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Scilingo simula estar semiinconsciente para eludir su juicio

Los forenses aseguraron en la vista queel ex militar argentino estaba bien de salud

El ex militar argentino Adolfo Scilingo simuló ayer encontrarse en un estado de semiinconsciencia en el inicio del juicio que se celebra contra él por delitos de genocidio, terrorismo y torturas presuntamente cometidos en Argentina durante la etapa de la dictadura, entre 1976 y 1983. Scilingo, que vino voluntariamente a España en 1997 para colaborar con la justicia, se enfrenta a penas que suman 6.600 años de prisión y pretendía retrasar el juicio.

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El ex marino, que el miércoles pasado había sufrido un desvanecimiento en prisión tras la visita de su letrado defensor, Fernando Martínez-Morata, no respondió a las preguntas del presidente del tribunal, Fernando García Nicolás. A la vista del aparente estado de Scilingo, García Nicolás interrumpió la sesión para que los forenses de la Audiencia Nacional volviesen a examinar al procesado.

En la reanudación, Scilingo mantuvo su actitud e incluso se cubrió el rostro con las mano y unos guantes de lana que llevaba. Sin embargo, los forenses explicaron que le habían explorado en dos ocasiones esa misma mañana, que presentaba una tensión arterial de 120-75, que refería dolor de cabeza, que estaba bien hidratado y débil pero en una situación aceptable dentro de la huelga de hambre que está llevando a cabo.

Los facultativos explicaron que el procesado les había contestado con normalidad a las preguntas que le habían formulado, que tenía capacidad de atender y querer, que se mantenía orientado y lúcido, que podía hablar y que les había dicho que la situación acabaría cuando la Embajada de su país se ponga en contacto con él. Añadieron que en el momento de llegar a la Audiencia, Scilingo caminaba sin ayuda. "No tendría que estar en silla de ruedas", precisaron, "porque puede caminar".

A preguntas de su defensor, los forenses señalaron que la actitud mantenida por Scilingo era "voluntaria" y que el ex militar era "consciente" de lo que estaba haciendo.

Silencio equivale a negarse

Al conocer por los forenses que Scilingo simulaba su dolencia, el tribunal decidió continuar el juicio con el interrogatorio del ex marino. Sin embargo, tras leerle los derechos, Scilingo siguió con los ojos cerrados y haciendo como que no oía al presidente del tribunal.

García Nicolás advirtió al acusado que su silencio equivalía a negarse a contestar a las preguntas que se le formulaban.

La fiscal Dolores Delgado solicitó que se leyeran sus declaraciones sumariales en las que Scilingo reconoció haber participado en dos de los vuelos de la muerte, en los que los marinos arrojaban al mar desde aviones a los detenidos, drogados aunque todavía vivos.

Scilingo admitió ante el juez Baltasar Garzón que él personalmente había participado en dos de esos vuelos en los que se arrojaron al mar a 13 detenidos, en el primero, y a otros 17, en el segundo.

Sin embargo, tras su procesamiento por Garzón, el ex militar aseguró el 4 de noviembre de 1999 que los hechos recogidos en el auto de procesamiento eran falsos y que si así los había declarado y reconocido en declaraciones anteriores se debía a que había sido asesorado por uno de los abogados de la acusación sobre lo que tenía que declarar.

A partir de esa fecha, ya no reconoció haber participado personalmente en los vuelos de la muerte, sino que simplemente se limitó "a cumplir el reglamento". Respecto a las declaraciones similares realizadas en Argentina, Scilingo aseguró que las había hecho como parte de una campaña personal suya contra el almirante Emilio Massera, uno de los jefes de Armada en la Junta militar. El juicio se reanudará el lunes.

Dos policías ayudan a sentarse a Adolfo Scilingo durante el juicio que se sigue contra él en la Audiencia Nacional.
Dos policías ayudan a sentarse a Adolfo Scilingo durante el juicio que se sigue contra él en la Audiencia Nacional.REUTERS

'Déjà vu'

Adolfo Scilingo entró en la sala de vistas de la Audiencia Nacional casi a rastras, enroscado en el brazo de uno de los policías nacionales que le custodiaba y con evidentes signos de postración. Sentarlo en la silla que hacía funciones de banquillo de los acusados fue toda una odisea, pues el ex militar -que llevaba puestos unos guantes y se tapaba con una manta azul- dejaba el cuerpo fláccido, y casi inmediatamente se medio tumbaba o se inclinaba peligrosamente de costado. Con los ojos cerrados casi permanentemente, no respondió a las preguntas del presidente del tribunal, que pretendía informarle de sus derechos.

Parecía imposible juzgar a alguien en ese estado. A todas luces parecía que el tribunal, presidido por Fernando García Nicolás e integrado por los magistrados Jorge Campos y José Ricardo de Prada, que siempre ha hecho gala de garantismo en favor de los acusados, había perdido su sensibilidad.

La imagen era tan terrible que inmediatamente evocó otra similar vivida en esa misma sala. El 13 de diciembre de 1999, el primer día del juicio por el caso Lasa-Zabala, uno de los principales procesados, el ex cabo de la Guardia Civil Felipe Bayo, para el que el fiscal pedía 90 años de cárcel, fue conducido desde la prisión militar de Alcalá de Henares en calzoncillos y camiseta y fuertemente sedado. Bayo fingía.

Scilingo fue examinado dos veces por los forenses, que le encontraron algo débil, pero bien de salud. Los forenses afirmaron que su actitud era voluntaria y que era consciente de lo que estaba haciendo. Al llegar a la Audiencia, caminaba y no necesitaba silla de ruedas. Scilingo, como Bayo, también fingía. Un déjà vu.

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