García de la Concha proclama la lectura como base de la educación y la cultura
El director de la RAE muestra su pasión bibliófila en la conferencia de apertura de la feria
La tradicional conferencia de apertura de la feria estuvo ayer a cargo de Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española. Bajo el título La lección de Alonso Quijano, se dejó llevar por su pasión lectora y por su convicción de que sólo desde ella se construyen las bases reales de la educación y de la cultura. "El arte de leer no es un capítulo más de la enseñanza", dijo parafraseando el ensayo de Pedro Salinas Defensa de la lectura. "La lectura es un centro de actividad total del espíritu, en cuya práctica se movilizan y adiestran la inteligencia, la sensibilidad, los valores morales y los estéticos".
Víctor García de la Concha, que pronunció su conferencia en el Pabellón de Encuentros Fundación Círculo de Lectores, recordó cómo Fernando Lázaro Carreter, al final de su vida, mostró su preocupación por los métodos de enseñanza que "atiborran" las mentes juveniles de "teoría", en detrimento de lo básico. "Y lo básico era, es y será enseñar a leer bien. Yo todavía recuerdo a mi maestro de enseñanza primaria, Luis Cortés, que cada día nos leía y que nos enseñó a leer". "En la base del déficit general de competencia lingüística de nuestra juventud está un déficit de la capacidad de comprensión, una enorme pobreza léxica y de recursos de estructuras de expresión. Del mismo modo que la atrofia muscular sólo se remedia con ejercicio, el círculo vicioso al que acabo de aludir sólo se romperá con el ejercicio de la lectura".
Para García de la Concha, sin embargo, no es eficaz cualquier lectura. "Fiarlo todo, por ejemplo, a la imposición de una serie de lecturas obligatorias, así en abstracto, sin especificar, quiero decir, métodos de iniciación a ellas y otros estímulos y subsidios, puede resultar ineficaz e, incluso, contraproducente, por enojoso". "No hay que partir del canon: sería un disparate enfrentar a los niños con el Quijote entero, no digamos con los dramas ideológicos de Calderón o la soberbia poesía de Góngora. Al canon se llega a partir de aquello que como punto de partida resulte atractivo: de la muestra práctica de que leer (mis hijas se entusiasmaban con Celia y con Los cinco) es un placer. Y de ahí, paso a paso, movilizando estímulos latentes, ha de irse avanzando, en una conversación sobre la conversación, que eso ha de ser cada lectura".
Para García de la Concha, la clave y la tarea no está exclusivamente en manos del profesorado de lengua y literatura. "En ella puede y debe implicarse toda la comunidad educativa". "Mientras nuestros colegios sigan ofreciendo como biblioteca un aula cualquiera, con frecuencia una de las peores del edificio, con escaso espacio, paupérrima dotación de libros y mucha incomodidad para posibles lectores, no podemos esperar que los alumnos sientan atracción hacia el libro". Para el director de la RAE, "las Administraciones públicas, la comunidad docente y las asociaciones de padres y las familias" debieran convertir la biblioteca en el centro de significación de la actividad formativa.
"¿Estaré soñando? De esos centros podrán salir jóvenes con amor al libro, que se traducirá en el deseo de ir formando su pequeña biblioteca particular". Bibliotecas que, según él, nos ponen el mundo al alcance de la mano: "Eso es un libro. Salvación y comunicación de la memoria en manera fácil, sin las limitaciones y la fragilidad del soporte del recuerdo".
"Un gran lector, Francisco de Quevedo, que viajaba acompañado por su arquilla de libros selectos, nos dejó en uno de sus retratos autobiográficos la imagen perfecta del lector: 'Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos".
"Leer", añadió Víctor García de la Concha, "es un acto de oposición a los signos dominantes de nuestro tiempo. Vivimos en un mundo en el que no podemos dar un paso sin que nuestros sentidos sean asaltados por sonidos e imágenes no solicitados. Pero la muchacha a la que esta misma mañana veía en un vagón del metro leyendo un libro constituía un símbolo de resistencia, estaba en la paz de su desierto interior, con un cerco de silencio íntimo que la aislaba de la multitud: era ella, en diálogo con otro sobre un tema de su interés. Porque en la lectura uno empieza a encontrarse consigo mismo".
García de la Concha explicó entonces el porqué del título de su intervención, La lección de Alonso Quijano: "Me pidieron que hablara de jóvenes y lectura y pensé que la mejor manera era con la lección de Alonso Quijano, aquel pobre hidalgo de vida limitada que no dudó en vender muchas fanegas de tierras de sembradura, su modesto patrimonio material, para comprar libros que alimentaran su hambre y sed de horizontes de noble idealidad. Y, en cuanto los compraba, olvidado de sí mismo, se entregaba a ellos sin reserva alguna, buscando conversación con los protagonistas de aventuras de un mundo distinto".
Babelia
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