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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La secesión de Taiwan

Los dirigentes chinos están enfatizando su deseo de lograr una reunificación pacífica con Taiwan, pero la ley para prevenir la secesión de la isla rebelde, que va a ser ratificada por el Parlamento reunido en Pekín y cuyos detalles todavía se desconocen, ha suscitado las primeras alarmas. El tono conciliador del primer ministro, Wen Jiabao, en la sesión inaugural del cónclave ha recibido la respuesta de una manifestación multitudinaria en Taiwan contra el texto que sentará las bases legales para atacar la isla protegida por Estados Unidos.

Pekín, titán comercial y potencia militar imparable, quiere disipar las aprensiones internacionales sobre su capacidad bélica y sus eventuales intenciones respecto a un territorio que reivindica como propio desde el final de la guerra civil de 1949. El régimen chino no desea empañar la favorable percepción internacional sobre su papel global. Un reciente sondeo en más de una veintena de países arroja la impresión de que la influencia china es generalmente positiva, salvo por lo que respecta a su potencial bélico. En este sentido, los dirigentes comunistas, anticipando el probable final del embargo europeo de venta de armas -impuesto en 1989 a raíz de la matanza de Tiananmen-, han emprendido una ofensiva de encanto para asegurar a los cuatro vientos que, pese a incrementar en más de un 12% su presupuesto militar, no se lanzarán a la compra masiva de armamento ni representan una amenaza para nadie.

El Parlamento, foro de aclamación de las decisiones previas del PC chino, entregará esta semana todos los poderes al presidente, Hu Jintao, tras sancionar el retiro formal de su antecesor, Jiang Zemin, al frente de las Fuerzas Armadas. Y ya ha escuchado el compromiso del Gobierno para desacelerar la zancada económica del gigante asiático. El primer ministro, Wen Jiabao, ha prometido impedir el recalentamiento de la séptima economía del mundo, rebajando al 8% su objetivo de crecimiento para 2005, tras el desmesurado 9,5% de 2004.

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Pero Taiwan es la estrella de la agenda. El ministro de Exteriores declaraba ayer que cualquier intento por incluir la suerte de la isla bajo el paraguas de las relaciones de seguridad con EE UU y Japón representa una injerencia en los asuntos internos chinos. Afirmación más bien retórica, habida cuenta el compromiso a ultranza de Washington con Taipei. En este sentido, la ley antisecesión tiene un doble componente como ejercicio de relaciones públicas para uso interno y a la vez de propaganda planetaria. Su valor es más bien testimonial, salvo en el más que improbable caso de que Taiwan llevase hasta el final sus ansias independentistas.

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