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Reportaje:ELECCIONES GALLEGAS | Galicia de esquina a esquina

Ciudad Fraga Iribarne

El intento de hacer del monte Gaiás de Santiago un emporio cultural deriva en un caos económico

El símil no es malo. Dice Pedro de Llano, un conocido arquitecto de Santiago, que el caso de la Ciudad de la Cultura bien podría parecerse a una familia con cuatro miembros y el presupuesto ajustado que viviera en el extrarradio y necesitara de varios vehículos para desplazarse a sus respectivos quehaceres. "Si el padre se comprara un Porsche Carrera", razona el arquitecto, "yo no criticaría el Porsche, criticaría al padre"·

El padre en cuestión se llama Manuel Fraga Iribarne. En 1999, y previendo que algún día tendría que dejar de ser presidente de la Xunta de Galicia, se puso a imaginar su legado. Mandó organizar un concurso para construir en el monte Gaiás -desde el que se divisa Santiago- una "montaña encantada", según dijo entonces, "algo que sea recordado como lo fueron en la antigüedad las siete maravillas del mundo", según acaba de puntualizar ahora.

El presidente pretende que el proyecto sea recordado como una maravilla del mundo
Ya se han gastado 300 millones de euros y aún no se ha terminado ningún edificio

El concurso lo ganó un veterano y prestigioso arquitecto estadounidense, Peter Eisenman, autor, entre otras obras, del polémico museo dedicado en Berlín a las víctimas del Holocausto. El proyecto, en líneas generales, consistía en urbanizar los 700.000 metros cuadrados del monte, y recrear, "tenuemente y con estilo contemporáneo", el casco viejo de Santiago. El arquitecto dijo entonces que se había basado en el parecido existente entre la concha de vieira -el secular símbolo de los peregrinos- y el plano de la ciudad vieja. Obtuvo así la silueta de la futura ciudad, y del caparazón del molusco copió las superficies curvadas de los seis edificios que se proponía levantar. Hasta aquí la descripción del Porsche. Si acaso añadir que la inversión prevista era de 133 millones de euros.

Volvamos al padre. La intención de Fraga era que los seis edificios de Eisenman albergaran una biblioteca, una hemeroteca, dos museos -uno sobre la historia de Galicia y otro de nuevas tecnologías-, un palacio de la ópera y un edificio administrativo, además de una superficie arbolada -el Bosque de Galicia- y dos torres en memoria del arquitecto John Hejduk, que en principio estaban destinadas a levantarse en el centro de Santiago, pero que no obtuvieron licencia.

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Ya han pasado más de cinco años desde que Fraga tuvo aquel sueño y el monte Gaiás se ha tragado más de 300 millones de euros sin que siquiera haya podido inaugurar uno de los seis edificios.

"Nos han estado metiendo mucha caña", explicó el martes un trabajador a pie de obra, "porque querían tener inaugurada la hemeroteca para antes de las elecciones. Hasta hemos tenido que venir algunos a trabajar de noche, pero cuando se han dado cuenta de que no es posible, se han relajado un poco".

Sólo un poco. Los dos máximos responsables del proyecto -el consejero de Cultura, Xesús Pérez Varela, y el gerente del patronato, Ángel Currás- huyen como alma que lleva el diablo cuando un periodista intenta preguntarles por la Ciudad de la Cultura. La Xunta no quiere ni oír hablar del asunto, y mucho menos en tiempo electoral. Sólo Fraga, de vez en cuando, se acuerda de su sueño entre el fragor de algún mitin.

La Ciudad de la Cultura se ha convertido pues en un misterio triple. El primer misterio tiene que ver con sus contenidos. Dice el arquitecto Pedro de Llano a modo de ejemplo: "Se quiere construir un palacio de la ópera con tres escenarios rotatorios al estilo del Lincoln Center en una ciudad de 100.000 habitantes sin tradición operística. Si aquí se ponen las entradas al precio de París, Londres o Viena, no irá nadie. Este proyecto es un disparate absoluto. Ni Nueva York ni Berlín, ni tampoco Tokio o París podrían permitirse una inversión de este tipo, pero lo hacemos aquí, en Galicia, donde el presupuesto para la cultura es ridículo". Hasta el propio Eisenman vino a decir que semejante obra sólo es posible en un país pobre.

El resto de los proyectos no tiene mejor prensa. Los expertos y los políticos de la oposición se preguntan si en el siglo XXI -en plena era de Internet y de los archivos digitalizados- es necesario un gran edificio para albergar una hemeroteca, o qué utilidad tiene una gran biblioteca ubicada en un cruce de autopistas, lejos de la ciudad. "Lo peor de todo", dice el socialista José Luis Méndez Romeu, "es que aún no se tiene ni idea de lo que albergarán finalmente esos edificios".

Tantas críticas hubo en este sentido que la Xunta intentó conjugarlas reuniendo en torno a sí a un nutrido grupo de expertos en cada una de las materias. Este periódico se ha puesto en contacto con una decena de ellos y ha seleccionado tres respuestas que son un compendio de todas las demás y reflejan la situación. La primera es: "Sí, me llamaron, pero hace ya seis meses o un año que no nos reunimos". La segunda: "Me pidieron una opinión y la di, pero creo que no le gusta al arquitecto y no se hará". La tercera, nada más y nada menos que de un alto responsable universitario: "¿Que yo estoy en una ponencia asesora...? Ah, pues no tenía ni idea". Éste último comprobó a continuación que su nombre aparecía en la página web de la Xunta de Galicia como "ponente asesor" de uno de los proyectos.

Otro de los misterios es el coste exacto de las obras, lo que han costado hasta ahora y lo que aún queda por invertir. Según el socialista Méndez Romeu, ya se llevan gastados 300 millones de euros y hará falta otro tanto. "Nuestra información", dice, "viene de las constructoras, porque la Xunta no dice nada". Eso lo saben bien la diputada del BNG Anxela Bugallo y la socialista Laura Seara. El pasado mes de marzo, esta última intentó que Ángel Currás, el gerente del patronato, pusiera un poco de luz en sede parlamentaria. Sólo consiguió que admitiera que aún no se sabe cuánto va a costar, que aún no se sabe cuáles serán los contenidos y que aún no se sabe cuándo se terminará la obra. "Es muy difícil calcularlo", se excusó, "porque dependemos de las condiciones meteorológicas".

El tercer misterio es por qué no se habla de la Ciudad de la Cultura. El consejero Pérez Varela era un hombre omnipresente, en la vida política y en los medios de comunicación. Ahora sólo se sabe que no es ni siquiera candidato, que apenas va por su despacho y que huye de los micrófonos. Sólo se sabe que él compartió el sueño de Fraga. Incluso que, si todo salía bien, quería ir más allá. Lo de Ciudad de la Cultura le parecía soso. Aquella "montaña encantada" se tendría que llamar Ciudad Fraga Iribarne.

Estado de las obras de la futura Ciudad de la Cultura. En primer plano, una fachada del edificio de la hemeroteca; al fondo, las torres Hejduk.
Estado de las obras de la futura Ciudad de la Cultura. En primer plano, una fachada del edificio de la hemeroteca; al fondo, las torres Hejduk.ANXO IGLESIAS

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