Berlín inaugura el polémico monumento al Holocausto
Alemania inauguró ayer en el centro de Berlín, cuando se cumple el 60º aniversario del final de la II Guerra Mundial, el monumento al Holocausto tras 17 años de polémicas sobre la forma y los contenidos del proyecto. El debate persistió ayer incluso durante la ceremonia inaugural. El presidente de la Comunidad Judía Alemana, Paul Spiegel, criticó en su discurso que el monumento no es auténtico, no se plantea el por qué del Holocausto y menciona a las víctimas, pero no alude a los culpables.
El monumento a los judíos asesinados en Europa costó casi 28 millones de euros, que pagó el Gobierno alemán, y ocupa un enorme espacio de 19.000 metros cuadrados, como dos campos de fútbol, en el corazón mismo de Berlín. Se encuentra situado a unos metros del edificio del Reichstag, de la puerta de Brandeburgo y de lo que en su día fue el búnker donde se suicidó el führer Adolf Hitler; al lado del legendario hotel Adlon y sobre el terreno de lo que en su día fue el jardín del Ministerio de Agricultura que, según el historiador Götz Aly, era responsable del expolio alimenticio de los países ocupados por la Wehrmacht.
Sobre este enorme espacio se yerguen 2.711 estelas de cemento de diversas alturas, desde 0,2 a 4,7 metros, según el proyecto del arquitecto neoyorquino de origen judío Peter Eisenmann, que cambió varias veces de planes obligado por las polémicas durante la realización del monumento.
Comercio del Holocausto
Los debates abarcaron en los últimos años desde si está justificado erigir un monumento a las víctimas judías y se puede excluir a los gitanos, homosexuales o presos políticos ejecutados por los nazis, hasta el escándalo de descubrir que la empresa Degussa, proveedora de un líquido para tratar las estelas y evitar las pintadas, estuvo implicada en la producción del Zyklon B, el gas con que se ejecutaba a las víctimas en los campos de exterminio nazis.
A esto se añaden acusaciones de "gigantesca cursilería", de comercialización turística del Holocausto y hasta la inquietud de que el monumento, que permanecerá abierto las 24 horas del día, se convierta en centro de atracción para autores de pintadas neonazis y antisemitas o de urinario para borrachos necesitados de aliviar nocturnas urgencias mingitorias.
Polémicas al margen, la ceremonia inaugural de ayer alcanzó momentos de gran emotividad cuando habló Sabina van der Linden, única superviviente de su familia, asesinada por los nazis en su Polonia natal. Van der Linden, de 75 años, llegó de Australia con su marido, hijos y nietos para participar en la ceremonia de ayer en Berlín y con el relato de su tragedia dejó al canciller Gerhard Schröder al borde de las lágrimas.
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