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Francisco Umbral recupera literariamente su llegada a Madrid

"Mi devoción por Cela es absoluta; fue un maestro", dice el escritor

Amelia Castilla

Pese al calor, Francisco Umbral se cubría ayer con un abrigo clásico inglés durante el aperitivo que precedió a la presentación de su libro Días felices en Argüelles (Planeta), en el que ha reunido "a vuela pluma" sus memorias periodísticas o las de "la gente que uno ha tratado, visto, admirado y plagiado". Entre otros, Cela, por el que siente "devoción absoluta". Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre hicieron un hueco en su agenda para saludarle.

"Madrid es moro". La cita de Ramón Gómez de la Serna abre el nuevo libro de Francisco Umbral (Madrid, 1936). Días felices en Argüelles arranca con el capítulo 'Oficio de escribir', dedicado a sus vivencias vallisoletanas, su relación con Miguel Delibes -"me consagró literariamente cuando una tarde me diera 20 duros por un artículo"- y su obsesión por marcharse a Madrid y conquistar la ciudad a la que llegó "en un coche de línea, en esa hora mágica en que la ciudad flota sobre sí misma y todo su realismo galdosiano se trocaba en sueño". En Madrid desarrolló su carrera y en ella conoció a Raúl del Pozo, que ayer le presentó su nuevo trabajo literario: "Ha elevado la memoria como una de las bellas artes", dijo el periodista, aunque "no habla bien ni de su gata".

Días felices en Argüelles se reparte en 23 capítulos, un prólogo, un epílogo y un índice onomástico al que dedica cinco páginas y en el que destacan nombres como Chumy Chúmez, José García Nieto, Cela, Fernán-Gómez o Marsillach, entre otros. El autor de La forja de un ladrón recupera también sus inicios periodísticos en la capital, "cuando todavía teníamos periódicos de la tarde", y su paso por EL PAÍS y El Mundo. "A medida que se ha conseguido mayor libertad, el periodismo ha crecido y su presencia es cada vez más fuerte, pero la libertad también concede un ámbito más amplio a la prensa y se corre el peligro de abusar de esas libertades para caer en la calumnia, el falso testimonio y la escritura partidista. Algunos fenómenos como el nacionalismo o el separatismo son ferozmente estimulados por la prensa".

Los grandes nombres de la cultura y el periodismo protagonizan este trabajo en el que combina la reflexión y el retrato. A los "grandes del momento" los fue conociendo en los cafés de Madrid: "Antonio Buero Vallejo llegaba todas las tardes a las cuatro en punto a tomar su café y fumar su pipa. El poeta maldito del café le saludaba escondiendo la cabeza: 'Aquí llega don Antonio Buero Vallejo que en paz descanse", se lee en el libro, en el que se reconcilia con su amigo y maestro: Camilo José Cela. "No tengo nada que rectificar. En aquel libro (Cela, un cadáver exquisito) se atendía a un mundo de complicaciones, mayormente femeninas, que salieron a la luz cuando murió. No estaba haciendo Salsa rosa sino la vida de un maestro al que quería mucho". Tampoco falta en Días felices en Argüelles la faceta más novedosa de este autor, relacionada con sus viajes. "Los he tenido ahí como un tema muerto porque era más urgente hablar de la posguerra o de los escritores", concluyó Umbral, que se definió como un escritor que lo mismo redacta un artículo que una novela: "A los escritores no se les puede juzgar por los géneros".

Francisco Umbral, ayer en Madrid.
Francisco Umbral, ayer en Madrid.GORKA LEJARCEGI

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