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Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
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Un desencuentro injustificable

Después de 25 años sigue siendo evidente que la relación entre la atención primaria como ámbito del sistema de salud, la medicina de familia como disciplina académica y la propia universidad española no ha encontrado aún un ámbito de encuentro aceptable para ambas partes.

Es una afirmación de perogrullo que la Universidad y, dentro de ella, las facultades de Medicina (esperemos que en un futuro sean de Ciencias de la Salud) tienen que proporcionar a los futuros profesionales la formación adecuada a los rápidos avances científicos y tecnológicos para dar la mejor atención posible en cada momento y contexto a las necesidades de salud de los ciudadanos y ciudadanas.

A medida que distintas ramas de las ciencias de la salud han ido progresando científica y técnicamente (cardiología, nefrología, neurología, endocrinología, cirugía vascular, etcétera), la estructura académica las ha ido incorporando de forma individualizada a través de cátedras y departamentos universitarios. Desde hace ya muchos años (más de 15 o 20), la gran mayoría de las universidades del mundo han reconocido el estado académico de la Medicina de Familia y ha incorporado a su estructura y contenido curricular departamentos y cátedras de Medicina de Familia. ¿Cuáles son las razones de que no se haya seguido una trayectoria similar en España?

Los grupos de poder de las facultades se resisten a ceder una parte a la atención primaria y a la medicina de familia

Es de conocimiento general que, sobre todo a partir del proceso de reforma de la asistencia médica ambulatoria pública, iniciado en España a partir de 1985 y a punto de finalizar tras 20 años de lento progreso, la capacitación profesional, científica, docente e investigadora de los médicos y otros profesionales que trabajan en el ámbito de la atención primaria ha mejorado espectacularmente y contribuye de forma cada vez más efectiva a solucionar los problemas de salud de los ciudadanos que acuden a los centros de atención primaria.

La primera disculpa argumental utilizada desde algunos sectores académicos para negar el reconocimiento de la Medicina de Familia se ha fundamentado en la afirmación de que en realidad no se trata de una nueva disciplina académica sino que su principal mérito o fundamento consiste en la realización de un abordaje distinto de algunos de los elementos teóricos y prácticos existentes en otras materias. Los que así piensan olvidan que la Medicina de Familia contiene un verdadero y propio cuerpo doctrinal horizontal que aborda la atención de la persona sana y enferma como un todo y no a través de la consideración de las alteraciones de uno o varios de sus órganos o sistemas.

Además, este abordaje lo realiza de forma holística (biopsicosocial), con énfasis especial en los aspectos preventivos y de promoción de la salud y considerando los contextos familiar y comunitario como factores determinantes del proceso de enfermar. Como cualquier otra disciplina, dispone de un campo asistencial que le es propio (atención primaria) así como de ámbitos específicos de docencia e investigación.

Una segunda disculpa argumental parte de la confusión creada en torno a los conceptos de atención primaria y medicina de familia. Se mezcla el concepto de atención primaria como ámbito de puerta de entrada del sistema sanitario con el de medicina de familia, una de las disciplinas académicas y especialidad en la que se forman los profesionales de este ámbito.

Para evitar ser acusados de que los estudiantes de medicina (y de otras escuelas y facultades) no toman contacto con la atención primaria a lo largo de sus estudios de pregrado cuando un porcentaje de ellos próximo al 40% va a trabajar profesionalmente en este campo, lo que han hecho la mayoría de nuestras facultades y escuelas es programar la realización por sus alumnos de prácticas en los centros de salud (de atención primaria) durante periodos cortos de tiempo.

Para conseguirlo a bajo coste han recurrido a la figura del profesor asociado (escala inferior del profesorado universitario), pensando que con ello iban a aplacar las expectativas académicas del colectivo profesional de médicos de familia. En algunas universidades se ha añadido la guinda de admitir una asignatura optativa de muy escasos créditos (solamente en dos facultades es obligatoria) con el nombre de Medicina de Familia.

Estos antecedentes y contexto han conducido a la situación actual caracterizada, con las excepciones mencionadas previamente, por la existencia de un cierto número de médicos de familia que son profesores asociados y que organizan las prácticas de los alumnos en los centros de salud. Solamente a través de convenios de tres universidades con la industria farmacéutica se han constituido tres cátedras de Medicina de Familia/Atención Primaria pero sin competencias curriculares reales y, por tanto, no integradas en los órganos de gobierno académicos universitarios.

Las disculpas académicas mencionadas sólo pretenden esconder (con honrosas excepciones) la resistencia de los grupos de poder de nuestras facultades a ceder una parte del mismo a la atención primaria y a la medicina de familia. Es posible que tuviéramos que recurrir al ámbito psicoanalítico para encontrar, al menos en parte, la causa de esta resistencia en el hecho de que la instauración en 1978 de la especialidad de Medicina de Familia en España y la obligatoriedad de formarse en ella para poder ejercer como médico de familia (general o de cabecera) supuso una erosión clara de la validez del título de licenciado emitido por unas facultades que, hasta entonces, pensaban que formaban médicos generales competentes.

En el momento actual, a la luz de las recomendaciones de Bolonia, se han de reconsiderar en profundidad tanto la orientación como los contenidos de los curriculae de los estudios universitarios. No se puede dejar pasar de nuevo la oportunidad de introducir los cambios necesarios en los ámbitos conceptuales, organizativos, metodológicos, de contenidos y de los propios mecanismos de evaluación docente que necesitan nuestras universidades y facultades.

Siempre he defendido que si la introducción en la Universidad de la medicina de familia como disciplina y área de conocimiento y de la atención primaria como departamento solamente sirve para ocupar un espacio docente más y no para actuar como un claro elemento dinamizador de los cambios profundos y de todo tipo que necesitan nuestras facultades puede no merecer la pena todo el esfuerzo realizado, tanto desde nuestra sociedad científica (semFYC) como desde los distintos grupos y colectivos motivados por el cambio.

Creo sinceramente que ha llegado el momento de que las autoridades políticas de los ministerios de Educación y Sanidad asuman el protagonismo que les corresponde y generen los ámbitos de discusión y consenso necesarios y previos a la emisión de las disposiciones legislativas que consoliden de forma inequívoca no solamente la presencia de la medicina de familia en la enseñanza universitaria sino, y principalmente, los profundos cambios que necesita (con o sin Bolonia) nuestra Universidad.

Mucho me temo que la inhibición o la falta de intervenciones decididas y clarificadoras de las autoridades políticas puedan eternizar el problema o dejar las soluciones, en el mejor de los casos, a mitad de camino. Determinados grupos de presión académicos deben ser eso, grupos de presión que pretenden influir sobre la generación de las decisiones políticas, pero nunca pueden ser los que acaben tomándolas.

Armando Martín Zurro es profesor asociado de la Universidad Autónoma de Barcelona y director de la Cátedra UAB-Novartis.

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