Una tarea muy concurrida y llena de paciencia
El amor, la pasión por la literatura, es lo que ha reunido a Ema Wolf y Graciela Montes, estas dos autoras que cocinaron paso a paso, y a base de ingenio, oficio y ganas de fiesta, esta colaboración surgida entre los licores y el ruido del bar en que quedaban en Buenos Aires: el Marco Polo. El local fue parte de un destino marcado y que se desveló ayer feliz cuando recibieron el VIII Premio Alfaguara en la sede de la editorial en Madrid.
Montes es escritora, traductora y editora. Además, enseña literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad de la capital argentina. Ha escrito para todos los públicos y varios géneros, desde literatura infantil y juvenil a ensayos como El corral de la infancia y La frontera indómita, que recogen sus reflexiones sobre las relaciones entre la literatura y los niños. Su obra, de la que destacan dos novelas, El umbral y Elísabet, ha tenido un gran recorrido internacional y ha sido traducida al alemán, al griego, al italiano, al coreano, al hebreo y al portugués.
Wolf es licenciada en Lengua y Literatura Moderna por la misma facultad donde su compañera creativa imparte clases. Es escritora y periodista, y ha colaborado en diferentes medios argentinos de comunicación. También cuenta con una carrera centrada en la literatura infantil, con libros en los que resalta el humor. Entre sus obras principales destacan Perafán de Palos, Pollos de campo y El libro de los prodigios y los imposibles.
649 originales
Las dos se han hecho con un premio para el que se han presentado en esta edición 649 originales, de los que 457 procedían de América Latina y 192 de España, según el acta del fallo que leyó ayer Ana María Moix, que formó parte del jurado junto a su presidente, José Manuel Caballero Bonald, y Fernando León, Manuel Rivas, Iván Thays, Silvia Hopenhayn y Juan González.
Todos decidieron entre siete finalistas sobre esta obra que se presentó con el mismo título que queda ahora, El turno del escriba. Wolf bromeó en su discurso de agradecimiento sobre la cantidad de manos que influyeron en la novela: "Escribimos un libro en colaboración acerca de otro libro escrito en colaboración que luego fue tocado y manoseado por múltiples copistas. Imposible imaginar una empresa más concurrida".
Y luego trazó los paralelismos entre su tarea y la que ocupó a Rustichello de Pisa: "Él utilizó la paciencia del escriba, como nosotras, y recibió noticias de un mundo ignoto, como nosotras. Dejó volar sus astucias de novelista y sufrió al buscar comienzos que atrapen. Hoy sabemos algo: de a dos, el desvalimiento del comienzo se lleva mucho mejor".
Babelia
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