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Reportaje:

Las kuwaitíes quieren votar

Las mujeres alcanzaron la igualdad educativa, pero están fuera de la política

Ángeles Espinosa

En la diwaniya de la princesa Rasha al Sabah ni siquiera se comenta la noticia del día: el Gobierno de Kuwait ha pedido al Parlamento una sesión especial para tramitar la ley que reconoce el derecho de voto de las mujeres. La doctora Rasha hace mucho que rompió los tabúes abriendo este salón de debate, un foro tradicionalmente masculino. Los asistentes, mujeres y hombres, respaldan el sufragio universal, pero temen su instrumentalización por los políticos. El voto femenino se ha convertido en un símbolo de la reforma política pendiente en Kuwait.

"Claro que queremos votar y tener la posibilidad de ser candidatas, pero lo más importante es la libertad", explica Fadila al Duaij, una abogada que trabajó como fiscal hasta la invasión iraquí. Ella teme que el debate se convierta en sustituto de otros conflictos como en los noventa.

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En 1999, el emir, jeque Yaber al Ahmed al Sabah, firmó un decreto que reconocía el sufragio de las mujeres. Para la mayoría era una deuda largamente debida, que se había hecho más obvia tras la valentía de que hicieron gala durante la ocupación del emirato (1990-1991). Sin embargo, una alianza de diputados islamistas y beduinos impidió que se convirtiera en ley. En mayo, el Gobierno volvió a intentarlo, pero la Cámara, dominada por los tradicionalistas, ni se molestó en fijar la fecha. Más allá de los argumentos sociales o religiosos, duplicar el número de votantes introduce una incertidumbre que preocupa a los diputados.

"El Gobierno es serio" en su decisión de lograr la aprobación de la Asamblea, declaró el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Faisal al Hajji. La reunión se espera a primeros de marzo. A nadie le pasa desapercibido que la medida llega en un momento delicado. Desde enero, una serie de enfrentamientos y detenciones han puesto de relieve la existencia en el país de células islamistas, presumiblemente vinculadas a Al Qaeda. El asunto del voto femenino es una forma de acallar las voces que piden una reforma que dé contenido a la fachada democrática del emirato.

"Espero que esta vez vaya en serio; parece que sí, pero necesitamos hechos", dice Fatma Husein, una de las pioneras en participar en la vida pública de Kuwait. "En 1963 abandoné Exteriores porque se nos impedía llegar a ser diplomáticas", recuerda esta periodista, que se enorgullece de que su hija es profesora en la universidad y su nieta podría llegar a embajadora si quisiera. (Kuwait fue el primer país árabe en dar ese puesto a una mujer).

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"No es justo que la mitad de la sociedad no participe en la política", afirma el empresario Ahmed al Rubei. Incluso, el diario Al Watan ha lanzado una campaña para promoverlo. Pero lo sorprendente es que el nuevo e ilegal Partido de la Umma (cuyos fundadores proceden del movimiento salafista) ha anunciado su apoyo a que las mujeres voten. "Dios nos ha creado iguales", justifica su vicesecretario general, Mansur al Khuzam. Puede haber influido en su cálculo la convicción de que la mayoría de las kuwaitíes están influidas por la religión y los valores tradicionales.

"Es bueno que hablemos de ello, pero debemos seguir hablando para que la sociedad se conciencie", asegura Ahmed al Jarallah, editor de los periódicos Al Seyassah y Arab Times. "Incluso si fuera posible tener candidatas, nadie votaría por ellas. Necesitamos tiempo. Sólo una cuarta parte de las mujeres están educadas", justifica. Pero los datos del Informe de la ONU sobre los Objetivos del Milenio le desmiente: Kuwait alcanzó la igualdad educativa entre hombres y mujeres en el año 2000 (incluso las chicas duplican a los chicos en la universidad). Es en el trabajo remunerado y, sobre todo, en la política donde están sus retos.

Un grupo de mujeres se manifiesta ante el Parlamento en Kuwait.
Un grupo de mujeres se manifiesta ante el Parlamento en Kuwait.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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