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Reportaje:

Reforma frustrada en Irán

El presidente Jatamí ha dividido y defraudado a los refomistas ante las elecciones del viernes

Ángeles Espinosa

"Jatamí ha sido una treta del sistema", resume decepcionado un joven profesor universitario. "Irán era una olla a presión y los clérigos le eligieron para que nos sirviera de válvula de escape", reflexiona. Como millones de iraníes que votaron para presidente a aquel desconocido que prometía reformas en 1997, se siente engañado. Su lista de promesas incumplidas supera con creces los avances de estos ocho años. Jatamí será más recordado por sus intenciones que por sus logros, y el campo reformista ha pagado con una división interna que abre las puertas a los conservadores en los comicios del próximo viernes.

"Nos dejó en la estacada cuando protestábamos contra el cierre ilegal de periódicos", recuerda este profesor que entonces participaba en las movilizaciones estudiantiles. "Pudo habernos apoyado, pudo haber dimitido si las presiones de los derechistas eran demasiado fuertes, como cuando el año pasado el Consejo de Guardianes vetó a los candidatos reformistas al Parlamento. Pero no lo hizo, y prefirió dedicarse a hacer viajes al extranjero que a solucionar los problemas internos", lamenta.

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No todos juzgan con tanta dureza los dos mandatos de Jatamí. "Ha trabajado muchísimo y se puede ver en la música, en las películas y en la mayor libertad que disfrutamos ahora", defiende Mahdiar Ghaffari, un ingeniero que no ha perdido la confianza en los reformistas. "También logró el regreso de los embajadores europeos y han mejorado nuestras relaciones con los países vecinos", insiste, convencido de que los logros justifican la ilusión, a pesar de fracasos como las elevadas tasas de inflación y paro. "En ocho años no se puede convertir Teherán en París", concluye.

Tampoco parece que ése fuera el propósito de Jatamí, pero él mismo admitió su frustración cuando al inscribir su candidatura en 2001 no ocultó sus lágrimas. Cuatro años gobernando con el poder en contra se habían traducido en el encarcelamiento de varios de sus ministros, el cierre de numerosos periódicos que le apoyaban y una brutal represión policial de las protestas estudiantiles por esos sucesos. Su segundo, y por ley último mandato consecutivo, sólo podía ser más difícil. El capital de ilusión que había generado en la calle en 1997 empezaba a agotarse.

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"Hay que diferenciar entre sus objetivos y las expectativas de la gente", precisa Eisa Saharjis, responsable de propaganda de Mostafa Moin, el candidato del reformista Frente Islámico de Participación, uno de los grupos que respaldaron a Jatamí. "Jatamí tenía dos objetivos principales: profundizar la democracia y crear una sociedad civil, y en el terreno internacional, acercarnos a nuestros vecinos. En eso se puede decir que ha tenido éxito", asegura. "Sin embargo", añade, "la gente esperaba que tuviera el poder del líder supremo, y eso era ilógico".

Incluso el disidente Hashem Aghayarí reconoce los logros de Jatamí. "Sin duda ha habido una evolución de la cultura política, la sociedad civil, la democracia, la libertad de prensa y los derechos ciudadanos", declara este profesor de Historia condenado a muerte durante ese periodo por insultar a los profetas y luego perdonado. "Es la primera vez en nuestra historia que un Gobierno ha aceptado la responsabilidad de los servicios secretos en los asesinatos de opositores, a pesar de que la investigación no llegara al final", destaca. Aghayarí -como el periodista que reveló aquella conexión, Akbar Ganyí, o la premio Nobel Shirín Ebadí- va a boicotear las elecciones, pero evita hablar de ello para no ser acusado de traición.

Los desencantados no perdonan que Jatamí se batiera en retirada ante la ofensiva conservadora que desencadenó el triunfo reformista en las parlamentarias del año 2000. "No utilizó el mandato popular para enfrentarse a los autoritarios, sino que trató de reconciliarse con el líder supremo", lamenta Aghayarí. Saharjis admite que "eso proyectó la idea de que carecía de poder y ahora pesa sobre el candidato reformista". Un analista con buenas relaciones en las altas esferas políticas ha asegurado a este diario que Jatamí no se enfrentó a los fundamentalistas que controlan el régimen islámico porque éstos le amenazaron a él y a su familia. "Le hicieron saber que si tomaba ese camino, iba a lamentarlo", afirma la fuente desde el anonimato. En opinión de Aghayarí, "pesó más su temor a no poder controlar los disturbios generalizados". Fuera como fuere, Jatamí no tuvo suficiente valor para hacer frente a las presiones.

"Jatamí tenía buenas ideas, pero su puesta en práctica fue errónea", opina Mahmud Sariolghalam, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Irán. "Las conferencias sobre democracia no son suficientes; no hay verdaderos partidos, sólo agrupaciones que crecen como champiñones en vísperas de las elecciones y luego desaparecen". Otro problema pendiente es, en su opinión, el elevado control gubernamental sobre la economía. "El 85% de los iraníes que recibe un salario, cobra del Estado, algo que es contrario a la democracia".

Sin embargo, Mehrdad Parhizkar, director de la consultora Atieh Bahar, subraya las reformas introducidas en el segundo mandato de Jatamí cuando ante las dificultades políticas se concentró en la economía. "Ha hablado de la necesidad de acabar con los subsidios y de privatizar", pone como ejemplo. "Ha introducido la mentalidad de mirar al largo plazo y planificar", destaca. "Cualquiera que venga después tendrá que seguir los conceptos clave de los planes económicos de Jatamí".

"Se han producido muchos cambios, pero no todos son visibles", afirma por su parte el diplomático Alí Pakdaman, que destaca el del lenguaje político. Saharjis está de acuerdo: "En estas elecciones todos los candidatos repiten las ideas de Jatamí que antes algunos tachaban de poco islámicas, porque se han dado cuenta de que estaba en sintonía con la gente. Ya nadie puede manifestarse contra la democracia y la reforma". "Es cierto que hoy hay en Irán una nueva atmósfera política", admite Sariolghalam, "se habla de democracia y la gente es más consciente de sus derechos, pero se utiliza la jerga de la democracia sin haber desarrollado sus instituciones".

Los iraníes lo saben. "Tenemos más libertad para vestirnos como queremos, se han relajado las restricciones para relacionarnos chicas y chicos y han dejado de perseguir a quienes tienen antenas parabólicas, pero no han cambiado las leyes. Nada está garantizado, es a costa de nuestro riesgo", coinciden las universitarias Mercedé y Nura. "Tal vez Jatamí ayudó a que los cambios salieran a la superficie, pero los iraníes van muy por delante de sus líderes, y los medios de comunicación han jugado un papel esencial en abrir el discurso sobre la democracia", concluye Sariolghalam.

El presidente de Irán, Mohamed Jatamí.
El presidente de Irán, Mohamed Jatamí.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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