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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Calidad de muerte

Morir es lo último que vamos a hacer en esta vida y aunque sólo fuera por eso, merecería la pena poder hacerlo bien. La medicina está en condiciones de lograr una muerte sin dolor, pero el sistema sanitario español es incapaz de garantizar a todos sus enfermos los cuidados necesarios para una buena muerte, pese a que se han superado las trabas para poder disponer de opiáceos y existen herramientas suficientes para evitar el sufrimiento.

A veces el dolor se prolonga al amparo de la ignorancia de un médico mal reciclado o de creencias que asocian la vida con un valle de lágrimas y la muerte con una liberación que hay que pagar con sufrimiento. Otras es un dolor itinerante, en el que el paciente recorre diferentes niveles asistenciales sin coordinación y acaba muriendo en una ambulancia o en un servicio de urgencias o sometido a tratamientos agresivos innecesarios. El hecho de que más de la mitad de los enfermos que fallecen en el hospital lo hagan en cuidados intensivos o de urgencias indica que la atención a los enfermos terminales no está bien resuelta, pues estos servicios no están diseñados para atender la agonía.

Hay que hablar de calidad de muerte. Ese es precisamente el objetivo terapéutico de los equipos de cuidados paliativos, pero sólo uno de cada cuatro enfermos que los necesitan tiene acceso a ellos. Pese a que se han anunciado planes nacionales y autonómicos, la realidad sigue siendo dramáticamente precaria en la mayor parte de España. Las autoridades sanitarias no pueden seguir ignorando que se muere mal porque no existe una red suficiente de cuidados paliativos, que no sólo ofrecen mejor asistencia sino que además ahorran dinero al erario público. El caso de la comunidad de Madrid es especialmente escandaloso: la prioridad de su consejero de Sanidad no ha sido extender aquellos cuidados, sino perseguir a unos médicos de urgencias que han intentado suplir unas carencias sólo atribuibles a su falta de previsión como gestor público.

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