La cautela del árbitro- portero ante el penalti
José Luis Rodríguez Zapatero clausuró ayer el debate sobre el estado de la nación con magnanimidad de vencedor cuando dijo que considera retiradas las descalificaciones y palabras de Mariano Rajoy del miércoles 11 -la acusación de traicionar a los muertos o la denuncia de que Zapatero ocupa el puesto de presidente del Gobierno merced al atentado del 11-M, entre otras- a pesar de que el presidente del Partido Popular se ha negado a hacerlo. ¿Caramelo envenenado? Fuentes socialistas interpretan que Rajoy ha intervenido en este debate con una estrategia diseñada por él mismo para las elecciones gallegas del 13 de junio próximo. ¿Cómo se come esto? Estas fuentes estiman que Rajoy, antes de extender el certificado de defunción de la línea dura -aznarista, vaya- ha querido llevar esa política al último extremo. Cambiar de caballo a mitad del río -es decir, antes de las elecciones autonómicas de Galicia- le hubiera hecho muy difícil salir ileso de una eventual derrota el 13-J. En cambio, sigue el razonamiento, en una especie de teatro del absurdo, Rajoy podría hacer, si se pierden esas elecciones, un balance pedagógico si se pierden esas elecciones. En otros términos, lo esencial -la inutilidad de esa política- sería visible a los ojos de todos sus conmilitones, incluso de aquellos que, cegados por la derrota del 14-M, le han venido exigiendo lo que ya es su programa único: ¡Leña al mono!
Por otra parte, los socialistas no dan por fenecido el pacto antiterrorista. Creen, precisamente, que Rajoy no llevará las cosas a tal extremo y que la política volverá a imponerse como business as usual. Éste es, pues, el sentido del broche de oro conciliador de Zapatero de ayer. El mensaje sería: de todos los que están al frente del PP, Rajoy es, pese a sus ataques, quien presenta el mejor talante para negociar. En estos razonamientos hay ciertos efluvios de aquellas jugarretas típicas de la China de Mao. ¿Por qué hay tanta gente que no puede aceptar que el Rajoy tirador de sable al ataque furibundo es, en realidad, Rajoy? Porque su talante mediático, su humor socarrón y sus maneras tranquilas no casan con la imagen del jueves, que no pudo ser más real. Conviene anotar, al margen, que el verso "traicionar a los muertos" estaba escrito en su discurso y no fue el fruto de ninguna ventolera.
En el mar de las palabras de este debate se pudieron, tras el duelo estelar, pescar algunas perlas. Esquerra Republicana de Catalunya habrá pasado a la historia por boca de su portavoz. "La izquierda no vive sólo de federalismo, de la descentralización y la libertad. La izquierda, la socialdemocracia que compartimos con ustedes, señor Zapatero, requiere trabajar para la igualdad de oportunidades", dijo Joan Puigcercós. ERC, de golpe y porrazo, aparece en su aggiornamento más razonable y comprensible con el Gobierno de Madrid... ¡que el PSC de Pasqual Maragall!
Quizá la parte de Zapatero más débil la haya sacado a la luz el diputado Joan Herrera, de IC-Les Verts, en ese juego de humor frívolo, al menos para las presentes circunstancias. Herrera pidió a Zapatero que entrara en el debate sobre la reforma del Estatuto catalán y el modelo de financiación. "El señor Herrera me ha sugerido que no hiciera de árbitro, sino de jugador. No tengo que decirle en el equipo que me hubiera gustado jugar; es conocido. Y qué equipo me gusta que gane, también es conocido. Lo que sí puede entender, y estoy seguro de que me concede, es que entre a jugar en el momento que considere más oportuno. Es una cuestión que tiene que ver con la decantación de las cosas".
Gaspar Llamazares insistió: "A usted le toca jugar de entrenador, no de jugador". Zapatero podía haber dado una respuesta sencilla: el Gobierno comunicará su posición sobre el modelo de financiación, cosa que está en marcha, pero siguió jugando al gato y al ratón. "En lo que afecta a cómo jugar, dónde jugar, cuándo jugar, les pido que sean un poco respetuosos. No sé si es de entrenador o si es de jugador". Ganas de marear.
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