Fischer admite errores en la concesión de visados a miles de ciudadanos del Este
El ministro de Exteriores sostiene que quiso "una Alemania más liberal y abierta al mundo"
Además, el ministro arremetió contra la oposición democristiana (CDU/CSU), a la que acusó de escandalizar para tratar de echarle del cargo y difamar a Ucrania como un país de prostitutas y trabajadores ilegales. Sostuvo Fischer que el Gobierno de coalición entre socialdemócratas (SPD) y Los Verdes quiso "una Alemania más liberal y abierta al mundo".
El Bundestag investiga la responsabilidad de Fischer y su ministerio en la concesión de decenas de miles de visados de turistas en países del Este de Europa de forma indiscriminada e incontrolada entre el año 1999 y 2004, sobre todo en el consulado de Kiev, la capital de Ucrania. Esto abrió las puertas de los países del acuerdo de Schengen a traficantes de trabajadores ilegales y prostitutas que en muchos casos incumplieron con la obligación de retornar a su país al caducar los visados.
"Soy Joseph Martin Fischer, llamado Joschcka, y tengo 57 años, trabajo en el Ministerio de Asuntos Exteriores". En estos términos abrió ayer su intervención ante la comisión investigadora del Bundestag el testigo Fischer, que pasó de inmediato a una primera declaración de dos horas y 18 minutos. El presidente de la comisión, el socialcristiano bávaro Hans-Peter Uhl (CSU), le interrumpió después de más de dos horas y le preguntó si iba a durar mucho más. Fischer respondió: "No lo sé. No he leído el texto a mi mujer ni a ningún otro". Al cierre de esta edición, continuaba reunida la comisión sin perspectiva de concluir.
"Pura propaganda"
Tras reconocer sus errores, Fischer se defendió de los ataques de la oposición y calificó de "pura propaganda" las acusaciones de que el país se inundó de delincuentes como consecuencia de la política de visados. Según Fischer, las estadísticas de criminalidad no demuestran que hubiese un incremento de delincuentes ucranios en Alemania. También negó el ministro que se hubiesen producido daños a la economía nacional por la entrada de trabajadores ilegales. Esta acusación encierra un gran peligro para la coalición SPD-Verdes cuando las cifras de parados en Alemania rebasan los cinco millones y existe una fuerte sensibilidad ante la presencia de ilegales que quitan el trabajo a los alemanes.
Fischer acusó a la oposición de organizar un escándalo y de infamia: "Dejen de armar escándalo. Me pueden criticar y decir que Fischer estuvo mal o muy mal, pero ¿tienen por eso que convertirme en rufián y delincuente sexual de la política emigratoria
[a su ex secretario de Estado Ludger Volmer]? ¿Se dan cuenta de la que han organizado en Ucrania? Su objetivo es echarme, y por eso el escándalo. Ustedes intentan cazar votos con el escándalo". El ministro desafió a la oposición a que presente una moción de censura si quieren echarlo.
Un momento crítico para Fischer se produjo cuando le interrogaron sobre las advertencias recibidas sobre la situación en los consulados. Fischer respondió que no recordaba haber recibido esas advertencias. Tampoco recordó haber tratado el tema con el ministro del Interior, el socialdemócrata Otto Schily (SPD), que en "una enérgica carta" advirtió de los riesgos para la seguridad derivados de la política de visados. Los interrogadores de la oposición pusieron en una difícil situación a Fischer al sacar a relucir las acusaciones de un tribunal de Colonia de que el Ministerio de Exteriores escamoteó documentos y preparó las declaraciones de testigos contra un traficante de inmigrantes ilegales que se aprovechó del sistema de la concesión de visados. El tribunal condenó al traficante de seres humanos a una pena menor en consideración a las facilidades que le dio el Ministerio de Exteriores.
Un lapsus freudiano
Un error freudiano, la confusión entre "reunión en la casa" con la "ocupación de casas" del ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, provocó ayer un momento de hilaridad en medio de la tensión del interrogatorio en la comisión de investigación del Parlamento Federal (Bundestag). Al referirse a una "reunión en el Ministerio de Exteriores" (Hausbesprechung), Fischer se confundió y dijo Hausbesetzung, "ocupación de casas". Tal vez a Fischer le traicionó en ese momento el subconsciente en un caso típico de error freudiano. A fines de los años sesenta e inicio de los setenta, el ministro se distinguió por su combatividad entre los okupas de Francfort. Existen incluso documentos gráficos que muestran a un Fischer con casco de motero y estaca en mano propinando bastonazos a un policía en una manifestación.
La derecha alemana no perdona a Fischer su pasado y todavía no ha digerido que un personaje sin estudios secundarios y procedente de la extrema izquierda dirija el Ministerio de Exteriores, la dependencia más elitista de la Administración.
El presidente de la comisión, el socialcristiano bávaro Hans-Peter Uh, no dejó pasar la oportunidad. Al escuchar "ocupación de casas", Uhl le dijo a Fischer: "El pasado siempre le alcanza". Rápido de reflejos, Fischer replicó: "Ése es su problema: que haya sido posible la ocupación de casas del año 1998 [cuando los socialdemócratas y Los Verdes formaron el nuevo Gobierno]. Esto es lo que ahora tratan de revisar. Éste es el problema real de esta comisión: que ustedes consideran una desgracia a la coalición rojiverde, un delito de lesa majestad para la permanente dominación conservadora en este país".
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