La espada
Si algo tiene verdadero futuro en Alicante es su pasado. Y cuando hablo de pasado me refiero al más remoto y menos discutible, es decir, a ese periodo de la Historia que se escapa a cualquier controversia y que compete a la arqueología clásica.
Estos días, sin ir más lejos, los nuevos hallazgos en el yacimiento del Tossal de Manises han acaparado la atención de la prensa y de los ciudadanos. La metrópoli de la antigua Lucentum, construida a finales del siglo I antes de Cristo (en la época del emperador Augusto), tiene desde ahora una fisonomía más clara gracias a estos descubrimientos. De hecho, ya hay datos que permiten hablar de una construcción compuesta por una terraza de 1,5 metros de altura que se ha localizado al noroeste del foro. Las hipótesis permiten pensar en un templo o edificio religioso presidido por una habitación, pavimentada de mármol, que daría contenido a la plaza. Los restos de capitel y algunas bases de columnas también han servido para localizar una puerta oriental. Sin embargo, las piezas más interesantes que han salido de las excavaciones iniciadas el pasado enero por un equipo de arqueólogos del MARQ han sido, sin duda, el antebrazo de una estatua y una placa de bronce decorada con motivos vegetales y geométricos. Tanto Rafael Azuar, director técnico del Museo Arqueológico de Alicante, como Manuel Olzina, responsable del grupo de excavación, han señalado el valor de este brazo de metal que empuña el mango de una espada en cuyo pomo aparecen dos cabezas de águila opuestas. Según indican, la pieza correspondería a una estatua de unos 2,2 metros de altura levantada sobre un pedestal en la plaza del foro y que representaría a un miembro de la familia imperial de la primera mitad del siglo I d.c.
Ni durante la rueda de prensa celebrada el pasado lunes para dar cuenta del evento, ni después, hubo controversia. Y la verdad, uno se alegra de que la Historia, por esta vez, lejos de cualquier especulación, deje a todos contentos. La metodología arqueológica tiene esas ventajas: permite estudiar el pasado, pero, sobre todo, analizar los hechos como una ciencia más, con instinto de forense y no con armas partidistas.
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