A mano, no a máquina
Hecha artesanalmente y con fecha de caducidad. La nueva cosmética es fresca y se elabora con técnicas a medio camino entre la repostería clásica y los jabones de la abuela. La cadena británica Lush, que el año pasado tuvo unas ganancias de 47 millones de euros, lidera esta tendencia.
Existe una alternativa a los productos de belleza convencionales. Lo prueba el crecimiento de Lush. Comenzó como una empresa de venta por correo hace 10 años, y hoy cuenta con 250 tiendas en 32 países y da trabajo a más de 4.000 empleados. En 2003, la empresa de Mark Constantin hizo una oferta de compra a Body Shop, la compañía para la que el británico había trabajado como proveedor durante 15 años. Anita Roddick, fundadora de esta marca, la rechazó, pese a sus problemas económicos. Consideraba que Lush no tenía una política suficientemente ética. La empresa de Constantin se vanagloria, sin embargo, de que sólo utiliza cantidades mínimas de sintéticos inocuos, que todos sus productos son vegetarianos y que más de un 70% no lleva sustancias provenientes de animales. Tampoco testan sus productos en ellos. Lush experimenta con sus propios admiradores. "En las cremas que enviamos a Francia pondremos que han sido probadas en ingleses y españoles", bromea Mark Constantin.
Estos principios son, en buena parte, el secreto de su éxito. Según Laura Pardo, responsable de Lush España, sus clientes son "personas que quieren productos naturales porque saben que, a la larga, utilizar cremas con tantos componentes químicos no es bueno para su piel". Y aunque iniciativas como la de reducir los envases plásticos, creando champús y desodorantes sólidos, haya tenido una gran acogida, quienes consumen este tipo de cosmética no lo hacen movidos solamente por una fuerte conciencia ecológica. Una gran parte se siente atraída, como reconoce Pardo, por el aspecto "casi comestible" de sus productos. La elaboración manual ayuda a reforzar esta imagen: en sus siete fábricas, los operarios exprimen frutas, mezclan ingredientes en marmitas y amasan los jabones. Sus tiendas se parecen, efectivamente, a un mercado. En un gran recipiente de hielo, como si de helado se tratase, están las mascarillas, que deben conservarse en la nevera y tienen una fecha de caducidad de cuatro semanas. La frescura es otro de los grandes reclamos: sus artículos tienen, a lo sumo, 14 meses de vida. Pero estas nuevas empresas cosméticas venden naturalidad y tradición, combinadas con modernidad, en una presentación divertida, muy alejada de la seriedad habitual: Cariño, He Lavado a los Niños es el nombre del producto más vendido de Lush. Aseguran que sus creaciones son distintas, bonitas y además efectivas. Y la compañía refuerza su imagen de confianza incluyendo en el envoltorio el nombre de quien ha fabricado el producto.
Tradición española. EnjabonArte es una empresa española de jabones artesanales hechos a base de aceite de oliva. Abrió su primera tienda hace dos años y ya va por la decena de establecimientos especializados en productos elaborados según la tradición jabonera nacional. "España tiene mucho más que decir en cuanto a jabones sólidos que el mercado anglosajón. Los de Castilla fueron muy apreciados y se vendieron mucho hasta el año 1975. Ahora esta tendencia vuelve, como en otros países europeos", explica Juan R. Benaiges, director de EnjabonArte. Su empresa se precia de emplear sólo ingredientes naturales, y de los efectos que éstos tienen en la piel. Asegura que sus productos, biodegradables y ecológicos, regeneran la flora dérmica en 30 minutos. "Entendemos que el jabón es el cosmético más importante. De nada sirve gastarse cientos de euros en cremas si descuidamos el producto que usamos todos los días a primera hora", afirma Benaiges. Su objetivo es ser una alternativa a los geles líquidos, y para conseguirlo ofrecen 21 tipos distintos de jabones elaborados por artesanos "con toda una vida de experiencia".
Cocina jabonosa
Bubbly es otra cadena británica que acaba de desembarcar en España. Sus productos se amoldan a los principios de la cosmética fresca: están hechos a mano con ingredientes naturales, en pequeñas cantidades y no se prueban en animales. Su creadora, Lesley Ricketts, asegura que utilizan la menor cantidad posible de compuestos químicos, y que, cuando lo hacen, escogen aquellos que emplea la industria alimentaria. "Muchos de los excitantes, aromas y colores que usamos en la comida pueden ser un complemento perfecto para nuestros artículos", explica.
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