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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Visados peligrosos

El escándalo de los visados, tan alegre como masivamente repartidos por los consulados alemanes en países ex soviéticos entre 1999 y 2004, siguiendo criterios del ministro de Exteriores, Joschka Fischer, habría tenido un impacto mucho más menguado de no haberse asociado con el disparado desempleo germano. Pocos digieren la idea de que centenares de miles de inmigrantes ilegales de algunas de las zonas más inestables de Europa y menos escrupulosas con la ley, entre ellos notorios delincuentes, ocupan puestos de trabajo en una Alemania donde el desempleo supera ya los cinco millones doscientas mil personas.

El ministro-icono de los verdes en el Gabinete de Schröder, y blanco por antonomasia de la oposición conservadora, ha asumido ante la comisión parlamentaria de investigación la responsabilidad por un desaguisado que lanzó al espacio Schengen a miles de traficantes de trabajadores y tratantes de blancas. Pero, narcisismo aparte, se escudó en una memoria frágil para soslayar hechos como las repetidas advertencias de sus cónsules, de la policía de fronteras o de su colega de Interior sobre lo insostenible de la situación. Fischer intentó aprovechar su maratoniana comparecencia televisada no sólo para salvar su amenazada cabeza, sino también para acudir al rescate de un Gobierno -la alianza socialdemócratas-verdes- más que atribulado. El titular de Exteriores es un aliado imprescindible para la supervivencia política de Schröder, amenazado por las elecciones generales del año próximo y de manera inminente por los cruciales comicios de Renania del Norte-Westfalia, el único lander dirigido todavía por la coalición gobernante.

Joschka Fischer ya no es la estrella indisputada del firmamento político germano. Las encuestas muestran un declive que ya no hace parecer ridículas las frenéticas llamadas de la oposición democristiana pidiendo su dimisión. En cualquier caso, más allá de lo circunstancial, el asunto de los visados tiene sobre todo que ver con la incapacidad de los verdes alemanes, el partido ecologista más poderoso del mundo, para aceptar que políticas bienintencionadas y buenistas, como la de fronteras abiertas preconizada por el ministro, pueden llegar a tener efectos desastrosos. En la Alemania de hoy, golpeada como nunca en su economía, algunos de los artículos de fe más caros a los verdes, se trate del multiculturalismo o de la laxitud fronteriza, se tornan progresivamente irrelevantes.

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