El Área Metropolitana, de la historia al futuro
La colaboración de los municipios de la gran Barcelona para defender sus intereses y organizar formas de gobierno que cohesionen el territorio no es una cuestión contemporánea, sino que tiene su origen en la Edad Media con la instauración del Consell de Cent. El Consell de Cent regía, desde su espíritu de vincular a través de servicios y protección poblaciones de distinto peso demográfico, un vasto territorio que abarcaba desde Castelldefels a Montgat, unos 450 kilómetros cuadrados que prefiguran el alcance de las moderna realidad metropolitana. Es este Consell de Cent el que planta cara a Felipe V en la Guerra de Sucesión del siglo XVIII y es este territorio el que el nuevo rey, vencedor en la guerra, trocea y separa en pequeños municipios independientes, rompiendo los lazos de colaboración que los vinculaban a la capital.
El Consell de Cent fue especialmente represaliado porque fue el que sostuvo la guerra contra los ejércitos de Felipe V
Es bueno que el nuevo Estatut y la nueva división territorial de Cataluña reconozcan el Área Metropolitana de Barcelona
El Decreto de Nueva Planta, dictado por Felipe V en 1716 con el objetivo de unificar las estructuras de todos los niveles de gobierno, disolvió el Consell de Cent, que era el órgano rector de la ciudad de Barcelona. Este aspecto suele quedar en segundo plano cuando se divulga el relato histórico de los hechos de 1714, pero lo cierto es que, igual que Cataluña perdió sus instituciones, la ciudad de Barcelona vio desaparecer su peculiar forma de gobierno. Es más, el Consell de Cent fue especialmente represaliado porque fue el que sostuvo la guerra contra los ejércitos de Felipe V, respaldado por la población de la ciudad, que resistió el sitio militar e intentó contener el avance de las tropas ante la embestida contra la muralla de la Ribera.
La reforma impuesta por el nuevo rey fue profunda en lo que se refiere a la ciudad. Disolvió el Consell de Cent y otras figuras legales que extendían la influencia de Barcelona sobre poblaciones situadas extramuros, de manera que la ciudad quedó reducida al espacio estricto comprendido entre murallas. Se intentaba así desmontar la fortaleza de una institución que, con todas sus limitaciones, incorporaba a los asuntos púbicos a unas clases emergentes -las mercantiles- que protagonizaban la modernización no sólo de la ciudad, sino también de la sociedad del momento. A principios del siglo XVIII la sociedad ya no es agraria, sino que ha avanzado hacia una estructura más compleja, de sociedad comercial, dando lugar a lo que hoy definiríamos como una ciudad de servicios. Los problemas de la Barcelona de entonces, llena de viajeros y de actividad y con una población creciente, son el abastecimiento de alimentos, la seguridad y el control de las epidemias.
El Consell de Cent, que ha ido evolucionando desde su creación por Jaume I, es ya el fruto de la negociación entre el rey y las familias más dinámicas de Barcelona, que de esta manera rigen verdaderamente la marcha de la ciudad. Son las que tienen una visión moderna de la realidad urbana y se dan cuenta de que necesitan un gobierno que vaya más allá de la mera protección que ofrecía el señor feudal. La nueva sociedad, nacida del comercio y la artesanía, y también de la cultura, necesita una organización de gobierno capaz de hacer frente a los problemas cotidianos de una gente que cada vez más se acumula en el poco espacio disponible dentro de la muralla. Y es precisamente por la exigüidad del término municipal por lo que Barcelona extiende su influencia hacia el llano y más allá en busca de abastecimiento de agua, alimentos y demás productos, que cada vez vienen de más lejos y para cuyo comercio se requiere una nueva logística. Es en ese momento cuando las figuras del veïnatge y del carreratge -pequeñas o grandes poblaciones que se convierten en carrer de Barcelona a cambio de prerrogativas mutuas- se desarrollan con plenitud hasta acabar articulando un verdadero espacio donde un área central, Barcelona, teje una red de servicios con su entorno, lo que a su vez contribuye al desarrollo de Cataluña.
- Dos siglos después, una nueva reunificación. Perdida la guerra, con el Decreto de Nueva Planta se castiga ejemplarmente a la ciudad troceando este territorio. Habrán de pasar 200 años hasta que, a comienzos del siglo XX, se inicie el proceso de reunificación de esta realidad, con la anexión de los pueblos vecinos, hoy barrios orgullosos de Barcelona, hasta cubrir un espacio de 100 kilómetros cuadrados. Años depués, la reconversión de la Comisión Provincial de Urbanismo instaurada por Franco en 1954 dio paso, en 1972, a la Corporación Metropolitana de Barcelona. Los nuevos ayuntamientos democráticos, a partir de 1979, utilizan esta estructura para generar una política eficaz de cooperación intermunicipal. Es entonces cuando, por primera vez desde 1716, un organismo democrático vuelve a reunir el territorio antes tutelado por el Consell de Cent, es decir, los 450 kilómetros cuadrados del entorno de Barcelona. Territorio que se había convertido ya en un continuo urbano que precisaba, y precisa, una serie de actuaciones mancomunadas y coordinadas para poder crecer de forma coherente y desarrollar así plenamente todas sus potencialidades.
Con el tiempo, la Barcelona metropolitana se convirtió en uno de los territorios más dinámicos de Europa. Pero esa misma vitalidad colisionó con la visión débil y restrictiva que el Gobierno de CiU tenía de la Generalitat. En 1987, el Gobierno disuelve la corporación en el marco de la Ley de Ordenación Territorial, sustituyéndola por tres comarcas y dos entidades especializadas, una para la gestión del agua y los residuos, la otra para el transporte público. La división tanto del territorio como de las funciones que lo estructuraban explica mejor que cualquier argumento político las verdaderas intenciones del acto de gobierno.
Hoy, afortunadamente, estamos en la antesala de la recuperación del Area Metropolitana de Barcelona. Nos sentimos orgullosos de haber recuperado, como país, las instituciones propias de Cataluña, la Generalitat y el Parlament. Pronto podremos sumarles la recuperación del Consell de Cent, es decir, la institucionalización de la dimensión metropolitana de Barcelona que es su natural sucesora. El Área Metropolitana tendrá mucho trabajo por delante, porque sumará competencias de urbanismo, transporte, medio ambiente y promoción económica, que no son competencias sencillas de gestionar en un órgano tan plural. Será nuestra responsabilidad, la de los alcaldes y alcadesas metropolitanos, la articulación real y eficaz de este espacio compartido, la "ciudad de ciudades" que deberá integrar los retos de hoy y de mañana.
En estos 300 años se han desarrollado los Estados, se han expandido la democracia y el Estado de bienestar, ha nacido la Unión Europea. Hemos superado dolorosas crisis; hemos vivido momentos históricos. Ahora es tiempo de trabajar, planificar y crecer. Estamos haciendo un nuevo Estatut, una nueva división territorial de Cataluña, y es bueno que ambos reconozcan el Área Metropolitana de Barcelona como instrumento crucial para afrontar los retos actuales de un país, Cataluña, que queremos moderno y competitivo, y con un horizonte de plena justicia social.
Joan Clos es alcalde de Barcelona.
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