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Tribuna:EL EJEMPLO DE LA FERIA DE BOLONIA
Tribuna
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De libros y bibliotecas, un reto pendiente

La reciente feria italiana da pie al autor para reflexionar sobre la importancia de la literatura infantil y juvenil en la calidad educativa.

La Feria del Libro de Bolonia es el certamen más importante del mundo en su género, los libros infantiles y juveniles. Es, además, uno de los más bellos, por su significado y por su objetivo. Reúne cada año, a mediados de abril, las novedades que se hacen y difunden por todo el mundo y abarca todos los géneros -literatura, humor, información...-, y allí están también sus creadores y sus editores. La globalización muestra en el recinto ferial de la hermosa ciudad italiana uno de sus mejores rostros: la creatividad y diversidad de oferta de información y de lectura, envuelta en una estética que evoluciona bastante, pues no en balde se alimenta de muchas fuentes. Hay tendencias y modas, por supuesto, pues los éxitos y los libros de mayor calidad se contratan y viajan de unos países a otros, y no sólo Harry Potter.

Pero la diversidad es grande porque son muchos los creadores y muy fuerte la búsqueda de obras nuevas, de fórmulas más afinadas de captar el interés y el gusto de las generaciones más jóvenes, las más vinculadas a la dinámica del cambio aunque sólo sea por razones biológicas.

La edición de este año tenía el atractivo añadido de que España era el país invitado de honor, y desde la Dirección General del Libro del Ministerio de Cultura este reto se resolvió bien, con exposiciones de muy buena calidad, la de ilustradores y creadores gráficos, la de ediciones históricas del Quijote para niños y jóvenes, una excelente y estimulante (para la lectura, para la escritura) conferencia de Arturo Pérez-Reverte, que es una figura muy leída y popular también en Italia, y el papel activo de nuestras editoriales especializadas, que dieron el buen tono que tiene hoy nuestra edición para niños y jóvenes.

La visión de ese escenario refuerza alguna convicción. La primera es que no hay nada mejor que los libros para cultivar la sensibilidad, para alimentar la inteligencia, para suministrar informaciones de interés, a niños y jóvenes, más allá de los conocimientos básicos sujetos a los cambiantes planes de estudio. La otra convicción que se refuerza es que actualmente hay en el mundo una oferta de un extraordinario interés. Afortunadamente, no son las manifestaciones de la cultura-espectáculo las únicas que crecen en nuestra sociedad. Hay expresiones de la cultura, como ésta que venimos comentando, que circulan por cauces alejados de los focos del espectáculo y la actualidad, que curiosamente gozan de gran vitalidad. Y no se preocupen globalizadores y antiglobalizadores, pues los flujos comerciales y económicos de la edición -por ejemplo, con un notable incremento en Bolonia de la oferta de los países asiáticos- no merman la novedad ni la diversidad.

Vitalidad y fuerza en la creación y la oferta conviven con un acceso muy limitado por parte de sus destinatarios, niños y jóvenes. En España los buenos libros de información y literatura sólo llegan y alimentan a un sector minoritario, y eso nos lleva a una antigua preocupación, también viva y actual, lamentablemente. Los padres que tienen esta inquietud y se preocupan de que sus hijos sean ilustrados no son pocos, desde luego, pero constituyen un porcentaje pequeño. ¿Qué sucede entonces con esta oferta cultural? Pues básicamente que no está donde debiera, ni mucho menos en la proporción en que razonablemente debiera estar. Porque si los centros de enseñanza, esa red que acoge a la totalidad de la población desde los cuatro a los 16 años en nuestro país, tenían que dejar de ser lugares donde se impartiera solamente instrucción y conocimientos básicos, para aspirar a dar la formación integral que los tiempos demandan, no se entiende el olvido de las bibliotecas escolares como pieza esencial en esa estrategia.

Si un país aspira a que la cultura y el cultivo de los más jóvenes llegue a todos, tiene que comprometerse con una oferta formativa rica a través de los centros de enseñanza. ¿Será la calidad educativa que se proclama algo muy distinto de eso? Es curioso que una de las más viejas aportaciones de lo mejor de nuestra tradición pedagógica, como fue la Institución Libre de Enseñanza, que centraba buena parte de su tarea formativa en la biblioteca escolar, haya sido tan larga y permanentemente ignorada. Se entiende, lamentablemente, que las escuelas tras la guerra civil fueran tan pobres, en recursos y en apertura de horizontes formativos. Pero que tras treinta años de democracia, y más de veinte de plena escolarización, aún arrastremos esa carencia, es tan grave como sorprendente.

Quizá sea porque las bibliotecas escolares ni son polémicas ni constituyen una modernidad que deslumbre, por lo que ni las reclaman con fuerza desde la comunidad educativa ni los políticos pueden lucirse con su incorporación. Pero los que viajan a Finlandia, convertida en una especie de Eldorado de los buenos resultados educativos por parte de los estudios PISA, comienzan la visita a cualquiera de sus escuelas o colegios por la biblioteca, verdadero centro de la actividad formativa. Y es que una oferta de información y lectura ricas, unidas a la dinámica de su uso y explotación formativa, constituyen la más poderosa palanca de calidad y éxito educativos. Ése sí que es un programa sugestivo y necesario, a la altura de los tiempos, y no el préstamo de libros de texto de segunda mano. Si levantara la cabeza don Francisco Giner de los Ríos.

Emiliano Martínez es presidente de la Federación de Gremios de Editores de España.

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