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Reportaje:

Una carísima toma de posesión

Washington se prepara para la gran fiesta de mañana en el Capitolio, en la que George W. Bush jura como presidente

A las doce del mediodía de mañana, George W. Bush pondrá la mano izquierda sobre la Biblia y levantará la mano derecha mientras recita las mismas palabras pronunciadas por primera vez el 30 de abril de 1789 por George Washington: "Juro solemnemente que ejerceré con fidelidad el cargo de presidente de los Estados Unidos y que preservaré, protegeré y defenderé lo mejor que pueda la Constitución de los Estados Unidos". Este juramento es el único requisito constitucional para asumir la presidencia. Es seguro que Bush añadirá las palabras que Washington improvisó -"que Dios me ayude"- y que no figuran en la Constitución.

Ése será el momento central de uno de los actos básicos de la democracia estadounidense, una ceremonia que, en palabras de Donald R. Kennon, de la Sociedad Histórica del Capitolio, "simboliza la estabilidad y la continuidad, da seguridad a los ciudadanos y confirma la confianza que tenemos en un Gobierno democrático formado por representantes elegidos". Es también, añadió Kennon en un reciente encuentro con corresponsales en Washington, una de las dos únicas situaciones -la otra en el impeachment o proceso de destitución- en las que coinciden los tres poderes: el Ejecutivo, representando por el presidente: el judicial, representado habitualmente por el presidente del Tribunal Supremo, que toma el juramento al presidente, y el legislativo, porque la ceremonia se celebra en el edificio del Congreso.

Se calcula que casi medio millón de personas pasan la semana en Washington para participar en las fiestas, los conciertos, los espectáculos de fuegos artificiales, el desfile inaugural desde el Capitolio a la Casa Blanca y los tradicionales bailes que cierran la jornada del jueves. En una ciudad en la que Kerry logró el 90% de los votos, es normal que muchos demócratas hayan elegido estos días para tomar unas vacaciones y ahorrarse el recuerdo de la derrota. Pero miles de personas también han llegado para protestar y hay convocadas medio centenar de manifestaciones.

Cada ceremonia de toma de posesión es más cara que la anterior, y en esta ocasión el amplio programa de actos y las extraordinarias medidas de seguridad -es la primera inauguración presidencial después del 11-S- han elevado a 40 millones de dólares (30 millones de euros) los gastos. El congresista demócrata Anthony Weiner ha sugerido que este dinero se emplee en las tropas desplegadas en Irak. Pero los republicanos le han contestado que no son los contribuyentes los que pagan, sino los donativos de empresas y particulares, que, a cambio, disfrutan de asientos de primera fila en ceremonias, espectáculos y bailes (para no hablar del carácter de inversión que tienen esos gastos). Y Bush ha dicho que "las tomas de posesión son un festival de la democracia; la gente viene de todo el país a celebrar la democracia y mi victoria, y yo, encantado de celebrarlo con ellos".

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