Los Reyes Magos lanzan un mensaje de solidaridad con las víctimas del sureste asiático
Una mujer parió en la plaza de Urquinaona mientras pasaba el rey Baltasar
El primer recuerdo fue para ellos, para todos los niños y para todos los padres que han sufrido las olas gigantes en Asia. Y con este recuerdo el rey Melchor pidió ayer a las personas reunidas en el puerto de Barcelona que lanzaran una ola de besos al aire para los niños del sureste asiático. Unos 375.000 ciudadanos participaron en directo en Barcelona en la cabalgata de los Reyes Magos, que este año se ha vestido de letras para conmemorar el Año del Libro. Una mujer parió en plena plaza de Urquinaona mientras pasaba el rey Baltasar.
"Yo este barco lo he visto antes. Ya sé, en la peli de Peter Pan". Carlos, de cuatro años, llevaba tres horas esperando a que llegaran sus héroes: Melchor, Gaspar y Baltasar. Y a ellos les ha pedido que esta mañana aparezca en el salón de su casa el coche de Batman. Los Magos de Oriente llegaron al Portal de la Pau en el paquebote Santa Eulàlia con una puntualidad británica. A las 17.28 horas el barco atracó en el puerto.
Como es habitual, el alcalde de Barcelona, Joan Clos, les dio la bienvenida. Desde el balcón del edificio de la Autoridad Portuaria de Barcelona, Clos entregó a Sus Majestades la llave de la ciudad para facilitar la entrada en las casas de todos los niños y que pudieran entregar los regalos. También les dio el pan y la sal, una antigua tradición, en recuerdo de cuando Barcelona estaba amurallada y se proporcionaba pan para comer y sal para guardar los alimentos.
Clos agradeció especialmente la presencia de los Reyes, llegados desde otra parte del mundo, y les pidió que, además de juguetes, regalaran libros para que "los más pequeños se acostumbren a leer y aprendan a explorar mundos imaginarios".
Melchor anunció a los niños la entrega de unos documentos preciosos de valor incalculable. El rey Baltasar portaba uno de los tesoros más preciados de su reino natal, Nubia: una colección de papiros con jeroglíficos. Melchor, llegado de Oriente Medio, llevaba tablas de arcilla con inscripciones que definió como "los primeros deberes de matemáticas de la historia". Y Gaspar, de Assam, ofreció incripciones en tela con palabras en chino, hoy la lengua más hablada del mundo.
Melchor, portavoz de los tres Reyes, aseguró que cada año se montan en sus barcos para dar una rápida vuelta al planeta y ver cómo andan las cosas. "Vemos que en nuestro mundo hay enfermedad, violencia. Todavía no se ha escrito el libro para curar el mundo. ¿Lo escribiréis vosotros?", preguntó.
Los niños estaban dispuestos a participar. "Un beso para Baltasar", pedía una niña desde el otro lado de la valla. "A mí me da igual, me traigan lo que me traigan", gritaba Lucas, de ocho años y medio. Pero tras unos segundos de profunda meditación, añadió: "Bueno, libros mejor que no". Quien sí lo tenía claro era Ismael, aunque también era consciente de que no se ha portado muy bien este año: "He pedido un chándal del Madrid, un juego de la PlayStation 2 y un coche teledirigido tuneado". Ismael como otros cientos de niños, aguardaba ayer en primera fila el paso de las carrozas. Un coche con una estrella gigante abría el recorrido. Un total de 192 artistas, 90 técnicos y 400 vehículos y elementos móviles participaron en esta cabalgata literaria. Mientras las carrozas desfilaban por la plaza de Urquinaona, una mujer dio a luz en el interior de una ambulancia.
Camellos reales
Los camellos cargados de regalos -por primera vez animales vivos- levantaron gran expectación. Sus movimientos pendulantes impresionaban a los que estaban más cerca.
La primera fila de todas las calles estaba abarrotada. Los niños, con gorros y bufandas; los padres, cargados con cámaras digitales y teléfonos móviles para inmortalizar el momento. Xavi, a hombros de su padre, no podía ni moverse. Parecía hipnotizado. Y por su mejilla rodaba una lágrima. Por el frío, seguramente.
Los más espabilados sacaron las escaleras más altas a la calle para que sus niños tuvieran vistas privilegiadas. Otros realizaban acrobacias en las barras de las bicicletas y los contenedores de la basura.
Montserrat acompañaba a sus tres nietos cargando unos farolillos: "Cuando mis hijos eran pequeños siempre íbamos a la cabalgata con farolillos; incluso había concursos", recordaba Montserrat.
Sin duda, pese a la falta de farolillos, ayer fue una noche mágica. Y no sólo para los niños.
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