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Reportaje:GRANDES REPORTAJES

La chica rebelde

Bebe representa a un nuevo tipo de artista: insumisa ante las imposiciones del negocio, alguien que intenta huir del abrazo de la fama tonta. Sus canciones sobre los derechos de la mujer han encontrado eco en millones de personas. Ahora prepara el asalto a Latinoamérica y Europa.

Diego A. Manrique

Llega Bebe radiante a la sede de su discográfica, después de la sesión de fotos que acompaña a este reportaje: "A las chicas nos gusta disfrazarnos". Ya se ha cambiado a ropa de calle: camiseta y unos vaqueros tan bajos de cintura que dejan ver su práctica ropa interior. Miro maravillado y ella entra al trapo: "¿Te gustan estos vaqueros? Me los regalaron el otro día en una fiesta. Me encantan esos detalles, pero es la polla que a la gente que va bien de pelas nos regalen cosas".

¿Por dónde empezamos, Bebe? "Pues por el principio ¿no? Mejor que no pongas que nací en Valencia, mi madre parió allí por casualidad, y me pone de los nervios cuando escriben lo de 'la cantautora valenciana'. Los medios preferís lo anecdótico a lo esencial. ¿Año? Que más da. Mi padre estaba destinado en Valencia, pero pronto nos volvimos a Extremadura. Sin faltar al respeto a Valencia, Extremadura es la tierra que me ha dado todo".

El sentimiento es recíproco. Hace unos meses, el reportero pasó por Cáceres y comprobó que muchos extremeños vivían con orgullo el entonces incipiente éxito de "la Nieves Rebolledo". Se ríe. "Claro, mi padre trabajaba en la banca, pero, por toda su actividad cultural, es muy conocido por allí. Él y mi madre estaban en Suberina, un montón de gente que hacía folclor extremeño". Pero es que hasta Juan Carlos Rodríguez Ibarra vertía maravillas sobre "la Rebolledo". "¡Claro, si fue compañero de clase de mi padre!".

Aclara Bebe que no influyen contactos familiares ni lealtades al terruño cuando manifiesta su simpatía por el presidente de la comunidad extremeña: "Fuera se le ve como un tipo muy bruto que dice muchas barbaridades. Pero es que Rodríguez Ibarra se expresa con claridad y no se calla. Yo prefiero mil veces el político al que ves venir que el que siempre habla correctamente, pero esconde sus intenciones, ese sí que me da miedo; puede ser todo suavidad, pero igual esconde una escopeta cargada tras la mesa".

Rellenemos más huecos, Bebe: "Soy la cuarta de cinco hermanos. Tuve una infancia muy feliz, aunque mi hermana me picaba diciéndome que me habían recogido en la calle. Y como era muy renegrida, muy diferente de los otros, me lo tomaba en serio". Cuando baja la guardia se muestra atractiva; cae la máscara de artista precavida y brota una niña con ágil cuerpo de mujer. Se carcajea del piropo: "¡¿Qué dices?! No me veo como mujer despampanante, soy una chica sin tetas ni na".

Volvamos a territorios menos problemáticos. "En mi familia, todo el mundo cantaba, incluso cuando íbamos en el coche, era la bomba. Yo no me propuse ser artista, cantar era lo natural. Mi hermano y yo agarrábamos un magnetófono de aquellos gordos y grabábamos lo que se nos ocurría, hasta borrábamos las casetes de mi madre". En su único disco, Bebe incluye Siete horas, un tema anhelante que compuso con su hermano José Antonio, alias Chico. "Sí, él también hace canciones. Pero eso no quiere decir que suenen como las mías. Yo tampoco me parezco a la música que oía en Extremadura; me encantaba ir a festivales de rock duro que se hacían en los pueblos, con Narco, Muertos de Cristo, Rosendo, Los Enemigos. Era hasta un poco punkarra".

Cuando llegó la hora, Bebe decidió estudiar arte dramático y se plantó en Madrid. "Me instalé con unas compañeras de la escuela, con mucha ilusión. Era querer descubrir toda la ciudad y, al mismo tiempo, anhelar lo que dejaba atrás; yo soy muy madrera y había ratos en que me sentía muy sola. Lo peor era hacer acrobacias en la ventana para ver el cielo, yo que estaba siempre como lagarta al sol".

Más incómodo fue el encaje en el centro educativo. "No me llevo bien con las escuelas, ni con la de las monjitas ni con la de arte dramático. Terminé yéndome al tercer año. Un sitio así debería motivarte, pero allí había poco de eso, al menos en mi caso. Lo que yo aprendí fue currando, haciendo cine y teatro clásico. En el festival de Mérida participé en Electra, Medea y Las aves".

Explica que no se identificaba con las ansias y temores de sus colegas. "¿Quieres saber la verdad? Me ponían nerviosa, todo el día hablando de actores y directores y casi siempre para ponerlos a parir. Eran muy negativos y, sobre todo, aburridos. No disfrutaba en ese entorno, aunque me encantó trabajar en el cine. Estuve a las órdenes -¿se dice así?- de Fernando Colomo en Al sur de Granada. Era una chica de las Alpujarras, una desgraciada a la que la madre empuja a la cama de Gerald Brenan, a ver si el inglés se casa con ella. Estuvo bien, escena con desnudo y todo. En El oro de Moscú hacía un papel pequeñito, de picoleta. Lo malo es que era de la Guardia Civil de Tráfico, llevaba una gorra. ¡Yo quería encasquetarme el tricornio!".

A todo esto, seguía cantando "mis cositas, aparte de temas como Un año de amor, de Luz Casal". Cantar en público le hacía crecer en autoestima: "Se me ha quedado grabada una noche que actué en un pub, todos los rockeros de Badajoz mirando a una chiquilina con guitarra. Gustó, aunque estaba muy verde: soltaba cosas tipo 'esta canción se la dedico a mi cuñado'. También conocí los circuitos de la Junta de Extremadura, que lleva un camión por los pueblos y, hala, a cantar o actuar ante los paisanos".

Entrevistar a Bebe se parece a hacer ballet en un campo de minas; uno no sabe cuándo va a poner el pie donde no debe. Resulta que odia la palabra "colaboración", insiste en que lo que grabó con los jerezanos de Delinqüente es "una reunión de amigos haciendo lo que mejor sabemos hacer". Se enfada cuando el periodista pregunta, en plan inocente, si, en los tiempos de corista con el grupo extremeño Vanagloria, se vestía de chica pop para salir al escenario: "Tú mira en el diccionario y seguro que nada dice de que una corista tenga que ir de mujer fatal".

Freno y marcha atrás. Volvamos a Madrid, cuando hacía sendero por el mundillo de los cantautores. "Me fui a La Redacción y allí conocí a Tontxu y Paco Bello. Terminé actuando con ellos en otro concierto y todo empezó a rodar. Pasé por Libertad 8, una sola noche, y encontré mi sitio en El Búho Real. Si algo vale de mi éxito es que ha llamado la atención sobre ese mundillo. En Virgin están preparando ahora un disco colectivo con la tropa del Búho. Aparte de tipos muy guay, son artistas del copón".

Pronto, Bebe fue objeto del deseo de algunos tiburones del show business. "Me llegaron personajes muy raros, tipos que usan la música para ganar pasta. Eso de 'conmigo grabarás un disco en seguida'. Yo alucinaba. ¡Pero si no tengo canciones ni na! Son esos brasas que acaban de conocerte y te montan castillos en el aire como si tú fueras boba".

Javier Liñán, director artístico de Virgin-EMI, toma en este punto la narración. Liñán apunta que también hubo mucha gente que empujó con las mejores intenciones: "Bebe me llegó a través de José Ramón Aute, el hermano de Luis Eduardo, que es un editor de canciones. La maqueta no me interesó nada, pero insistió y fui a verla al Búho Real. Allí palpé tanto entusiasmo que me quedé boquiabierto. El problema es que había varios mundos en su repertorio, desde lo cantautoril al mestizaje. Así que puse en contacto a Bebe con músicos que podían ayudarla a definirse. Primero, Manolo Benítez, el ex guitarrista de Los Enemigos. Luego se reencontró con su amigo Marquitos, que venía de Perroflauta y tocaba con El Combo Linga. Bebe ya tenía grupo de acompañamiento. También empezó a grabar maquetas en onda más electrónica con Carlos Jean".

Debe constar aquí el pasmo de Bebe en ese momento: "Me hubiera resultado chulesco ir a la Virgin y pedir trabajar con un productor como Carlos Jean; vamos, creía que no me lo había ganado". En directo, la chica de la guitarrita disfrutaba siendo parte de un equipo: "Tocar con banda es la caña, te da ¡tanta libertad! Aunque estemos en un escenario chiquito, donde no cabemos, yo me siento más a gusto que si tuviera mucho espacio a mi alrededor. Puedo patalear, soltarme, bailar. Mirar atrás, ver a los músicos es sentirme arropada".

Muchos meses después del primer contacto, Liñán todavía no había firmado contrato con ella: "Sólo había un acuerdo tácito. Hasta que empezaron a revolotear alrededor otras compañías y en Virgin me dijeron que urgía ratificarlo. Por escrito". Bebe aceptó: "No me dio ningún miedo el contrato. Iba bien asesorada y me leí la letra pequeña. No veía a la multinacional como el gran lobo feroz. Yo que sé, no me van a comer si terminamos a tortas".

No hubo que inventar una imagen ni invertir grandes cantidades en el lanzamiento, según Liñán: "Fuimos llevando a músicos, a locutores, a periodistas, para que la vieran en El Búho Real. En un local para cien personas, ella comunicaba y convencía: la forma de cantar, la personalidad, la dificultad para encasillarla. Para cuando se publicó Pafuera telarañas, ya contaba con un colchón de incondicionales. Radio 3 difundió sus canciones fuera de Madrid y, automáticamente, llegó un aluvión de llamadas interesándose. Con Malo, Bebe se convirtió en un fenómeno social. Han salido muchas canciones contra el maltrato en las parejas, pero ésta no era llorona. Mejor dicho, tenía dramatismo, pero también rebelión".

La persona que más debía disfrutar, ay, no tuvo ni tiempo para asimilarlo: "Lo del éxito fue un caos. Una avalancha de información que no podía asimilar, entrevistas en las que siempre me preguntaban lo mismo. Yo no iba preparada y estaba sola. Bueno, casi. Tenía una amiga que me venía ayudando desde los tiempos del Búho Real: 'Hostia, Puri, ayúdame con las perras, me da vergüenza pedirlas'. Dicen que Puri es mi manager personal, pero eso significa reducirla a una faceta".

Para Bebe, los meses del despegue se tornaron en pesadilla. "No tienes ni un minuto para ti misma, para rumiar lo que está pasando. La gente de la calle me descolocó. Para mal. Te topas con muchos irrespetuosos, a los que terminas diciendo que no tienen educación. No suelen ser fans, esos saben comportarse. Hablo de los que te conocen de la tele y creen que eso les da permiso para agarrarte como un mono de feria. De verdad, entiendo aquello de Joaquín Sabina, cuando tiró un vaso a una pelma que no le dejaba en paz. ¡Y la que le liaron!".

Perder el anonimato resultó más duro de lo imaginado. "Si estaba en un bar o un taxi y sonaba una canción mía, es que me cambiaba la color, quería meterme debajo de una chincheta. Ahora no me altero: unas risas y como si nada. Ya vuelvo a ir en metro. Pero nunca me planteé teñirme el pelo o ponerme gafas negras, eso es muy de rockero y no voy de ese palo". Nada quiere saber Bebe de ser portavoz de una generación, de una quinta radicalizada, pero refractaria a los -ismos: "Canto, y punto. No llevo banderas, las banderas matan".

¿Resultó también deprimente la vida en la carretera? "Bueno, tenía a los niños, los músicos de la banda, formamos familia". El tópico de la banda de rock masculina es una pandilla de salvajes viendo porno en la furgoneta. "No, los niños no son así. Pero no pasaría nada, ¿no puedo ver yo un DVD porno? En la furgona ponemos cine, conciertos o series de TV como Sexo en Nueva York. Y se duerme mucho, yo soy muy de dormirme con los cascos puestos. Cuando paras, es para mear. Y mirar los expositores; encuentras unos discos cojonudos de rumba que no están en las tiendas. ¿El último que he pillado? El de Falete, ese hombre que se viste de folclórica y que canta con tanta pasión. Le adoro".

Tampoco estaba preparada Bebe para la trituradora de los medios. "Los periodistas se pasan tres pueblos. No son rectos, hacen unas interpretaciones perversas. Me dije: 'Bebe, no puedes ser sincera'. Una periodista se fingió amiga y publicó cosas que yo había contado fuera de la entrevista. Se me cayeron los esquemas; hay gente muy perra que te hace desconfiar de las reglas por las que siempre te has regido. Un día dices: ¿qué sentido tiene todo esto? Intentaba ser feliz y resulta que cuantos más discos vendía, más infeliz me sentía".

Que se sepa: Bebe no cree en las entrevistas. "Es que no tengo nada extraordinario que decir. Y los medios; bueno, algunos medios, no ponen lo que realmente dicen. Así que, ¿para qué sufrir? Tampoco me emocionan los reportajes esos en que alguien se te pega a la chepa. No sé qué imaginan, la vida de un cantante fuera del escenario es tan aburrida como en cualquier otro curro". Es decir, que no hay vía fácil para acceder a su mundo interior. "Pero, ¿tú crees que yo os voy a enseñar mi mundo interior? ¡Vamos! Tendría que coger mucha onda con esa persona".

Todavía le queda sufrir el vía crucis de las entregas de premios. Con más de 250.000 discos despachados, va a ser candidata en todos. "Pues no me lo había planteado. Creo que se toman los premios demasiado en serio. Son un halago, nada más. Estuve el otro día en los Goya y parecía un patio de colegio, ¡se oían unas cosas y se veían unas miradas! ¿Qué hacía yo allí? Me habían nominado por mi canción para Incautos. Ya les vale, seleccionar una coplilla así para un Goya. Y el poco respeto que me quedaba se me fue cuando vi que me habían robado mi cuellito de lana que dejé en el asiento".

Demos paso a otra voz. Ignacio Cubillas, universalmente conocido como Pito, es el representante de Bebe. Pito piensa que ella no sabía que él había sido un gran capo, el más audaz de los managers surgidos en la movida, una luminaria que se apagó en los noventa por cuestiones personales: "Nos conocimos en mayo, me convertí en su manager al mes siguiente. Vi que era cuestión de ordenar la demanda. Tampoco es que ella rechazara la promoción. Eso sí, se niega a hacer play back en televisión, lo que me parece correcto. Bebe no es tan belicosa con la industria como se cree. En navidades, el presidente mundial de EMI dio una fiesta e invitó a un artista por país. Fuimos nosotros por España y se acercó a saludarla. Y dijo: 'Ya sé que no te gusta hacer televisiones, pero no te preocupes, lo mismo le pasaba a Janis Joplin'. En una reunión donde te codeabas con Mick Jagger, los Pet Shop Boys o Moby, el gran jefe se preocupaba de que ella se sintiera a gusto, que ni por un momento pensara que iban a echarla una bronca para que fuera más flexible. Bebe es objetivo para la compañía, tanto en Europa como en el mercado latino".

Un inciso: un rato antes, al charlar de Londres, Bebe no ha contado esa cita en el Olimpo. Ha preferido comentar sus incursiones por el mercadillo de Portobello, "a comprarme cacharros antiguos, que me encantan". Y lo del rastafari de Candem, "un cielo de tío", que le vendió el disco del grupo Ska Cubano y grabaciones de los inicios de Bob Marley -"¡está con traje y corbata, para morirse!".

Según Pito, lo esencial ahora es recuperar tiempo para ella: "Su arte viene de vivir. Y pasarse un verano en una furgoneta no es vivir. Para mí, la actitud de Bebe es una bendición; los artistas llegan hambrientos a la fama y lo quieren todo y más. Más caché, más equipo, más promoción, más presupuesto para grabar. Y ella no es así. Incluso a mí me marca otro ritmo".

Pito estuvo en la vorágine de los años dorados de Dinarama o Héroes del Silencio. El éxito de Bebe pertenece a otra categoría: "Su público no lleva uniformes, pero es muy receptivo. Aunque llevemos cincuenta conciertos juntos, todavía me emociono al sentir esa conexión cuando me mezclo entre la gente. Salvando todas las distancias que quieras, se parece a lo que ocurre con Serrat. El secreto de sus canciones es la capacidad de síntesis. Oyes la sintonía de Aída y, zas, es el retrato del personaje de la serie. A mí me llaman la atención los artistas que tienen una temática adulta, pero que llegan a los niños. Y a Bebe eso le parece perfecto, no como otros. Además no oculta sus sentimientos: lo cuenta muy claro. Es autobiografía pura".

Bebe, ¿cómo surgen las canciones? "Pues con una libretita, apuntando las ocurrencias. Lo malo son las melodías que se pierden. Vas tarareando por la calle, corriendo para llegar a casa a agarrar la guitarra. De repente te para alguien y se te va el santo al cielo". Uno podría pensar, al escucharla, que Bebe tiene dificultades para reconocer lo positivo. "¡Pero es que es muy fuerte lo que me ha pasado! Te dicen: 'Venga, debes pensar en todo el mundo'. Y tú te reconcomes: ¿quién piensa en mí?, ¿hay alguien que decide no pedirme un autógrafo si me ve cansada? Todo te pesa; me han salido muchas canas, tengo más arrugas".

También habrá rayos de sol en ese panorama… "Claro, lo bueno es que, aunque estés agotada, sales a dar un concierto y terminas levitando. Luego están las cosas pequeñas: actuamos en Durango con Mártires del Compás y Chico [Ocaña, cantante] me dedicó una canción, ¡y flipé! ¿Quieres creer que era la primera vez que me dedicaban una canción?".

¿Cómo es ahora su vida cotidiana? "Si tengo un día libre, lo aprovecho con mis amigos. Tomando algo por Lavapiés o buscando algún lugar donde puedas hacer música si te apetece tocar a las tres de la madrugada. Sin licencia municipal, claro". Y el dinero, ¿cambia algo? "No lo percibo, mi hermana es quien me lleva las cuentas". ¿Se habrá permitido algún capricho? "No sé lo que entiendes por capricho. Pagué a mis padres un viaje a Túnez. Y me compré un buen armario para mi dormitorio; antes tenía todo desperdigado, las braguitas en aquella caja y las camisetas por otro lado".

Una curiosidad: tener un disco de éxito, ¿ayuda a ligar? "Una ruina, yo pierdo la naturalidad cuando me miran. No hay nada malo en mirar, uno de mis entretenimientos era ponerme mis cascos y ver desfilar a la gente, un flipe. Ahora me miran a mí, pero lo que están viendo es a la tía que sale en la tele". Pero no me ha aclarado, ¿tiene novio o novia o perrito que le ladre? "¡Ja! Aunque lo tuviera, no te lo iba a decir".

Anda Bebe muy ilusionada con la perspectiva de cruzar el Atlántico. El deseo es pasar unas semanas de incógnito. "Yo no me voy a conquistar América, yo quiero bichear, ver lo que me ofrecen esas gentes. Luego, volveré a cantar, a hacer promoción. Pito ha vivido por aquellos países y me ha advertido que veré cosas chocantes. Me dice que las oficinas de EMI México están en un verdadero palacio". Sí, pero allí no te dejan fumar, apunto. "Bueno, a ver si me lo prohíben cuando encienda un cigarrillo. ¡Decidirán otros lo que yo me meto en mi cuerpo!".

También fuma en EMI España, a pesar de la prohibición. El edificio que acoge actualmente la discográfica de Bebe tenía, hasta 1977, el yugo y las flechas cubriendo la fachada. Era la sede de la Secretaría General del Movimiento. Bebe pregunta si allí se torturaba. Bueno, eso ocurría a unos centenares de metros, en la Dirección General de Seguridad, hoy sede de la Comunidad de Madrid. Se encoge de hombros. "No puedes estar todo el tiempo pensando en el pasado, seguro que todos los lugares de España tienen enterradas historias terribles".

'Pafuera telarañas' está distribuido por EMI. A finales de abril se editará una versión ampliada con vídeos y grabaciones inéditas, y el 17 de mayo se lanzará en Francia, Italia y Alemania.

Bebe
BebeJERÓNIMO ÁLVAREZ.

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