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Reportaje:CATÁSTROFE EN ASIA

Los huérfanos vuelven al colegio entre escombros

Los niños de Meulaboh regresan a clase. Muchos han perdido a padres y a profesores

"Sigo siendo como antes. Estudio duro por mi futuro. No me importa mi tristeza porque el tsunami viene de Dios". El cartel, pegado en una pared de la escuela Neg Langung, a una decena de kilómetros de Meulaboh (Indonesia), da la bienvenida a los alumnos de 11 y 12 años, que han vuelto al colegio en esta zona, después de que las olas acabaran con la vida de sus padres, compañeros y profesores. En los siete distritos en torno a la ciudad de Meulaboh, la violencia de las aguas sepultó a 110 maestros, algo más del 10% del total, según datos de Unicef, y el Departamento de Asuntos Sociales cifra en 15.000 los niños que han perdido al menos a uno de sus padres. La cifra de alumnos fallecidos, tal vez la más temida, aún no se conoce.

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Neg Langung abrió sus puertas hace un par de días. La imagen es desoladora. Lo que hace algo más de dos semanas eran aulas son hoy una pila de escombros salpicada de juguetes, carteras y zapatos infantiles. De una de las paredes, todavía en pie, cuelga un mapa del mundo, en el que Indonesia está cubierta de barro. El patio es ahora un lodazal, repleto de troncos y techos de hojalata. Una diminuta bicicleta roja ha quedado arrumbada en una esquina. Junto a la puerta, alguien ha colgado al sol un esqueleto de los utilizados en la clase de anatomía. Sólo el piso superior de uno de los edificios se ha salvado y permite a un centenar de alumnos de quinto y sexto curso (11 y 12 años) asistir a clase, buena parte de ellos procedentes de otros colegios de los que no quedaron en pie ni las paredes. No hay sitio para el resto de los cursos, y los mayores tienen que aplicarse para examinarse en mayo y poder pasar a secundaria. "Recibimos órdenes del Ministerio de Educación", dice Bismi, de 45 años, el director del centro, quien perdió a su padre, a su hermano y a su hermana en el maremoto. Conserva el buen humor y asegura que volver a las clases es la manera de hacer felices a los niños y "de que se conviertan en personas inteligentes".

El pasado miércoles, el primer día de clase, los profesores pidieron a los alumnos que escribieran y dibujaran sus recuerdos. En una de las ilustraciones, el agua desborda las montañas, plagadas de peces. En otras, se repiten los helicópteros, que durante todo el día sobrevuelan Meulaboh, transportando víveres y personal. También tuvieron que escribir una redacción. El agua del mar vino a la tierra, se titula una de ellas, escrita por Roji Revonta, de 12 años. "Mucha gente corría para buscar un sitio alto y seguro. Luego tenían miedo de bajar. Estamos muy tristes y vimos muchos cocoteros arrancados. Mucha gente ha muerto", relata.

La escuela que dirige Bismi, y en la que a principio de curso se inscribieron 270 alumnos, es una de las 53 abiertas esta semana en la región. Otras 140, simplemente desaparecieron. Al igual que seis estudiantes y tres de los 13 profesores de Neg Langung, que murieron el fatídico 26 de diciembre.

La suerte quiso que las olas kilométricas actuaran en domingo, lo que salvó a miles de alumnos. Un pequeño que sí estaba jugando en la escuela cuando estalló la masa de agua es Nofi Pristi Ardiansyah, de siete años, que se encontraba en el segundo piso del edificio que se ha salvado. El niño no tiene miedo en contradecir a su director y afirma que la catástrofe la causó un terremoto, no Dios. De aire despierto, asegura, sin embargo, que tiene miedo a un nuevo maremoto. "Tengo miedo a morir", dice en voz baja.

La vuelta de los niños al colegio, la vivienda y el trabajo son tres de las principales necesidades para que la población regrese paulatinamente a la normalidad, según el Gobierno. "La gente tiene que ser capaz de pescar de nuevo y cultivar los campos", dice Achdiat Atmawinata, asistente del ministro de Industria. Unos 5.500 supervivientes de primaria se hacinan en campos de desplazados por toda la región tras haber perdido sus casas, lo que impide que muchos de ellos regresen a sus escuelas y a la cotidianidad. "Los desplazamientos son muy largos y no pueden venir a clase", sostiene Bismi. En una de las habitaciones de la Administración de Neg Langung, el personal sanitario de la Media Luna Roja extiende en el suelo cajones de medicinas para los vecinos, que atiborran la estancia. A la salida, los maestros han ordenado los restos de libros escolares para que se sequen al sol. Todos tienen cuidado de no pisarlos.

El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene los teléfonos de información 91 379 16 25, 91 379 16 27 y 91 379 16 28. Para donativos, las ONG ofrecen: ACNUR 91 369 06 70; Cruz Roja 902 222 292; Unicef 902 255 505; Intermón Oxfam 902 330 331; Acción Contra el Hambre 902 100 822; Fundación Vicente Ferrer 902 222 929; Bomberos Unidos sin Fronteras 91 467 12 16; Médicos del Mundo 902 286 286; MPDL 91 429 76 44; Save the Children 902 013 224; Médicos-Mundi 902 101 065; Manos Unidas 902 400 707.

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