Al rescate

La "catástrofe sin precedentes" del tsunami en el sureste asiático "requiere una respuesta global sin precedentes" en una auténtica "carrera contrarreloj", según ha señalado Kofi Annan. Si en unos días no está desplegada la ayuda sobre el terreno, los riesgos de epidemias se multiplicarán. No es seguro que la conferencia de donantes celebrada ayer en Yakarta logre evitar los desastres que llegan ahora. Tras el empuje de las donaciones privadas en todo el mundo -Médicos Sin Fronteras ha tenido que avisar de que no podía procesar más aportaciones-, la puja de la generosidad de los gobiernos ha superado los 4.000 millones de dólares. Pero como Annan sabe bien, una cosas son los compromisos y los créditos y otra los pagos, y por ello ha pedido que se desembolsen de inmediato 1.000 millones en efectivo.

Tras la primera angustiosa semana, los equipos de rescate están llegando en masa a la zona y han empezado a trabajar. Once días después de un maremoto en el que han perdido la vida más de 150.000 personas, la mayor operación de emergencia de la historia está en marcha, y la conferencia de Yakarta ha encargado su coordinación a una ONU que afronta así su mayor reto humanitario. No podía ser de otra forma. EE UU ha disuelto la coalición ad hoc que, junto a Australia, India y Japón, pretendía ejercer una labor sustitutiva de la ONU y la Administración de Bush reconoce así el protagonismo que le corresponde a la organización internacional. Washington sabe que volcándose en la ayuda puede recuperar parte de su imagen maltrecha por la guerra de Irak. Gracias a su despliegue militar, es quien más medios logísticos tiene para distribuir la ayuda, como está haciendo junto a países de la zona como Australia.

Los más generosos en las cuentas son Alemania -Schröder ha vuelto a demostrar su capacidad de reacción ante las tragedias-, Australia y Japón. Rácanas se están mostrando las monarquías petroleras del Golfo que tanto se han beneficiado de la mano de obra de esa región hoy devastada. España está estudiando el envío inmediato de helicópteros, un avión de transporte, un buque y un equipo de ingenieros, junto con una ayuda de 50 millones de euros, aunque la mayor parte en forma de créditos. Y los créditos hay que devolverlos, salvo que se apruebe una condonación, o una larga moratoria, de la deuda externa de estos países, que se planteó en Yakarta. Paradójicamente, algunos de ellos -como India o Tailandia- no la quieren abiertamente porque socavaría su clasificación crediticia internacional.

Junto al papel de la ONU, la decisión más concreta de la Conferencia de Yakarta ha sido la de instalar en el Índico un sistema de detección precoz de los tsunamis similar al que hay en el Pacífico. Aunque no hay quien pare un maremoto, una alerta temprana hubiera podido reducir drásticamente un número de muertos que es insoportable y que obliga al mundo entero a poner todos los medios para evitar réplicas futuras.