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COLUMNISTAS
Columna
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Pobreza cero

La voz en tercera persona del comisario Brunetti reflexiona -en la última y apasionante novela de intriga de Donna Leon, Piedras ensangrentadas- al recordar su primera lectura de la Iliada: "… y la experiencia fue muy curiosa. Antes de leer el texto, ya sabía lo que cada uno de sus libros le depararía: hasta tal punto aquella historia era parte intrínseca de su mundo y su cultura". Y Brunetti, que en esos momentos está leyendo el resumen de la reacción de la policía a la llegada a Italia de los vu cumprà -como allí llaman a los inmigrantes indocumentados que extienden sus sábanas para vender imitaciones-, experimenta, ahora también, "una sensación similar de déjà-vu literario". Inmerso en la resolución de un caso de asesinato, el comisario comprende hasta qué punto la conciencia europea ha asimilado la monstruosidad de que exista una realidad paralela de la que asumimos que no nos concierne.

No se me ocurre otra forma mejor que ésta usada por Donna Leon, siempre preocupada por que sus novelas ofrezcan la misma dosis de denuncia que de entretenimiento, para definir la extraña impresión de inútil revisita que me produce cuanto, en general, se refiere a las condiciones de vida de los países del Tercer Mundo, a las penalidades de quienes habitan en nuestro Cuarto Mundo, y a la espeluznante degradación del medio ambiente. Hay un déjà-vu que roza la inanidad en el aluvión de cifras acerca de la desgracia con que periódicamente nos desayunamos, en las informaciones que nos ponen al cabo de la calle, puntualmente, sobre la injusticia y el desorden moral de nuestra época, así como en las valerosas reacciones contrarias a semejante estado de desastre, en las manifestaciones e iniciativas de grupos, asociaciones, personas particulares e incluso organismos supranacionales que se esfuerzan en encontrar soluciones, o que trabajan para parchear la realidad.

Entre el anuncio de los ministros de Finanzas de los países más ricos del mundo más Rusia (en Londres, a mediados de junio), acerca de la condonación de la deuda a 18 de los países más pobres del mundo; entre dicho anuncio y la cumbre a celebrar en Escocia, en la primera semana de julio, por los principales mandatarios del G-8 se ha producido el impresionante informe de las Naciones Unidas que analiza, con gran despliegue de datos, el grado de cumplimiento de las promesas recogidas en la Declaración del Milenio de 2000. Como se ha recordado, si los países comprometidos no se ponen las pilas, no se conseguirán los objetivos trazados para 2015, fecha límite que se puso para su consecución.

¿Por qué será que nos resulta tan poco sorprendente la desidia de los poderosos para con la amenazante degradación de buena parte del planeta y la miseria de la mayoría de quienes lo pueblan? ¿Nadie podrá evitar la destrucción de Troya?

Y sin embargo, hay otro ejemplo de antiguo mito griego en que fijarse, para no caer en la desolada inacción. Ulises, que no cejó en su empeño de regresar a Ítaca, a pesar de las penalidades del viaje, de alcanzar el lugar en donde se encontraban su paz y su integridad: es decir, no cejó de luchar por su sueño. Y Penélope, que cada noche destejió, sin desanimarse, la tela que fabricaba para engañar a los enemigos del sueño.

De modo que, paralela al pesimismo y al escepticismo, la Penélope de la enérgica solidaridad ha surgido para ejercer presión internacional. "Pobreza Cero" parece un imposible, pero no desanima a los buscadores de Ítacas. Se trata de una campaña organizada por la Coordinadora de ONG de Desarrollo de España, para exigir a los líderes mundiales el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, suscritos en el año 2000 por más de 189 países, entre ellos España. Ha convocado a manifestación para hoy mismo (en el momento de escribir esto sólo sé que se celebrarán en diferentes ciudades) y su lema (que abre el portal www.pobrezacero.org) es deslumbrante, esclarecedor, una llamada a la responsabilidad: "Somos la primera generación capaz de erradicar la pobreza. ¡Presiona! POBREZA CERO".

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