Schmitt narra la huida de un niño judío perseguido por los nazis
La madre del pequeño Joseph tiene miedo. La ciudad en la que viven, Bruselas, era antaño un lugar tranquilo. En 1942, todo cambia. Los nazis registran sin descanso sus rincones a la caza del judío. Para proteger al niño, decide llevarlo a casa de una condesa. La mujer peca de credulidad al pensar que la Gestapo se detiene ante títulos nobiliarios. Acosada por la policía, la benefactora no puede seguir escondiendo al muchacho y se lo entrega a un cura católico, el padre Pons, quien ya ampara a muchos otros. Así arranca El hijo de Noé, de Eric-Emmanuel Schmitt (Lyón, 1960), autor de gran éxito en Francia por sus novelas y obras teatrales. Joseph descubre pronto que su protector no sólo actúa por caridad religiosa. El cura ha alzado en la cripta de la iglesia una sinagoga. Allí estudia de noche la Torah, la Cábala y los textos de los rabinos. Aunque los chavales que están a su cuidado deben aparentar ser cristianos para sobrevivir, el sacerdote les va transmitiendo la cultura judía recién aprendida. Por compromiso moral, no quiere que pierdan sus raíces hebreas.
"Me he inspirado en hechos reales, aunque al mismo tiempo es una fábula sobre la tolerancia, el ecumenismo y la necesidad de la paz", explicó el autor en la presentación del libro. "La persona que me inspiró el personaje de Joseph existe, es amigo mío y ahora tiene 70 años. Vivió escondido durante la guerra. De su historia utilicé sobre todo el encuentro con un cura católico, que salvó de la muerte a 231 niños. Por eso le dedicaron un bosque en Israel con 231 árboles".
Aprendizaje iniciático
El aprendizaje de los niños, imprescindible para rehuir el desarraigo, le permite al autor reflexionar sobre la construcción de la identidad, motivo recurrente de su narrativa. "Mis novelas son siempre historias iniciáticas. Explican cómo un personaje logra sobrevivir en un contexto que podría destruirlo. En ellas, siempre hablo de la construcción de la identidad y del paso del tiempo", afirmó el escritor. "Joseph se pregunta qué es ser judío. Descubre que no se trata de algo religioso. Consiste en conservar la memoria de una historia colectiva, de una filiación".
La cultura, la tolerancia y el entendimiento entre religiones son algunos de los valores que Schmitt vocea en sus obras como instrumentos imprescindibles en la lucha contra la barbarie. "La literatura no sirve para nada. De lo contrario, el mundo sería distinto. Sin embargo, los libros pueden promover la esperanza", apuntó el novelista, y añadió: "Lo que hice al escribir este libro es meditar sobre la cuestión del respeto, noción filosófica que se la debemos al judaísmo". Como ya sucedió con Ibrahim y las flores del Corán también El hijo de Noé tendrá una versión cinematográfica.
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