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LA NUEVA UNIÓN EUROPEA

Una babel institucional en la que gana el inglés

Desde hace un año, el colorido de 25 banderas europeas da brillo a los mástiles de las instituciones comunitarias en Bruselas. El arco iris de la Unión se ha enriquecido también con miles de ciudadanos llegados de los nuevos socios a la capital europea. Oficialmente, todo ha ido como la seda y la asimilación de la mayor ampliación de la historia de la UE ha sido un éxito. Sin contradecir la tesis, informalmente se usa otra expresión: "¡Un follón!". Y en la babel de las instituciones, el idioma inglés gana por goleada.

Se mire donde se mire en Bruselas, la ampliación se deja notar: coches con matrículas de los nuevos miembros por todas partes; el Colegio Europeo saturado; europarlamentarios en lucha desesperada por un minuto de derecho de palabra; comisarios con funciones poco definidas; recelos nacionales por el reparto de altos funcionarios (Polonia sigue sin tener el prometido director general)...

Esta misma semana, el vicepresidente de la Comisión encargado de Administración, el estonio Siim Kallas, anunció que se había contratado a 1.081 funcionarios y personal temporal procedente de los 10 nuevos países. Todo conforme al calendario previsto: un total de 1.529 contratos para 2004 y 2005 con vistas a alcanzar 3.441 en 2010. Kallas les calificó a todos de "muy profesionales" y capacitados, pero con alguna carencia: "No están muy fuertes en el conocimiento del historial de los problemas europeos". Es un mal que se les irá pasando.

En el Parlamento Europeo, en cambio, hay males sin solución. Los periodos de debates están tasados y hablar en los plenos se ha convertido en tarea casi imposible cuando son 732 los teóricos aspirantes. Llegada la hora del almuerzo, en el comedor vuelve a regir la exigencia de que sólo los funcionarios de otras instituciones en misión oficial puedan sentarse entre 12.30 y 13.30, la hora de mayor demanda.

Fuentes diplomáticas señalan que, por pura supervivencia, en los trabajos preparatorios de las reuniones de los consejos de ministros se ha llegado al acuerdo de ceñirse estrictamente a la materia y evitar intervenciones que se puedan resolver simplemente diciendo que se secunda tal o cual posición. En los propios Consejos Europeos, las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno, se ha optado por la misma solución. En las citas donde no se ha establecido ese criterio y ahora participan representantes de 25 países "es la locura absoluta".

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