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REVUELTA EN ASIA CENTRAL

La oposición de Kirguizistán se hace con el poder tras la huida del presidente

Los manifestantes toman la sede del Gobierno sin que ni la policía ni el Ejército ofrezcan resistencia

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El régimen del presidente Askar Akáyev cayó ayer en Kirguizistán, república centroasiática donde la oposición se hizo con el poder después de varios días de desórdenes y protestas por los resultados de las elecciones parlamentarias. Los manifestantes tomaron el edificio del Gobierno sin que ni la policía ni las tropas opusieran una resistencia seria. Akáyev, de 60 años, huyó en su avión con rumbo a Moscú, pero luego cambió de idea y aterrizó en el vecino Kazajistán, adonde su familia había escapado en helicóptero. Akáyev tiene estrechas relaciones con el líder kazajo, Nursultán Nazarbáyev.

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El poder ha pasado a manos del Consejo Coordinador de Unidad Nacional, encabezado por Kurmanbek Bakíyev, político que proviene de la provincia de Jalalabad, una de las regiones, junto con la de Osh, donde comenzaron las protestas que culminaron con la toma de la sede del Gobierno en Bishkek.

Esta revolución rosa-amarilla -los colores de la oposición- que acaba de triunfar en Kirguizistán es vista por muchos analistas como una continuación de la revolución de las rosas de Georgia, que acabó con el régimen del veterano soviético Eduard Shevardnadze, y de la naranja en Ucrania, que llevó al poder al liberal Víktor Yúshenko. Rusia ha tratado infructuosamente de evitar estas revoluciones y ayer el Ministerio de Exteriores no pudo evitar traslucir su malestar por los acontecimientos en Bishkek.

"Es necesario garantizar lo antes posible el cumplimiento de la Constitución kirguiza, abstenerse de toda acción que pueda poner en peligro la paz cívica y la seguridad pública, y restablecer el orden", se dice en una declaración del portavoz ruso, Alexandr Yakovenko. Mientras tanto, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, claramente irritado, declaró que Moscú espera que "la OSCE se comportará de manera responsable, porque mucho depende de cómo y qué diga", y señaló que "deben elaborarse criterios claros para el nombramiento de los jefes de misiones de la OSCE, ya que ahora son designados de acuerdo a criterios incomprensibles y pueden hacer declaraciones por las cuales no tienen ninguna responsabilidad". El jefe del Centro de la OSCE en Bishkek, Marcus Muller, había dicho hace unos días que había "ciertos motivos para las protestas" y llamado al Gobierno a dialogar con la oposición.

El general Félix Kúlov, ex alcalde de la capital kirguiza y ex vicepresidente de la República, no tuvo necesidad de esperar a que las masas le fueran a liberar de la cárcel, donde cumplía una condena de 10 años acusado de prevaricación. Las autoridades de la prisión decidieron dejarle en libertad para evitar enfrentamientos y de inmediato este político, que goza de gran popularidad, ocupó su lugar junto a los líderes de la oposición que lograron derribar a Akáyev. Kúlov intervino por la televisión nacional para saludar a la revolución kirguiza y llamar a la calma. "Debemos demostrar al mundo que somos gente civilizada", dijo Kúlov, al tiempo que afirmaba que no tiene rencor contra el presidente Akáyev ni contra el juez que le condenó, y pedía "no golpear a nadie". "Debemos pensar en el mañana. Los que desean desestabilizar la situación serán castigados", subrayó el político, que ya había cumplido cuatro años de su condena.

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El empresario Daniyar Usénov, otro líder opositor, también pidió a los ciudadanos por televisión que mantengan el orden público y, sobre todo, subrayó la necesidad de conservar todos los documentos en el edificio del Servicio de Seguridad Nacional. Este último llamamiento se debe a que se produjeron actos de vandalismo durante la toma de la sede del Gobierno, desde cuyas ventanas los jóvenes que irrumpieron en ella lanzaron a la calle ordenadores, equipos de aire acondicionado y documentos. Según algunas informaciones, la multitud ha saqueado también algunas tiendas. Durante los enfrentamientos hubo algunos heridos, al menos uno de ellos grave.

Dos ministros: Essén Topóyev, de Defensa, y Kalik Imankúlov, de Seguridad, cayeron en manos de los opositores, pero tras unas horas fueron puestos en libertad. El primer ministro, Nikolái Tanáyev, presentó su dimisión a los líderes de la oposición, según aseguró Bakíyev, mientras que el Tribunal Supremo declaró inválidas las últimas elecciones legislativas celebradas en febrero y marzo. Kurmanbek Osmónov, presidente del alto tribunal, explicó que con ello la corte reconocía al antiguo Parlamento bicameral como legítimo.

El dirigente opositor Félix Kúlov (derecha) saluda a sus partidarios tras ser liberado de una prisión en Bishkek.
El dirigente opositor Félix Kúlov (derecha) saluda a sus partidarios tras ser liberado de una prisión en Bishkek.ASSOCIATED PRESS

El regreso de viejas caras

No es extraño que el Consejo Coordinador de Unidad Nacional (CCUN) esté encabezado por un político del sur del país, de Jalalabad, una de las provincias donde se gestó la revolución rosa-amarilla que el jueves acabó con más de 14 años de poder de Askar Akáyev.

Kurmanbek Bakíyev, además de presidir el CCUN, es ahora líder del Movimiento Popular, organización política opositora al régimen derribado. Bakíyev llegó a ser primer ministro entre 2000 y 2002.Pero el personaje más relevante de la oposición es Félix Kúlov, que hasta el jueves se encontraba encarcelado desde hace cuatro años. El general Kúlov, de 56 años, fue condenado por malversación de fondos, pero la mayoría de los analistas consideran que en realidad se vio entre rejas por sus declaradas ambiciones presidenciales. Kúlov fue ministro del Interior y de Seguridad, vicepresidente del país hasta 1993, y después alcalde de Bishkek. Lidera el partido Armanís (Dignidad).

La principal figura femenina de la oposición es Rosa Otumbáyeva, también colaboradora de Akáyev en el pasado. Ha sido viceprimera ministra, embajadora en EE UU y ministra de Exteriores. Lidera el movimiento Ata-Zhurt (Patria).

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