"La Iglesia tiene una mentalidad feudal"
Una escueta comunicación del obispado de Tortosa ha bastado para dejar sin empleo a Jordi Bayarri (Amposta, 1969). Ha sido profesor de Religión más de cuatro años en dos institutos, pero ya no podrá serlo el próximo curso por haber pedido una reducción de jornada para estar con su hijo de ocho meses. Bayarri no recuerda más roce con la Iglesia en estos años que "las presiones" constantes para que acabara la diplomatura de Teología que le exigieron. A punto de concluir esa carrera (él es además licenciado en Geografía e Historia) el obispado ha decidido prescindir de sus servicios. Vive con su mujer, ama de casa, y su hijo de ocho meses. Están pagando la hipoteca de su piso.
Pregunta. ¿Ha intentado que la diócesis reconsidere su postura?
Respuesta. Me dijeron: "Las leyes están así; no te hubieras cogido el permiso, ya te lo dijimos".
P. ¿Cómo está ahora?
R. Esto nos ha destrozado. He tomado pastillas para poder dormir, antidepresivos, pero no he podido sacar adelante las dos asignaturas de Teología que me quedan y los profesores saben que yo me he esforzado. Sólo dos o tres profesores de Religión tienen aquí esa carrera.
P. ¿Por qué empezó a dar clases de Religión?
R. Ellos no encontraban sustitutos con facilidad y, como no salían oposiciones a Historia, me presenté. No pretendía eternizarme pero sí tener una estabilidad, tengo una mujer y un hijo, no quiero estar a kilómetros de casa.
P. ¿Pero sabía que esto, como empezó, podía acabarse?
R. Sí, pero yo había estudiado en serio. Esto hiere. Te exprimen y cuando ya no te necesitan, te echan, es una mentalidad feudal. Obedecer sin rechistar.
P. ¿Qué pasará ahora?
R. Intentaré aprobar las oposiciones de Historia. Puede que mi mujer tenga que buscar trabajo. Iré al instituto a despedirme y a recoger mis cosas.
P. ¿Qué planes tenía?
R. Quería estar unos años más dando Religión y tener otro hijo. Estas clases me daban estabilidad. Trabajaba cerca de casa y, cuando tienes familia, esto se valora mucho. Lo que han hecho es una injusticia y hay que denunciarlo. Creían que no lo haría porque soy discreto, pero hay que defenderse, es una cuestión de dignidad. Nos han tratado como animales, peor, como objetos.
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