En defensa de una licenciatura en humanidades
En los últimos diez años varias de nuestras universidades, entre ellas la Universidad Pompeu Fabra, la Universidad Carlos III, la Pablo de Olavide, la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universitat Oberta de Catalunya, han ofertado la Licenciatura en Humanidades aduciendo consideraciones académico-científicas de peso, señaladamente estas dos: 1ª) La experiencia negativa de la cada vez mayor fragmentación de las humanidades en departamentos y áreas de conocimiento que suponían una atomización de los saberes humanísticos, sobre todo en función de las políticas de profesorado; y 2ª) La convicción compartida de que una licenciatura interdisciplinar y polivalente en humanidades correspondía mejor a las demandas sociales existentes que la anterior fragmentación de los estudios.
Esta opción fue una apuesta basada tanto en la reflexión acerca de los resultados negativos de la fragmentación como en el ejemplo de algunas de las mejores universidades europeas y norteamericanas después de la llamada "crisis de las humanidades". Desde el principio, contó con el apoyo de los Consejos Sociales, los cuales reforzaron el punto de vista a favor de la Licenciatura en Humanidades con argumentos socio-económicos en favor de la interdisciplinariedad y la polivalencia de los conocimientos que podían obtenerse en esta licenciatura para diversos ámbitos del mercado de trabajo. El argumento socio-económico subrayaba la demanda existente a este respecto tanto en empresas públicas como privadas relacionadas con la industria cultural en un sentido amplio.
Hoy se puede hacer un balance desapasionado de los resultados alcanzados por esta opción. Todos los indicadores que puedan tomarse en consideración en este balance de la opción a favor de una titulación en humanidades son positivos. Son positivos tanto los indicadores que hacen referencia a la satisfacción del profesorado como los relativos a la satisfacción de las expectativas de los estudiantes. Todo lo cual refuta una percepción externa, pero bastante extendida, según la cual la Licenciatura en Humanidades proporciona escasas salidas profesionales y por ello tiende a descender el número de los alumnos matriculados. Sabemos fehacientemente que esto no es así.
El alto índice de ocupación de los licenciados en humanidades (al menos por comparación con el de titulados en cualquier otra de las subdivisiones de las humanidades) choca de plano con las previsiones, generalmente pesimistas, acerca de las salidas profesionales en este ámbito. Además, la demanda de los estudiantes en lo que hace a las Licenciaturas en Humanidades, cuando sus planes de estudio han atendido a las competencias lingüísticas, a la formación historiográfica y al estudio crítico de los problemas de la sociedad contemporánea, no sólo se ha mantenido, a pesar de los efectos de la inflexión demográfica, sino que incluso ha aumentado durante los últimos dos años. Así lo indican datos disponibles sobre la evolución de las matrículas en la Licenciatura de Humanidades desde 1998 a 2005, sobre el análisis de acceso por cohortes y sobre el análisis de la calidad del acceso en esta Licenciatura.
Por todo lo cual, y porque esta opción respeta el espíritu de los Acuerdos de Bolonia, parece razonable mantener la Licenciatura en Humanidades y desarrollar la experiencia adquirida siguiendo los criterios mencionados, sin perjuicio, naturalmente, de que se mantengan las titulaciones en filología, historia, filosofía o pedagogía.
(*) Firman este artículo Carlos Thiebaut, José Antonio Pascual, Josep Fontana, Gabriel Ferraté, Victoria Camps, Jaume Torras, Eugenia Aubet, Enric Argullol, Bartolomé Yun Casalilla, Gregorio Peces Barba y Francisco Fernandez Buey
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