En el infarto cerebral también hay que correr
Javier Laiseca se despertó a las siete, como cada mañana, para ir a trabajar, pero al incorporarse notó que estaba mareado y algo aturdido. Fue a la cocina y allí se percató de que no podía leer la hora del reloj. Se asustó y fue a despertar a su hijo, pero sólo lograba articular frases incoherentes, sin sentido.