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Reportaje:

Amenábar celebra su Oscar en España

El director de 'Mar adentro' muestra junto al equipo de la película la estatuilla y asegura que espera poder volver a salir a la calle y fijarse en la gente en vez de que se fijen en él

Jesús Ruiz Mantilla

Todavía no sabe dónde lo va a poner. "En una mesilla que hay a la entrada, en mi estudio o en el cuarto de baño, ¿por qué no? Es donde te puedas mirar con él en el espejo". El caso es que Alejandro Amenábar tendrá un nuevo compañero de piso, "el tío Oscar". Apenas ocupa espacio, mide 33 centímetros de alto y pesa tres kilos. No molesta en absoluto, es más esbelto, más delgado al natural, y ese baño de oro le hace brillar de manera especial ante los focos. Lo ha traído esta semana de Hollywood y ayer lo enseñó en la Casa de América de Madrid, ante decenas de periodistas y acompañado de varios de los actores de Mar adentro, esa película milagrosa y paradójicamente preñada de vida sobre la lucha del tetrapléjico Ramón Sampedro, empeñado en reivindicar su derecho a una muerte digna.

"Las primeras personas a las que llamé fue a Javier y a Belén"
"Cuando te llevan de un sitio para otro te sientes como una merluza"
"Si hubiera salido mal, la culpa sería mía, pero si sale bien, el éxito es de todos"

Lo puso en medio de la mesa larga, fría y vacía. Apenas lo tocó, no lo besó, ni le prestó mucha atención. Parecía que aquella estatua de dimensiones muy hogareñas, que simboliza la gloria del cine universal, no fuera con él. Posaba delante de los rostros de casi todos los actores que han dado leyenda a Mar adentro, que consiguió el premio a la mejor película extranjera después de batir otros récords. Faltaron dos mujeres fundamentales en la historia, Lola Dueñas y Mabel Rivera, que estaban de viajes exóticos: la primera, en el Sáhara, y la otra, la entrañable cuñada de Sampedro, en Nepal. Pero acompañaron a Amenábar casi todos los demás: Javier Bardem, por supuesto, que obra el milagro en la cama de ese héroe tranquilo y tumbado que fue Ramón Sampedro, y también Belén Rueda, Celso Bugallo, Clara Segura, Francesc Garrido, Joan Dalmau y Tamar Novas, flanqueados por Fernando Bovaira, el productor, que aseguró que desde mañana habrá 90 copias más de la película en los cines de toda España.

El director llevó la voz cantante y no paró de quitarse importancia. Se empeñó en no restregar el triunfo y no se quedó a celebrarlo por la mañana. Apenas brindó para las fotos con champán y se reservó para una fiesta junto a su equipo por la noche.

El que ha demostrado ser un maestro de las emociones con una película que ha hecho llorar ya a medio mundo -a falta de una última carrera promocional en Japón que va a hacer en las próximas semanas- respondió a su perfil serio, controlado y poco dado a los aspavientos. Empezó por dar las gracias a todos los que tocaban: "A la Casa de América por invitarnos; a todos los medios, porque desde el principio habéis apoyado la película", aseguró.

Después dejó claro que él se quedaría el Oscar en su casa, pero casi a modo de depósito: "El Oscar no es mío, es de la película. Lo he dicho desde el principio; si esto hubiera salido mal, la culpa sería mía, pero si sale bien, el éxito es de todos". Y a fe que ha salido de perlas. Ha sido la apoteosis después de dos premios en Venecia, otros tantos del cine europeo, 14 goyas, un Globo de Oro, un Spirit Award... Premios y más premios para una película y un director que dijo sentirse en Hollywood un poco merluza. "Eso, una merluza es lo que te sientes cuando te llevan de un sitio para otro y eres ese director del que se olvidan de la cara. Después del besugo o el rodaballo, después de los actores, de ir detrás de Javier, en el que se fija todo el mundo, pues llegaba yo, la merluza", insistía Amenábar.

No le importa, al fin y al cabo, está deseando recuperar el anonimato. "Espero que después de esto pueda seguir saliendo a la calle y mirar a la gente en vez de que me miren ellos a mí", afirma. Es decir, buscar historias ocultas, sentir el olor de las aceras para nutrir su cine de aire fresco. Porque en Hollywood tampoco le han debido hacer grandes ofertas, aunque él no cierra la puerta a nada. "No tengo agente en Estados Unidos, pero consideraría cualquier cosa siempre que me sintiera conectado a lo que quieran contar".

Bardem sí tiene sus opciones,pero como la comparecencia de ayer fue una absoluta competición de modestia, el actor también se quitaba importancia. Cuando Amenábar le confirmó que al pronunciar su nombre en el discurso de agradecimiento, la ovación fue grande, el intérprete respondió: "En mi televisión es que no se oyen bien los aplausos". Aunque sí reconoció que le tocó muy dentro el hecho de que el director le mencionara. "Fue un discurso escueto en el que quedaba patente quién es Alejandro porque lo dijo todo; por eso le agradezco mucho que en ese tiempo tan escaso me mencionara", dijo Bardem.

El joven maestro le echó de menos en el Kodak Theatre de Los Ángeles ese domingo por la noche de emociones cargadas. "Las primeras personas a las que llamé fue a Javier y a Belén", confesó ayer. No podían estar todos. "Fue una decisión que tomamos. Estar los imprescindibles; si hay problemas para conseguir entradas para los Goya, imagínate para los Oscar", aseguraba el cineasta, que subió a recoger el premio que les dio Gwyneth Paltrow junto a Fernando Bovaira.

Tampoco pudo saludar a Steven Spielberg, uno de los directores en los que se ha inspirado Mar adentro, aunque sí sabe que había visto la película. "Estuvimos con él en el primer viaje y nos dijo que le había gustado mucho. Es algo importante para mí, porque así como mis otras películas -Tesis, Abre los ojos y Los otros- se inspiran mucho en Hitchcock, ésta tiene mucho de su cine", aseguró el director.

Después del éxito, a todo el equipo le queda mirar al futuro con buenos ojos. No es que les lluevan las ofertas, al parecer, pero se consuelan. "Seguro que, aunque nosotros no lo sepamos, hay gente que está pensando en nosotros para ofrecernos algo", comentaba Bugallo, ese rey de la tranquilidad que contó que se había enterado de la noticia porque le llamaron a las 5.30. "Y después, ¿qué hizo?", le preguntaron. "Pues ya que estaba dormido, dije: 'Ah, muy bien, y me volví a dormir".

Lo contrario de Dalmau, el otro veterano sentado ayer en la mesa de la Casa de América, que interpreta al padre de Sampedro en la película y que saltó de emoción. "Cuando oí a esa rubia -Gwyneth Paltrow- pronunciar 'España, Mar adentro', pegué tal bote que mi mujer me dijo: 'Pero, ¿qué te pasa?".

Otros, los jóvenes de energía sobrada, como Tamar Novas, tuvieron tiempo de verlo con los amigos en un bar y después irse a clase a las 8.30. "No me lo podía perder", dijo ayer el actor que interpreta al sobrino del protagonista.

Alejandro Amenábar, con el Oscar en la mano, entre Javier Bardem y Belén Rueda, ayer en la Casa de América.
Alejandro Amenábar, con el Oscar en la mano, entre Javier Bardem y Belén Rueda, ayer en la Casa de América.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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