La nueva vida de Dionisio Ridruejo
Unas jornadas rescatan la fascinante trayectoria del falangista que descubrió la democracia
El 6 de junio de 1937, en plena Guerra Civil, Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma, 1912-Madrid, 1975) escribió en Salamanca en el diario Arriba: "Unidad de destino y de fe; unidad combativa; unidad germinal primero; unidad irremediablemente triunfadora, sobre todas las brechas de su tiempo, después". El que tomaba la palabra era uno de los líderes de Falange, responsable entonces del aparato de propaganda del bando que se había rebelado contra la República. Su retórica no esconde el sello de la época. Altisonante, agresiva, bastante cursi. Y eficaz: hubo muchos que se batieron y murieron por esa "unidad germinal" que defendían las tropas franquistas.
En 1941, Ridruejo volvía a insistir (pese a la victoria) en que los falangistas poseían "una conciencia mesiánica", que los hacía distintos a los demás "como únicos y elegidos". "El revolucionario, el falangista, es totalitario y aspira a la unificación total, pero por el único medio eficaz: haciéndola bajo su mando y bajo su dogma, haciéndola para imperar en ella". Era necesario manar de manera radical para llevar a la cruda realidad el rostro luminoso que la Falange imaginaba para España.
Jordi Gracia: "Ante las ruinas del fascismo, descubrió que Europa era democrática"
Aquellas aspiraciones no tenían mucho que ver con el pragmatismo de Franco. Una cosa había sido que los ideales falangistas le hubieran servido para ganar una guerra. No iban a serle útiles para administrar la victoria. Ridruejo no tardó en cuestionar la peligrosa deriva del llamado caudillo. En 1942, después de haber luchado en la División Azul, le escribió que "la Falange gasta estérilmente sus fuerzas". "No ocupan los resortes vitales del mando, pero, en cambio, los ocupan en buena proporción sus enemigos manifiestos y otros disfrazados de amigos, amén de buena cantidad de reaccionarios y de ineptos".
Se estaba desvirtuando el ideal, acaso por culpa de los militares, de la Iglesia, de los distintos grupúsculos políticos que pululaban en las esferas del poder. El resultado para Ridruejo era "catastrófico". El guerrero que regresaba a su patria de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial comprobaba que todo se había torcido: el régimen de Franco no era todo lo fascista que debía ser. Su actitud crítica no fue bien recibida, y fue puesto en cuarentena. Lo mandaron al remoto pueblecito de Ronda para que aprendiera a morderse la lengua.
Hasta aquí la imagen más conocida de Ridruejo. A partir de ahí, las crisis y sus consiguientes metamorfosis: el que había sido el gran referente de la Falange pasó a convertirse en un demócrata convencido, y empezó a luchar por la transformación del régimen que él mismo había contribuido a construir. La suya no fue una transformación oportunista. Sus nuevas ideas lo llevaron a la cárcel y le complicaron notablemente la existencia. El que fuera uno de los vencedores de la Guerra Civil "se incorporó al bando de los vencidos", dice Jordi Gracia, responsable de la edición de los textos de Ridruejo reunidos en Materiales para una biografía (Fundación Santander Central Hispano), autor de La resistencia silenciosa: fascismo y cultura en España (Anagrama), donde se ocupa de la tradición liberal durante los años de la dictadura, y coordinador del homenaje al escritor y político que se celebra esta semana en Madrid y en octubre en Barcelona. ¿Cómo se produjo un cambio tan radical? Jordi Gracia considera que el primer síntoma de resquebrajamiento de sus antiguos ideales se produjo en Italia, donde llegó como corresponsal de Pyresa a finales de diciembre de 1948 y donde permaneció hasta 1951. "Ante las ruinas de ese fascismo que lo había fascinado, descubrió que Europa era democrática". A su regreso a España, Ridruejo se incorporó a las iniciativas aperturistas que, tímidamente, puso en marcha desde su ministerio Ruiz Giménez.
El historiador Santos Juliá considera que el abandono definitivo de sus ideas fascistas no tuvo lugar hasta que entró en contacto con la generación de medio siglo (Jorge Semprún, Javier Pradera, Hugo Mújica, Jesús López Pacheco, Fernando Sánchez Dragó...) y participó en la protesta universitaria que en febrero de 1956 lo llevó a la cárcel. Hasta entonces se había ido acercando hacia posiciones más liberales, recuperando por ejemplo a muchos de los escritores del bando de los perdedores espoleado por el sueño de reconstruir España, pero sólo en ese momento "recusa el relato de la guerra de los vencedores" y se libera del peso ideológico de tantos años para convertirse en un verdadero demócrata. "Entre la gente más abierta del régimen, Ridruejo era el más libre, el 'más ligero de equipaje', el que vivía día a día y tenía menos compromisos oficiales, y fue eso lo que le permitió establecer un contacto profundo y enriquecedor con los jóvenes que se afanaban entonces por acabar con la dictadura".
Entre esos jóvenes estaban Javier Pradera, que formaba parte del Partido Comunista, e Ignacio Sotelo, que militaba en el Partido Social de Acción Democrática (fundado por Ridruejo). Cuando ambos recuerdan ahora al escritor y político no dejan de rescatar su enorme estatura humana y su gran inteligencia. "Su experiencia como combatiente de la División Azul, que le permitió conocer de primera mano la pobreza en la que vivía la gente de campo en Rusia, lo liberó de la tentación de convertirse al comunismo, que era por entonces lo más común", explica Sotelo. "Su viraje fue entonces hacia una democracia de hondo contenido social".
"De lo que se pensó en aquellos años", comenta Pradera, "son las ideas de Ridruejo las que estuvieron más próximas a lo que sucedió después, a la España de nuestros días: la democracia representativa, la monarquía parlamentaria, el peso de la sociedad civil... Fue un gran lector de Camus, y siempre que hizo política la hizo desde la moral, con un profundo sentido ético". El hombre mesiánico que defendió el fascismo había quedado muy lejos. Quedó el Ridruejo inteligente y cordial que le confesaba a Pradera mirar y tratar las cosas desde un "pesimismo animoso". El que es imprescindible para vivir en democracia.
La fuerza del memorialista
Marcado por su trayectoria política, se olvida con frecuencia que Dionisio Ridruejo fue sobre todo poeta, y que no dejó de escribir sobre las cuitas y los conflictos de su tiempo, con lo que, como memorialista, no tiene parangón. "Culto, ingenioso, muy buen lector", dice de él Javier Pradera, que destaca también su coraje, su valentía, su temple de hombre echado hacia adelante. Es eso, sobre todo, lo que ahora vuelve a iluminar su figura. Esa capacidad, que le honra, para mirar sin bochorno lo que fue (y las ideas que defendió) y su honradez para asumir sus errores.
Jorge Martínez Reverte ha elaborado un documental, que se proyectará en una de las sesiones del homenaje (el día 18 de octubre en Barcelona), sobre la trayectoria de Ridruejo. Construido a partir de muchas de las imágenes que conservó en su archivo y a través de los que lo conocieron -Jorge Semprún, el propio Pradera, Fernando Morán, Gabriel Elorriaga, Ignacio Sotelo, Rafael Borrás...- y los que lo han estudiado, como Santos Juliá, lo que finalmente termina por contar es la envergadura de la experiencia de un hombre que se comprometió con sus ideas de juventud y que se comprometió después con sus ideas de madurez, y que unas y otras no coincidían. Dar ese salto, el prodigio de ese salto, y conservarse entero, es lo que se quiere contar en estas jornadas organizadas por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, con el Ministerio de Cultura y con la colaboración del Ministerio de la Presidencia, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Será Rodrigo Uría el que mañana, martes, en Madrid abrirá, con un retrato personal, esta serie de homenajes que llevan como título Dionisio Ridruejo (1912-1975). La pedagogía de la libertad. Ese mismo día, en una mesa redonda, moderada por José Álvarez Junco, hablarán del político Carlos María Bru, F. González Olivares, Pradera, Fermín Solana y Sotelo. El próximo miércoles 29 la conferencia la dará Jorge Semprún (La forja de un demócrata) y Jordi Gracia moderará las intervenciones de Juliá, José-Carlos Mainer, Albert Manent y Fernando Morán.
En Barcelona, la sesión del 11 de octubre lleva por título Ridruejo y Cataluña en la posguerra, y la del 18, Asimetrías del franquismo: Madrid-Barcelona.
Babelia
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