pasaran algo más inadvertidos en la sociedad". Porque fue esta epidemia (empujada, claro, por el nuevo concepto esteticista surgido en el Renacimiento) la que marcó con fuerza el devenir de la cirugía estética ya en el XV. Ahí se escondía ya el más puro anhelo de felicidad que luego resurgiría en el XIX. Y el método de Tagliacozzi -mediante injertos de colgajos de la parte interior del brazo- perduró durante casi cinco siglos.

El impulso de embellecerse es, pues, muy antiguo y muy clásico. Desde aquellos artistas griegos, romanos y luego renacentistas (Miguel Ángel es el más admirado y citado por los grandes cirujanos plásticos a la hora de elegir inspirador) que crearon cánones envidiables hasta los médicos pioneros, generalmente alemanes, a principios del siglo XX, a los que hasta se les dedicaban cancioncillas de lo famosos que llegaron a ser. Como al considerado padre de la cirugía plástica, el berlinés Johann Friedrich Dieffenbach (1792-1847): "¿Quién no conoce al doctor Dieffenbach, / el mejor doctor de todos los doctores? / Te quita del brazo y de la pierna / y te hace nueva la nariz y la oreja".

Ellos se empeñaron en plasmar esos modelos clásicos en sus clínicas espoleados por la Gran Guerra, pero antes ya también por la presión migratoria.

Lo étnico. La nariz, los párpados y los ojos son las zonas que mejor identifican el origen, la raza. Ya eran las más cambiadas en el XIX: irlandeses que deseaban no ser tan irlandeses en la nueva tierra del norte de América, judíos que preferían no ser identificados como tales en la misma Alemania. Y ahora mismo, en un boom sin precedentes, chinos y vietnamitas que occidentalizan sus ojos, que alargan sus piernas con procedimientos dolorosos; japoneses que sueñan con ser como esos personajes de ojos occidentales que pintan en sus dibujos animados (los manga), o mujeres iraníes que se operan la cara, lo único que pueden enseñar, para suavizar sus rasgos… El sueño de convertirse en otro al borrar lo que te identifica: "Puede argumentarse a favor de la belleza de los negros (o judíos, irlandeses, chinos…), pero hoy nadie quiere parecer demasiado negro, judío, irlandés, chino…". Uno de los cirujanos reputados que aparecen en el libro, Woffles Wu, de Singapur, aclara lo que está por venir: "Acabará imponiéndose la apariencia global, que yo llamo panétnica, en la que se funden los conceptos europeo y asiático de belleza, que se caracteriza por una nariz recta, ojos grandes y almendrados, pómulos altos y labios carnosos".

Modelos y fotografías. Se acerca esta Cirugía estética tanto a los importantes logros de la especialidad (véase lo que representa el avance de este tipo de cirugía para las numerosas mujeres que sufren cáncer de mama), incluso en sus aspectos o efectos colaterales, como a los casos extremos, monstruosos u obsesivos que personifican mujeres como Orlan, Lolo Ferrari o Amanda Milkshake, tan modificadas que del original ya no queda rastro. Y abundan las fotos. Las hay de puras ilusiones: esos cuerpos perfectos pensados para lucir en el Hollywood más glamouroso y convertidos en referencia para el telespectador o cinéfilo globalizado (Los Ángeles posee la mayor densidad de cirujanos plásticos del mundo). Las hay de obras de artistas clásicos y contemporáneos que han reflexionado sobre el fenómeno social (LaChapelle, Tom Leppard, Andrés Serrano, Zed Nelson, Terry Richardson…). Y aparecen también las históricas y testimoniales: esa galería de caras mutiladas y monstruosas de soldados de la I Guerra Mundial agujereadas por los obuses. "Con los conocimientos obtenidos durante la guerra fue posible hacer más adelante, de bellas señoritas, deslumbrantes estrellas de la gran pantalla", señala la editora, que no ha obviado, naturalmente, un capítulo sobre la cirugía estética en el mismo cine.

Los hacedores. "No opero sólo el cuerpo, sino también el alma", asegura el brasileño Ivo Pitanguy, el llamado "Miguel Ángel del bisturí", en una de las entrevistas a cirujanos famosos incluidas en el libro. "Hablamos con 40 de ellos en todo el mundo. Queríamos saber qué entienden por belleza y edad; si creen que la belleza es meramente exterior; si una persona mayor puede ser guapa con arrugas; qué personas, qué obras de arte consideran hermosas; si se tienen por artistas, y cómo ven el futuro de la cirugía estética". La sorpresa en las respuestas fue mayúscula, según la editora: "Estaba convencida de que para ellos la fachada, el aspecto exterior (que a fin de cuentas constituye su sustento), tenía una importancia mayor de la que ha resultado tener… Ellos [todos hombres, aunque también se cita a la francesa Susanne Noël] insisten en que la mera fachada no basta: son necesarios un alma, un aura, cierto carisma para resultar verdaderamente hermoso".

Veamos algunas declaraciones: "Lo que trato de hacer no es crear belleza, sino normalidad" (Dai M. Davies, de Londres). "Me considero un artesano autóctono altamente cualificado, una especie de orfebre o escultor" (Christoph Wolfensberger, de Zúrich). "Hay gente de 25 años que es viejísima y gente de 55 que desprende energía y vitalidad. Hay mujeres y hombres que mejoran con la edad y otros que pierden su atractivo. En buena medida, uno es responsable del propio envejecimiento" (Bernard Cornette de Saint Cyr, de París). "Sonriendo mucho, los labios se mantienen en ejercicio y las comisuras de la boca no inician su caída" (Serdar Eren, de Colonia).

Muchos de ellos afirman no haberse operado nunca ni querer hacerlo: "Me niego a practicar operaciones en mi familia" (Werner L. Mang, de Múnich). Confiesan prevenciones: "A la mujer de 30 años que llega a mi consulta para hacerse un estiramiento facial le digo que con sumo gusto, pero que vuelva dentro de 10 años" (Hans-Leo Nathrath). Hablan sobre ideales: "Es imposible reunir toda la belleza en un cuerpo. Combinaría el rostro de Michelle Pfeiffer, los ojos de Kristin Scott Thomas, el cuerpo de Elle McPherson y las piernas de Nicole Kidman" (Javier de Benito, de Barcelona). Se niegan a dar nombres de clientes famosos: "Pero es interesante el hecho de que los pacientes provengan de todas las religiones, aun cuando algunas de ellas prohiban este tipo de operaciones" (Ismail Kuran). Y separan, en general, belleza y sexo: "Alguien bien parecido puede carecer por completo de atractivo sexual" (Alaa el Din Gheita, de El Cairo). Y así hasta el infinito.

Jorge Herrera, de Buenos Aires: "La gente que se siente querida y acogida y se acepta a sí misma es la que mejores relaciones sexuales mantiene".

Pitanguy: "Hoy la belleza se vende como si fuera juventud, y se menosprecia la madurez que proporciona la edad, lo cual es un error".

¿Y los retos? Lo expresa también Woffles Wu al ser preguntado sobre lo que desea él mismo para el futuro: "Explorar los límites del rejuvenecimiento facial no quirúrgico y de la creación de rostros hermosos; no cesar nunca en la búsqueda de la belleza y la juventud; ver más mundo y comprender mejor la naturaleza humana; iniciar un museo de arte moderno; practicar el squash más a menudo; educar en la decencia a mi familia para que sus miembros puedan aportar algo al mundo, y descubrir el elixir de la eterna juventud para conservar la vitalidad y la energía hasta pasados los 100 años de edad".

Todo un programa de cirugía vital que se podría completar con ese otro "uno es guapo si se considera guapo", que señala Gerald H. Pitman. O mejor: "La verdad es que no tengo miedo a envejecer, porque desde luego es la mejor alternativa". Pero quizá baste detenerse y reflexionar en uno de los muchos detalles que abundan en el libro: la primera obra de arte que se reproduce, tras la portada y el espejo, es un óleo del pintor Martin Eder. En él aparece una mujer con un ramo de flores en los brazos, desnuda, salpicada de rojo. Su título: No confíes en la violencia.

'Cirugía estética' está publicado por la editorial alemana Taschen en diferentes idiomas. Más información sobre esta y otras publicaciones puede encontrarse en: www.taschen.com.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_