Millones de muertos después
Decenas de guerras han dejado África exhausta, pero la paz gana terreno en el continente
Más de 100.000 niños soldado empuñan el fusil en algún rincón del África subsahariana, en cualquiera de las guerras, abiertas o latentes, que desangran el continente: de los 13 millones de fallecidos en el mundo en conflictos a gran escala en la última década, 12 millones son africanos, según Naciones Unidas. Las cifras son tan contundentes que África parece condenada a la espiral de la guerra y la muerte. Y sin embargo, la tendencia es la contraria: a trompicones y con grandes dificultades, los procesos de paz avanzan.
"La tendencia es claramente positiva, se han reducido los conflictos y lo más importante es que hay muchas negociaciones abiertas", asegura Vicenç Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Fisas no se escuda en la fe, sino en los datos: el centro, que registra todos los conflictos del mundo a través del anuario Alerta, identifica, a junio de 2005, siete conflictos armados en el África subsahariana, cuando en diciembre de 2003 los cifraba en 12.
Varios informes avisan de la responsabilidad de empresas occidentales en los conflictos
Pese a contar la mayoría con procesos de paz en marcha, los conflictos armados que considera abiertos son: Burundi, Costa de Marfil, Somalia, Nigeria (región del Delta del Níger), República Democrática de Congo (RDC, regiones de Ituri y Kivus), Sudán (región de Darfur) y Uganda. La situación más delicada es la de Darfur, que desde febrero de 2003 suma más de 70.000 muertos y 2 millones de desplazados. En Somalia, Nigeria y la RDC, en cambio, la mejoría es evidente, aunque los procesos de paz son a menudo frágiles y en el continente persisten 25 situaciones consideradas de tensión, que pueden estallar en cualquier momento o que se encuentran en plena ebullición, como la de Zimbabue.
Somalia es un buen ejemplo de esta fragilidad y de la cautela que exigen los augurios: en 14 años ha vivido 13 intentos de procesos de paz, que no han logrado evitar 500.000 muertos y 400.000 desplazados. Las distintas milicias suman 55.000 soldados -por 35.000 las fuerzas armadas- y el país está inundado por 2,5 millones de armas ligeras. El 71% de los somalíes padece malnutrición.
Convertido en campo de batalla en la guerra fría por las superpotencias, el paisaje de África no mejoró tras la caída del muro. Hoy alberga más de 51.000 cascos azules y los refugiados alcanzan los 20 millones de personas, según el Banco Mundial. Entre 1993 y 2002, el continente aumentó el 24% el gasto en armamento, según datos del centro sueco SIPRI, y seis países siguen destinando más al Ejército que a educación. Eric Thomas, director de Operaciones de la sección española de Médicos Sin Fronteras, con proyectos en una quincena de países africanos, señala que la inversión pública en salud, en comparación con la militar, también es "irrisoria".
"Las causas de los conflictos varían, pero hay características comunes: instituciones débiles, pobre gobernación, autoritarismo, pobreza, desigualdad y exclusión de las minorías", sostiene la Comisión para África creada por el Gobierno británico para tratar de mejorar la situación del continente, que añade otro factor clave: "Hay una conexión entre petróleo o riquezas minerales y riesgo de conflictos".
Esta conexión es, a juicio de Itziar Ruiz-Giménez, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Grupo de Estudios Africanos, más útil para explicar buena parte de los conflictos que las teorías conocidas como del "nuevo barbarismo", que definen las guerras africanas como "irracionales, anárquicas y salvajes" y basan la explicación en antagonismos étnicos "a menudo inventados por el colonialismo". "Podemos ver el conflicto de Darfur sólo como una lucha de la élite árabe musulmana contra africanos cristianos; y sin embargo se descubrieron depósitos de petróleo en la zona", apunta Ruiz-Giménez.
Además de petróleo, en África se encuentran dos tercios de los recursos minerales del mundo: diamantes, oro, platino, coltán. Según Ruiz-Giménez, "a menudo ni siquiera se lucha por el control del Estado; sólo por los recursos". Algunos autores hablan incluso de la "maldición de los recursos".
No sólo los africanos pelean por ellos. La responsabilidad de empresas occidentales en esa lucha ha sido puesta de manifiesto por instituciones públicas y privadas. La misma comisión británica, que denuncia que "la mayor parte de exportadores de armas pueden encontrarse en el G-8", concluye: "Un mejor comportamiento de las compañías extranjeras podría mejorar el clima de paz en África. En ocasiones, empeoran inconscientemente las cosas con sus ejércitos privados, pero algunas compañías expanden el conflicto a sabiendas. Pagan sustanciales sumas de dinero a criminales de guerra. Algunas incluso proporcionan armas".
En el informe de la ONU de 2002 sobre el conflicto de la RDC se acusaba a 29 empresas, cuatro de ellas belgas, de contribuir a que el conflicto siga, y a otras 85 -de ellas, 45 occidentales- de hacer negocios en la zona de guerra sin respetar código ético alguno.
En otro informe sobre este país, de Human Rights Watch, se advierte de que "multinacionales interesadas en extracción de oro entablaron relaciones con señores de la guerra, autores de matanzas" y que éstos han ayudado a determinada empresa a "acceder a un yacimiento minero rico en oro".
Los ejemplos se extienden a la mayoría de zonas con jugosos recursos naturales. El informe de junio sobre Liberia de Global Witness, un centro británico que sigue el rastro de las empresas en las luchas tribales africanas, se acusa al holandés Gus Kouwenhoven, presidente de Oriental Timber Company, de "apoyar al ex presidente Charles Taylor en su intento de desestabilizar Sierra Leona y lograr acceso ilícito al tráfico de diamantes". El empresario ha sido arrestado en Holanda, acusado de violar el embargo de armas.
Iniciativas como el proceso Kimberley -que certifica el origen de los diamantes y, por tanto, complica el tráfico ilegal- han tenido un papel importante en la contención de algunos conflictos y en la reducción de las guerras en el continente. Pero la pobreza sigue creciendo -la ONU prevé que en 2015, el 51% de los pobres del mundo se concentrarán en África- y la escasez de agua, que ya afecta a 300 millones de africanos, se vislumbra como un nuevo imán de conflictos, según la FAO, la agencia de alimentación de Naciones Unidas. Dos tercios de las cuencas de los principales ríos del continente están compartidas por más de un país: nadie se atreve a garantizar que el avance de los procesos de paz sea algo más que un espejismo.
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