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Atxaga afirma que las literaturas minoritarias se defienden bien

En un mundo dominado por el marketing y la economía, vender un libro se parece cada vez más a vender una caja de vino. Y en un mercado copado por la potencia estadounidense, que en el ámbito de la cultura tiene una posición "de 10 a 1 respecto a Europa", el resto de escritores encuentran grandes dificultades para que sus libros tengan visibilidad y lleguen al lector. Pero en este contexto sombrío, las literaturas escritas en lenguas minoritarias se defienden mejor de la competencia. Éste es el panorama dibujado por Bernardo Atxaga en un encuentro con sus lectores en el marco de la Semana del Libro en Catalán, que se celebra estos días en Barcelona, donde el autor habló de Ser escritor en los tiempos que corren.

El autor de El hijo del acordeonista (Alfaguara / Edicions 62) expuso su teoría sobre "la caja de resonancia" para explicar el modo en que un texto llega a cobrar su pleno sentido. "Una nota musical precisa de una caja de resonancia para poder ser oída. Una obra literaria no existe sólo con el primer momento de la creación, precisa de una caja de resonancia para convertirse en social porque si se queda en el cajón sólo existe a medias", ilustró. Actualmente, dijo, "la caja de resonancia más fuerte es la publicitaria y económica". Pero ofreció un apunte de optimismo: "Tengo la impresión de que hoy las literaturas minoritarias como la catalana, la vasca o la finlandesa, tienen una caja de resonancia que actúa de contrapunto respecto a la económica". Y manifestó su convicción de que este respaldo del lector autóctono a la literatura en lengua propia "ayuda a la creación literaria en lugares como Cataluña o el País Vasco".

La mención de la literatura finlandesa sirvió a Atxaga para hilvanar una conferencia con continuas referencias al encuentro internacional de escritores que se celebra en Lahti (Finlandia). En 1995, cuando asistió al festival por segunda vez, vio un documental realizado sobre el encuentro de 1965 en el que participaron, entre otros, Carlos Barral y Miguel Ángel Asturias. La comparación entre las características de las dos reuniones le sirvió para argumentar que "no es lo mismo ser escritor ahora que hace 30 años". A mediados de los sesenta, los autores que se citaron en Finlandia aún eran herederos de aquella tradición que consideraba al escritor un extranjero, al margen de su propia sociedad, expatriado por las dictaduras o evadido mediante el alcohol. "Evidentemente, ha habido un desplazamiento en la forma de entender el oficio de escritor y en la forma de verse a sí mismo. Al poeta ebrio le ha seguido el poeta saludable, que se cuida como el resto de la sociedad".

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