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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Carlistas

De forma habitual, acrecentada recientemente por diversos comentaristas tanto intervinientes en tertulias radiofónicas y televisivas como en medios de prensa, se alude a que lo que estamos viviendo actualmente respecto a los planteamientos nacionalistas vascos y catalanes es como "la cuarta guerra carlista", desafortunado e intencional símil peyorativo respecto al carlismo que tan sólo se utiliza en Madrid, pero no en Euskal Herria (denominación tradicionalmente utilizada por los carlistas) ni en Cataluña, cuyas universidades han alcanzado criterios muy distintos en cuanto a lo que en ambos territorios ha significado tal movimiento respecto a la defensa de sus libertades históricas y de sus respectivas lenguas y culturas.

Nadie duda ya de que la Renaixença política y cultural catalana no se habría producido sin el reivindicacionismo carlista, y tampoco ya ningún tratadista ocultaque los voluntarios carlistas defendían en el Norte no ya una dinastía, sino también el comunal arrebatado o en peligro. Que buena parte del nacionalismo periférico tiene su origen en el carlismo también es innegable, pero de tal deriva habría que buscar responsabilidades en el centralismo constitucionalista que en l839 (la invocada fecha como inicio del desencuentro entre el Estado y las instituciones vascas) suprimió en buena parte el histórico régimen foral, se continuó en l876 por Cánovas, se remató por Franco tras la guerra de 1936, y se ha hecho perdurar en l978 con la actual Constitución, que, pese a reconocer los derechos históricos, se negó a admitir la fundamental institución del "pase foral" y que, tras todo el tiempo transcurrido, sigue sin reconocerse.

El carlismo, por el contrario, ha propugnado un sistema federal que, dado el respeto absoluto a los derechos históricos, puede ser considerado confederal, como mejor solución vertebradora de España.

En cuanto al más reciente carlismo, no es justo ocultar que el Partido Carlista formó parte tanto de la Platajunta como del clandestino "comité de París" contra el régimen de Franco, que facilitó reuniones de la UMD o para la constitución de secciones de las aún clandestinas CC OO, que fue de los fundadores de Izquierda Unida, que sus militantes sufrieron cárcel y 48 procesos por el TOP y, en fin, que fue la única fuerza política objeto de la agresión fascista con resultado de dos asesinados (Montejurra 1976) en toda la transición.

Es doloroso, y no lo califico de obsceno porque he de suponer que ese recurrente comodín del carlismo se basa en la ignorancia, que tan superficialmente se trate a un movimiento político con ese historial utilizando el estereotipo decimonónico, como lo sería si para aludir al partido comunista sólo se recordara el estalinismo y no su sacrificada lucha contra el fascismo y la dictadura.

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